viernes, 30 de enero de 2015

DOMINGO IV T.O.(B)

EVANGELIO Mc 1,21-28
Llegó Jesús a Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su enseñanza, porque no enseñaba como los letrados, sino con autoridad. Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar: -¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: El Santo de Dios. Jesús lo increpó: -Cállate y sal de él. El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos: -¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y lo obedecen. Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.

REFLEXIÓN
Asombrados de su enseñanza

El evangelio de hoy presenta a Jesús con sus discípulos en la sinagoga de Cafarnaún al comienzo de su vida pública. Jesús cura a un endemoniado, San Marcos nos dice: “Jesús no enseñaba como los escribas y fariseos, enseñaba con autoridad”. ¿Qué quiere decir “enseñar con autoridad”?

"...porque no enseñaba como los letrados".

Los letrados y rabinos enseñaban por oficio, comentaban la Ley y las tradiciones, leían lo que estaba escrito y repetían lo que habían aprendido antes en las escuelas, administraban las verdades y creencias adquiridas, repetían lo que siempre se había dicho, girando siempre en torno a una casuística complicada y agobiante. Los rabinos conservaban muy bien la letra, pero se olvidaban del espíritu, y la letra sin espíritu mata, mata también de aburrimiento. Por eso no asombraban a nadie.

"...sino con autoridad".

Jesús, en cambio, atraía a las muchedumbres y levantaba el asombro y la polémica, la fe y la contradicción. Los que creían en él decían: "Tú tienes palabras de vida eterna". Y los que no creían le llamaban loco y endemoniado.

La persona de Jesús no era sólo el vehículo trasmisor unas verdades tradicionales muertas, sino que se presentaba como verdad viva, hecha vida, encarnada en la vida. Lo que él decía, podían verlo en sus obras. Por eso maravillaba, tenía autoridad, era noticia.

Jesús anuncia la buena nueva: Dios nos quiere, lo cual es una invitación para enfrentarnos a todo tipo de presión que someta y denigre a las personas, a la humanidad. La humanidad necesita ser liberada de las fuerzas del mal que provocan los sufrimientos. A continuación asisten a un milagro muy especial, un exorcismo. Para las gentes de aquel tiempo los espíritus inmundos eran las fuerzas y poderes que oprimen a la humanidad, fuerzas del mal causantes del sufrimiento.
Jesús enseña con autoridad, cuando habla y actúa. La buena noticia de Jesús es la liberación de las fuerzas del mal (espíritu inmundo) y de la fuerza opresora de la Ley de Moisés, presentada por los fariseos y letrados como una carga pesada.

Este enseñar con autoridad es nuevo

Jesús unía la enseñanza, la autoridad y la novedad. Sus palabras (lo que dice) se confirmaban con los hechos (lo que hace) y los hechos ponen de manifiesto toda la hondura de las palabras.

El milagro de Jesús no era otra cosa que la confirmación más indiscutible de su autoridad. Era su misma palabra expresada de otra forma. Esa autoridad hace retroceder a los poseídos por los malos espíritus: el mal espíritu del egoísmo, el mal espíritu del consumismo, del odio, del orgullo, y en fin… de tantos malos espíritus que endemonian la vida de la gente.

En resumen

Nuestra acción de seguidores de Jesús debería ser un ejercicio de autoridad en nuestra vida, tener como Jesús sensibilidad ante el dolor, tener entrañas de misericordia y obrar conforme a ello, para liberar con nuestras palabras y nuestros hechos a la humanidad de todos sus demonios, de las fuerzas del mal que nos deshumanizan

La primera tarea será descubrir nuestras propias ataduras, las “soberanías” que nos alienan, los “malos espíritus” que nos deshumanizan.

 Secundino Martínez Rubio



viernes, 23 de enero de 2015

DOMINGO III
 T.O. (C)

Evangelio Mc 1,14-20
Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea proclamar el Evangelio de Dios. Decía: «Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios: Convertíos y creed la Buena Noticia.»

Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago. Jesús les dijo: «Venid conmigo y os haré pescadores de hombres”.

Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante vio a Santiago, hijo del Zebedeo, a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con Él.

