miércoles, 30 de diciembre de 2015

Dame un nuevo reloj

Hoy me he encontrado en las manos con tus regalos, Señor:
nueva vida, nuevo tiempo, nueva lluvia, nuevo sol...
Por eso, para este tiempo que estreno con ilusión,
quiero, Señor, y te pido también un nuevo reloj.

Un reloj que mida el tiempo como lo mide tu amor;
que se pare cuando lleguen las personas a mi rincón,
para escuchar, compartiendo, alegrías y dolor.

Un reloj que me sitúe la mente y el corazón
en el momento presente, que es tu momento, Señor,
en el quehacer cotidiano, que es lugar de encarnación.

Un reloj que mida el tiempo con tu paciencia, Señor:
con el ritmo y la medida universal del amor;
despertador de rutinas, vigilante, ayudador;
que nunca mida la entrega del tiempo y del corazón.
Con la vida, con el tiempo que hoy me regalas, Señor,
para darme sin medida, espero un nuevo reloj.

                                                                      Elvira Martínez
 

miércoles, 16 de diciembre de 2015


DOMINGO IV

 DE ADVIENTO (C)

EVANGELIO Lc 1,39-45

E
n aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías, y saludó a Isabel.

En cuanto Isabel oyó el saludo de María, salto la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo, y dijo a voz en grito: -¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!

¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. ¡Dichosa tú que has creído!, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá. 

REFLEXIÓN
En el  Adviento la Palabra de Dios hace un recorrido curioso: En Las primeras semanas Isaías nos dejó imágenes que expresan el cumplimiento de la promesa de la que vive Israel: que Dios mismo se hará presente en medio de su pueblo y que esa presencia será la renovación de todas las cosas, la sanación de todas las heridas, el fin de toda limitación que oprime nuestra existencia, de todo dolor y de toda injusticia.
 Por el 2º domingo de Adviento apareció Juan Bautista con un mensaje distinto. Juan no es el profeta que tiene que sostener la esperanza de un pueblo decaído y machacado. No habla de alegría y de renacimiento. Juan es un profeta duro. Es el que da el último aviso.  El Señor se acerca y uno tiene que poner su vida en consonancia con Él si quiere recibirle. Pero el Bautista también anuncia la llegada de una novedad radical, la transformación de todas las cosas.
En este 4º domingo de Adviento el escenario es muy distinto. La salvación se anuncia no en un escenario público como el de Isaías o el Juan, sino en la intimidad de una mujer: María, que en una aldea perdida, en soledad, recibe una propuesta desconcertante: traer al mundo a un niño, cuidarlo y protegerlo, porque ese niño es la máxima cercanía de Dios a la humanidad, Dios-con-nosotros; tan cercano que es uno de nosotros, uno de tantos (Flp 2,7). Parece que, a medida que se va aproximando el Dios Altísimo, todo se hace más pequeño, más humilde,  sencillo y  cotidiano.
Parecía que al principio del Adviento nos anunciaban una cosa y lo que al final nos dan es otra, que lo que se nos promete al inicio no se corresponde con lo que encontramos al final. O quizá es que la promesa se realiza al modo de Dios, que no coincide siempre con el nuestro, y que las dos cosas están unidas: Dios viene a transformarlo todo adentrándose en lo nuestro y cargando con ello.
En la primera lectura, el profeta Miqueas, ante la situación difícil que está viviendo su pueblo, se plantea una pregunta: ¿De dónde vendrá la salvación? Y responde diciendo: No vendrá de Jerusalén orgullosa  y altiva, sino de la pequeña y humilde aldea de Belén. Y esto, porque Dios, no elige para  su acción salvadora a la riqueza, el poder, la relevancia.... sino a la sencillez, lo humilde y pequeño. Belén, una aldea humilde frente a la importante Jerusalén, será la elegida para que en ella nazca el salvador de los hombres. María, humilde, sencilla, pequeña a los ojos de los hombres, será también la elegida. Porque como ella mismo dijo: “El Señor dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes”.
La segunda lectura, de la carta a los Hebreos, pone en boca de Cristo esta frase: “Tú no quieres sacrificios ni ofrendas... Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad.” Esta disponibilidad de Cristo, para que el Padre obre a través de Él la salvación, es una actitud que se repite en María: “He aquí la esclava del Señor. Hágase en mi según tu palabra.” Y es una actitud que debería asumir cada cristiano, cada comunidad. Estar disponibles para servir, para ayudar, para amar. Para que Dios ame a través nuestro, para que consuele con nuestras palabras, para que acompañe con nuestra presencia. Estar disponibles para Dios es vivir en actitud de servicio y de entrega.
 El Evangelio nos presenta a María visitando a su prima Isabel. El amor cristiano es servicial; El cristiano acude puntual, y aprisa,  a la cita del amor que nos reclama junto al que nos necesita.
 Antes de entrar a celebrar el Nacimiento del Hijo de Dios, es bueno que miremos a María, protagonista de la Navidad, para imitarla.
Secundino Martínez Rubio