Reflexión

Jesús inicia su misión en Galilea, tierra poco religiosa. Lo lógico era esperar que el anuncio salvador partiera de Judea, de Jerusalén, tierra más religiosa. Pero Jerusalén no necesitaba a Jesús; ya tenía su templo, su sanedrín, sus cultos, sus seguridades. La salvación de Jesús es para los que necesitan y buscan.
¿Buscamos algo nosotros? ¿Necesitamos a Jesús los cristianos de hoy? ¿No estamos muy satisfechos y seguros?
El evangelio de hoy presenta tres momentos

El anuncio: El Reino de Dios está cerca: « Se ha cumplido el plazo está cerca el Reino de Dios: Convertíos y creed la Buena Noticia.».El Reinado de Dios,  ya está en el mundo. Ha llegado la salvación de Dios. Con Jesús se inicia un tiempo nuevo. Jesús vive, anuncia, y encarna la cercanía  misericordiosa de Dios. Su anuncio no es una doctrina que aprender, sino un acontecimiento que acoger. El Dios lejano es padre amoroso que desborda ternura y compasión, un Dios amigo de los pobres y de los crucificados de este mundo, un Dios que tiene su casa abierta para que todos podamos entrar. Este es el Dios que en Jesús anuncia y que en él se hace cercanía.
¿Creemos nosotros la Buena Noticia del amor de Dios, presente en Jesús, que da sentido a nuestro vivir y esperanza a nuestro morir?

La respuesta al anuncio: convertíos y creed en la buena noticia. La conversión nace como respuesta a un acontecimiento, a un encuentro con Alguien, que cambia nuestro modo de vivir. La conversión arranca del descubrimiento del amor increíble y sorprendente de Dios al hombre, manifestado en Jesús. La  "conversión" es un nuevo modo de situarse en la vida, afecta a lo más íntimo de la persona y ha de afectar a todas las esferas de la vida.
¿Creemos nosotros que necesitamos convertirnos?

LA LLAMADA:Venid conmigo”,”Os haré pescadores de hombres”. Jesús llama y elige él mismo a los que quiere. El seguimiento de Jesús no se inicia con una conquista nuestra, sino con un ser conquistado, la iniciativa es del Señor.

Quiere Jesús que, una vez convertidos a esa nueva manera suya de vivir, seamos en adelante sus testigos: que vayamos corriendo la voz  para que todo el mundo se entere de que hay, por fin, un camino abierto. De que ya es posible vivir con sentido y morir con esperanza. Tener y vivir con plenitud.

La respuesta a la llamada se traduce en una renuncia. Pero, el acento no se pone tanto sobre el dejar las redes cuanto en el seguir. Discípulo no es alguien que ha abandonado algo. Es quien ha encontrado alguien. La "pérdida" es compensada con creces por la ganancia. El discípulo, es alguien, que sigue a Cristo, establece una comunión de vida con Él y  es su apóstol, su enviado, su testigo  en el mundo.

Vivir como cristiano es responder, confiadamente, a una previa iniciativa de amor de Dios, que nos llama a compartir su vida y, en Cristo, nos ha hecho hijos suyos. El SI del creyente no es algo abstracto, sino algo que se verifica en el seguimiento de Jesús, en el tramo concreto de cada día y  en un proyecto de vida que es diferente para cada uno. Vender todo pero porque se ha encontrado el tesoro.



Secundino Martinez Rubio


viernes, 16 de enero de 2015

SEGUNDO DOMINGO T.O. (B)

Evangelio Jn 1,35-42
En aquel tiempo estaba Juan con dos de sus discípulos y fijándose en Jesús que pasaba, dijo: -Este es el Cordero de Dios. Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió, y, al ver que lo seguían, les preguntó:
 -¿Qué buscáis? Ellos le contestaron: -Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives? El les dijo:
-Venid y lo veréis. Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encontró primero a su hermano Simón y le dijo:
-Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo). Y lo llevó a Jesús.
Jesús se le quedó mirando y le dijo:

-Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que significa Pedro).

Reflexión

Este domingo la Palabra de Dios está claramente centrada en la llamada o vocación que Dios hace a cada uno de nosotros.
La primera lectura presenta la llamada de Dios al joven Samuel. Lo más importante en este  relato es la respuesta de total disponibilidad que manifiesta Samuel: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”.
En el evangelio, San Juan hemos escuchado la llamada de Jesús a los primeros discípulos. De este relato evangélico reflexionamos sobre dos aspectos: el testimonio y la experiencia

EL TESTIMONIO:

Andrés y el otro discípulo – que es San Juan – descubren a Jesús gracias al testimonio de Juan Bautista. Simón Pedro encuentra a Jesús por el testimonio de su hermano Andrés.  Suele ocurrir así, la llamada del Maestro se hace sentir directamente o a través del testimonio de otros.