viernes, 11 de diciembre de 2015

DOMINGO III
ADVIENTO (C)

Evangelio Lc3,10-18

E
n aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan:  Entonces, ¿qué hacemos? El contestó: El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene y el que tenga comida, haga lo mismo. Vinieron también a bautizarse unos publicanos; y le preguntaron: Maestro, ¿qué hacemos nosotros? El les contestó: No exijáis más de lo establecido. Unos militares le preguntaron: ¿Qué hacemos nosotros? El les contestó: No hagáis extorsión a nadie, ni os aprovechéis con denuncias, sino contentaos con la paga. El pueblo estaba en expectación y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. El os bautizará con Espíritu Santo y fuego: tiene en la mano la horca para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga. Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba la Buena Noticia.

Reflexión

ADVIENTO TIEMPO DE ESPERANZA

Estamos en el tercer domingo de Adviento, TIEMPO DE ESPERANZA. El profeta Sofonías (1ª Lectura) alienta una esperanza confiada: “No temas, no desfallezcan tus manos”. San Pablo (2ª Lectura) nos invita a la esperanza alegre: “Estad siempre alegres”. Juan Bautista (Evangelio) invita a una esperanza activa: “¿qué tenemos que hacer?” La respuesta: compartir con el que no tiene

Esperanza  CONFIADA: “No temas, no desfallezcan tus manos”. (Sofonías)
 La confianza es una actitud cada vez menos frecuente. La gente quiere «amarrar» su futuro y se fía más de lo que ella hace que de lo que espera de los demás. En conjunto, la situación presente y las perspectivas de futuro no invitan  mucho al optimismo. No tenemos ninguna garantía de que las cosas vayan a ir mejor. Pero, los creyentes, sí tenemos garantía revelada de que Dios quiere salvar al mundo, a este mundo, y ese es el fundamento de nuestra confianza, que ponemos en manos de Dios superando nuestros miedos.
Hemos de sosegar nuestros temores, con confianza en Dios. Confiamos a Dios no sólo nuestro pasado y nuestro presente, sino, sobre todo, nuestro futuro individual y comunitario. Esperanza Confiada

Esperanza ALEGRE:Estad siempre alegres”.(S. Pablo)
 Estamos en  tiempos difíciles, que producen en muchos cristianos un estado de abatimiento, de tristeza. La nostalgia de lo que fue y puede que nunca vuelva. El sentimiento de decadencia, el temor a quedar reducidos a un residuo insignificante, el miedo al laicismo que expulsa de la sociedad el hecho religioso… son preocupaciones que entristecen a muchos. Podríamos decir que, en general, que es el «síndrome de atardecer», y no el «síndrome de amanecer» el que predomina en nuestro ambiente. Y, sin embargo, también hay gente, que viendo las mismas dificultades y siendo sensibles a ellas, viven su fe en alegría y paz. No son más ingenuos ni más idealistas que los demás. Pero son los que tienen razón, los que reaccionan evangélicamente ante la situación.
Porque, aunque en muchos la fe se vaya debilitando e incluso desaparezca, nada ni nadie puede ni debe arrancarnos la alegría de creer, de haber puesto nuestra confianza en Jesús, de quererle con el corazón, de sentir su presencia junto a nosotros, de sabernos habitados y sostenidos por su Espíritu, de vernos congregados en torno a su Palabra y su Eucaristía, de sintonizar con los más necesitados y gozar ayudándoles. Esperanza ... alegre