Ser cristiano es dar testimonio de Jesús  para conducir a la gente hasta  El. Ese testimonio sigue siendo necesario. Mucha gente vive sin rumbo. Algunos comienzan a sentir con fuerza la necesidad de vivir de manera diferente, más humana, más plena. Encontrarse con Jesús puede ser para ellos la gran noticia. Nosotros se lo hemos de indicar con nuestro testimonio. Los creyentes somos misioneros. Testigos desprendidos y  humildes, porque no se trata de ganar personas para nosotros, sino de ganarlas para el Señor.

EXPERIENCIA

Además del testimonio, en el evangelio de hoy resalta otro aspecto: la experiencia.
Los discípulos preguntan a Jesús: Maestro, ¿dónde vives?: No le preguntan por su doctrina, aunque lo aceptan como maestro, sino por su vida. Esto nos está indicando algo muy importante en la fe cristiana: la necesidad de la experiencia de encuentro con Jesús; Quieren que les enseñe dónde vive, cómo vive, y para qué. Desean que les enseñe a vivir.  No se trata de aprender una doctrina, sino de compartir la vida,
de conocer directamente el modo de vivir de Jesús, de encontrarse con Él.
 "Venid y lo veréis": La respuesta de Jesús no es un discurso, sino una invitación a la experiencia: "Venid y lo veréis". Haced vosotros mismos la experiencia. Venid a vivir conmigo y descubriréis cómo vivo yo, desde dónde oriento mi vida, cuál es el centro y motor de mi existencia y de mi estilo de vivir.

Hoy es urgente la experiencia de encuentro con Jesús. Sólo conviviendo con Jesús aprenderemos a vivir como él. No basta que te lo cuenten. Es necesaria la experiencia de encuentro con el Señor. Para los primeros seguidores de Jesús, la experiencia fue determinante.

Jesús, para mucha gente es sólo un modelo ético que denuncia las injusticias e invita a la fraternidad; para otros Jesús es un hermoso sentimiento estético que ha inspirado a artistas de todos los tiempos. Para muchos, la persona de Jesús se pierde detrás de los ritos, de las normas, las instituciones eclesiales…

Pero Jesús es más que un imperativo ético, o un sentimiento estético, la fe en Jesús  no se puede reducir  al cumplimiento de unos ritos,  de unas normas, y unas tradiciones venerables… es necesario alcanzar la experiencia de encuentro con Jesús vivo. Hemos tener experiencia de que él es el Cordero de Dios, el que sustituye al cordero pascual, cuya sangre salvó de la muerte a los primogénitos de los israelitas, cuando eran esclavos en Egipto. Jesús, sacrificado en la cruz, es el Cordero de Dios que salvó y salva a la humanidad del pecado y de la muerte. La experiencia de encuentro con el Señor hace que Andrés le diga a Pedro: “Hemos encontrado al Mesías” y que la llamada culmine con la respuesta, personal y libre, de seguir a Jesús. 

Hoy es urgente un nuevo estilo de cristianismo. Un cristianismo testimonial, es decir, un cristianismo misionero y un cristianismo experiencial, es decir, basado en la experiencia personal de encuentro  con Jesús  solo así seremos capaces de responder de manera incondicional a la vocación o llamada que el Señor sigue haciendo.

 Secundino Martínez Rubio

sábado, 10 de enero de 2015

DOMINGO DEL
BAUTISMO
 DEL SEÑOR

Evangelio Mc 1, 6b-11
En aquel tiempo proclamaba Juan: -Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco ni agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.
Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán. Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma. Se oyó una voz del cielo: -Tú eres mi Hijo amado, mi preferido.
Reflexión

Presentación "oficial" de Jesús en público

La fiesta del Bautismo del Señor, que hoy celebramos, cierra el ciclo litúrgico de Navidad. Hemos contemplado y celebrado el gran misterio de Dios que se hace hombre y nace en medio de nosotros. La fiesta del Bautismo del Señor es como LA CONCLUSIÓN de la Navidad. Es la proclamación pública de lo que significa Jesús. Es otra “epifanía”, es decir, otra manifestación de Jesús. El Padre y el Espíritu se hacen presentes en el Jordán  y nos revelan que Jesús es el Hijo de Dios, la palabra que Dios tiene que decir a los hombres.

¿Quién es Jesús?:

Antes de comenzar su vida pública, Jesús acude a ser bautizado por Juan, en el río Jordán. Jesús no recibe este bautismo porque lo necesite. Con este hecho hace suyo el gesto del Siervo de Yahvé, profeta solidario que carga sobre sí los pecados del mundo. En El Bautismo de Jesús,  en primer lugar, se nos manifiesta que Jesús es el Hijo amado de Dios, el Mesías Ungido por el Espíritu Santo: Es la Palabra de Dios que habita ya entre nosotros. Es el Mesías, esperado por el Pueblo de Israel,  que ya ha llegado; que está en la fila de los hombres

¿Cómo es Jesús?:

En segundo lugar, en el Bautismo de Jesús se nos manifiesta el modo de ser Mesías. Su estilo no será el de la fuerza y el poderío, sino el estilo del siervo de Yahvé, que había anunciado Isaías (primera lectura): no gritará, no clamará, no voceará por las calles, traerá una nueva justicia al mundo. Estará cerca de los que se sienten rotos como cañas cascadas, apoyara a los que andan vacilantes, como velas temblorosas. Su estilo será el de Siervo: servir. Así es como lo anuncia Isaías. Y así es como también hemos escuchado que retrata a Jesús su discípulo Pedro:"Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo porque Dios estaba con él..."
Seguir a Jesús y de este modo

Cada uno de nosotros, por el bautismo somos “injertados” en Cristo. También somos ungidos y escuchamos las mismas palabras del Padre. El Espíritu hoy nos envía al mundo a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad. A este Hijo es al que hemos de seguir. A este Cristo es al que nosotros nos hemos unido por el Bautismo y eso significa dos cosas:

Primera: Que ese Hijo, el Amado del Padre, es el que trae la salvación. Que Él es el único Salvador de nuestras vidas rotas como cañas, vacilantes como velas, machacadas por la dureza de la vida y de la muerte. No hay otro nombre del que podamos esperar la salvación. A Él estamos unidos por nuestro Bautismo y a Él hemos mirar, escuchar y seguir.

Segunda: mirar, escuchar y seguir al Hijo Amado, significa también que, unidos a Él por el Bautismo, estamos llamados como Él a ser anunciadores de la salvación de Dios y hemos de hacerlo con su estilo: el del siervo. Siendo pacientes con los que vacilan, dando ánimos y apoyando a los que se encuentran rotos. Luchando por una justicia nueva en el mundo. Despojándonos de nuestros rangos, haciéndonos como Él humildes, pequeños, servidores, uno de tantos, acercándonos y poniéndonos en la fila de los hombres y mujeres, y a su servicio. Para ello también nosotros recibimos la fuerza del Espíritu Santo, que descendió sobre nosotros en nuestro Bautismo

Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto” nos dice la voz del cielo. Éste, y de ese modo. Pidamos hoy a Dios que nos ayude a reconocer a Jesús como el Mesías, Hijo de Dios, único Salvador.  Y a seguirle siendo como Él, viviendo como Él.
Secundino Martínez Rubio

sábado, 3 de enero de 2015

DOMINGO 2º
DESPUÉS DE NAVIDAD

Evangelio Jn 1,1-18
  
E
n el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. 

La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió.
       
Surgió un hombre, enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz. 

La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios. 

Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo: «Éste es de quien dije: "El que viene detrás de mí, pasa delante de mí, porque existía antes que yo"». Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la Ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.

Reflexión

La celebración de la Navidad tiene muchas fiestas con matices propios: La Sagrada Familia, Santa María Madre de Dios, Epifanía, Bautismo del Señor. Se trata de celebrar aspectos diversos del misterio inagotable de la Encarnación del Hijo de Dios.
Hoy, domingo segundo de Navidad, no tiene un tema especial. Las lecturas nos invitan a una nueva profundización del misterio central de la Navidad. Estos días  hemos visto  el Nacimiento de Jesús fijándonos, sobre todo, en los detalles históricos en que se desarrolló. Hoy se trata  mirar en profundidad, de contemplar en hondura, el misterio de la Encarnación y su  significado.
San Juan nos presenta la hondura del misterio e la Encarnación. Dice en el Evangelio que la Palabra era Dios… se hizo carne y acampó entre nosotros… “En la Palabra había VIDA, y la vida era la LUZ de los hombres… vino a los suyos pero no la recibieron…” No podemos leer el texto del Evangelio como algo del pasado, sino dicho para nosotros hoy. Cristo es hoy VIDA Y LUZ
Nosotros buscamos vida, porque intuimos que la vida verdadera es otra cosa distinta a “ir tirando”;  a veces oímos decir eso de: “esto no es vida”,  “esto es un sin-vivir”. Sufrimos descorazonados bajo el peso del cansancio y del desaliento. Estamos llenos de cosas, pero vacíos de vida; buscamos una vida con sentido, para no caer en una vida in-sensata. Y nos dice el Evangelio que Jesús es  VIDA