Evangelio: Esperanza ACTIVA (Evangelio)
Tres veces repite el Evangelio de hoy la misma pregunta formulada al Bautista por «la gente», por «unos publicanos» y por «unos militares». No se preguntan lo que hay que pensar, ni lo que hay que estudiar, ni  lo que hay que creer, sino lo que hay que hacer: son hombres y mujeres que se atreven a enfrentarse a su propia verdad y están dispuestos a transformar sus vidas.
¿Qué podemos hacer nosotros? El Bautista señala lo que tenemos que hacer: «El que tenga dos túnicas que las reparta con el que no tiene...; no exijáis más de lo que tenéis establecido...; no hagáis violencia a nadie,  no os aprovechéis...».

Según el Bautista, la conversión exige “aventar la parva” (saber seleccionar o elegir), “reunir el trigo” (ir a lo más importante y no quedarse en las ramas)  Es hora ya de ir a lo esencial,  de actuar. No podremos quitar todo el mal del mundo, pero podemos empezar a limpiar un poco nuestra vida. En estos tiempos tan duros, la invitación de Juan Bautista a la conversión, cobra nueva actualidad. Acoger la buena nueva de la venida del Señor conversión. Nuestros hechos nos acercan o alejan de la llegada del Señor. Ellos la hacen posible o la dificultan. Esperanza Activa.
Secundino Martínez Rubio





lunes, 7 de diciembre de 2015

SOLEMNIDAD
DE LA INMACULADA
CONCEPCIÓN

Evangelio  Lc 1,26-38
E
n aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» 
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.» 
Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?" 
El ángel te contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.» 

María contestó: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y la dejó el ángel.



Reflexión
Fiesta de la Inmaculada
Celebramos la Fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen María. Esta fiesta no significa que la Virgen María fuese concebida y que naciera de una manera especial, y distinta a la nuestra. María fue concebida como nosotros, por el amor de su padre y su madre (a quienes la tradición conoce con los nombres de  Joaquín y Ana).

Dogma de la Inmaculada
El dogma de la Inmaculada Concepción significa que, por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, María fue preservada limpia, desde el primer instante de su concepción, de toda mancha de pecado original, aquel pecado contraído por la humanidad como consecuencia del pecado cometido por nuestros primeros padres.

Es decir, que por su íntima comunión de vida y de destino con Cristo, María, desde el primer instante de su existencia, se ha visto rodeada por el amor del Padre, por la gracia del Hijo y por la comunión del Espíritu. Por ello, ha sido preservada de toda sumisión o complicidad con el mal, tanto interior como estructural.

María nuestro modelo
El privilegio de María no la separa de la humanidad ni de la iglesia, porque la Inmaculada tiene la función de ser modelo para la comunidad cristiana y cada uno de sus miembros. María es el comienzo de un mundo nuevo animado por el Espíritu. En la Virgen Inmaculada encuentra la Iglesia su futuro esperado. Por eso, hoy es una fiesta también nuestra. La Virgen María, es como diremos en el prefacio: "comienzo e imagen de la Iglesia”. Ella es la "primera cristiana", la primera salvada y, por tanto, el primer miembro de la nueva comunidad de Jesús. En la mejor hija de esta humanidad estamos representados, un poco, todos los que intentamos seguir a Jesús. Así como Adán llamó a su mujer "Eva", que significa "madre de todos los vivientes", como hemos leído en el Génesis, así María es la nueva Eva, y la podemos mirar como modelo de fe, motivo de esperanza, Madre de los vivientes, porque nos dio a Cristo, y ella misma acogió con gozo la salvación de su Hijo.