Hoy las personas buscamos luz: Los vendavales de la vida, con sus penas y pesares, apagan la lámpara de la Fe. Muchas veces andamos desorientados y caminamos  muy deprisa, pero sin rumbo y sin meta, buscando a tientas una luz que ilumine nuestro vivir ¡y nuestro morir! Y nos dice el Evangelio que Jesús es  LUZ

Dice el Evangelio que Jesús es vida y luz. Y que vino al mundo, pero no fue recibido. Pero a los que lo reciben les da otra vida: la de hijos de Dios. Por  eso este Evangelio de hoy nos invita:

 A DESCUBRIR la Palabra de Dios. Descubrir a Jesús que está con nosotros, que acampa entre nosotros, en las personas, en las situaciones, en la historia, en la Comunidad, en los pobres, en la Eucaristía… Descubrir a ese Dios en nuestra historia será lo primero.

A ACOGER la Palabra de Dios, dejarla nacer en nuestro interior, en el corazón, en la vida, porque a quienes la acogen les da luz y vida, los hace hijos de Dios. Hijos, no esclavos.

A ESCUCHAR la Palabra, escuchar a Jesús. De otro modo ¿A quién iremos? ¿Qué palabras escucharemos? ¿Qué voces seguiremos? ¡Si sólo Él tiene palabras de vida eterna!

A MEDITAR la Palabra, guardarla en el corazón, hacerla vida de nuestro vivir y de nuestro morir.


A ANUNCIAR  la Palabra. Decirla, confesarla, pronunciarla entre la gente, entre los hombres y mujeres que conviven con nosotros, porque la Palabra vino para ser LUZ Y VIDA para todos, y necesita testigos que, como el Bautista, la den a conocer.
                                             Secundino Martínez Rubio

jueves, 1 de enero de 2015

Oraciones 
para año Nuevo



SEÑOR: para este día
de año nuevo te pido
antes que la alegría,
antes que el gozo claro y encendido,
antes que la azucena
y que las rosas,
una curiosidad ancha y serena,
un asombro pueril frente a las cosas...

Quiero que ante el afán de mi mirada,
enamorada y pura,
todo tenga un misterio de alborada
que me deslumbre a fuerza de blancura.

Quiero ser el espejo con que el río
convierte en gozo nuevo la ribera:
quiero asombrarme del estío
y enamorarme de la primavera.

Señor y Padre mío:
dame el frescor de esta pradera llana,
riégame del rocío
de tu mejor mañana.

Hazme nuevo, Señor,
y ante el cielo, y los campos y la flor,
haz que mi asombro desvelado diga:
Señor... ésta es la rosa, ésta es la espiga...
¡y esto que llevo dentro es el amor! 

José María Pemán 

UN NUEVO RELOJ 
Hoy me he encontrado en las manos
con tus regalos, Señor:
nueva vida,
nuevo tiempo,
nueva lluvia, nuevo sol (…)

Por eso, para este tiempo
que estreno con ilusión,
quiero, Señor, y te pido
también un nuevo reloj.

Un reloj que mida el tiempo
como lo mide tu amor:
que se pare cuando lleguen
las gentes a mi rincón
para escuchar compartiendo,
alegrías y dolor.

Un reloj que me sitúe
la mente y el corazón
en el momento presente
que es tu momento, Señor,
en el quehacer cotidiano
que es lugar de encarnación.

Un reloj que mida el tiempo
con tu paciencia, Señor;
con el ritmo y la medida
universal del amor;
despertador de rutinas
vigilante ayudador;
que nunca mida la entrega
del tiempo y del corazón.
Elvira Martínez,