Este don de Dios a María, para hacerla la “digna morada” de su Hijo, no impide que la tengamos como modelo de creyente, y que a ella dirijamos nuestra mirada.

Llena de gracia, María permanece  hija de esta tierra, unida a esta historia concreta. Si ha sido preservada del pecado, la Inmaculada no ha estado exenta de los sentimientos humanos más intensos y vitales, de los límites y condicionamientos de su cultura, del sufrimiento del camino, de la maduración y de la peregrinación en la fe. Pero, a diferencia de nosotros, pecadores, María bajo el influjo de la gracia ha puesto todos sus impulsos y tendencias al servicio del Plan de Dios.

Que María nos bendiga
En  esta fiesta de hoy porque podemos intuir cuál es el plan de salvación que tiene Dios para todos nosotros, y  que ya ha empezado a cumplir en la Virgen. En ella ha quedado beneficiada y animada toda la humanidad. Nosotros también estamos destinados a la misma salvación que le fue concedida a María.

Que nuestra Madre Inmaculada, nos ayude a buscar la voluntad de Dios para seguirla con fidelidad en nuestra vida. Que ella haga nuestra existencia disponible en servicio permanente a los hermanos. Que nos mantenga unidos a su Hijo como los sarmientos a la vid.
Secundino Martínez Rubio

viernes, 4 de diciembre de 2015


DOMINGO 

II ADVIENTO (C)

EVAGELIO Lc 3,1-6


E
n el año quince del reinado del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes virrey de Galilea, y su hermano Felipe virrey de Iturea y Traconítide, y Lisanio virrey de Abilene bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la Palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.

Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del Profeta Isaías: «Una voz grita en el desierto: preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios.»


REFLEXIÓN

La historia de Jesús acaece en un tiempo bien determinado (el año 15 del emperador Tiberio), en un lugar bien preciso (el desierto), en una persona bien concreta (Juan, hijo de Zacarías).
La Palabra de Dios nunca es abstracta, nos interpela a la comunidad y a cada uno para concretar en tiempo, lugar y personas el anuncio de salvación. Este Adviento debemos recibir la llamada de Dios en nuestras circunstancias concretas, no al margen de ellas.

 El lugar de la llamada de Juan es  el desierto. Es el lugar del silencio, de la soledad, de la escucha la Palabra de Dios. No todos los lugares son escogidos por Dios para manifestar su voluntad: frente a la lista de autoridades, y de lugares asociados a ellas (Tiberio, Pilato, Herodes, su hermano Felipe, Lisanio, Anás y Caifás) es el desierto el espacio privilegiado, del que surge y se multiplica la presencia salvadora de Dios (su palabra viene en el desierto a una persona, pero toda carne verá la salvación de Dios).
 Adviento es un buen tiempo para hacer desierto, para hacer silencio, para dejar que la Palabra de Dios resuene en nuestros adentros.

Juan escuchó a Dios y se dejó transformar por Él. Su vida cambió, no se quedó parado, encerrado en sus cosas, no se acomodó en el desierto, se puso en camino y fue anunciando la llegada del Mesías y animando a los demás a preparar su venida. El Bautista prepara al pueblo para recibir la salvación de Dios. Su voz es una llamada a la conversión, al cambio, a la transformación, para que todos reciban la salvación de Dios. La proclamación de Juan exige dejar atrás una determinada forma de vivir, o de entender la vida, y es un punto de partida para abrazar algo nuevo. ¿Cómo se puede sustanciar ese mensaje en tu vida hoy? ¿Hemos acogido nosotros la Palabra de Dios, como Juan? Benedicto XVI hablaba de la anemia de la fe de los creyentes. Nosotros, los que  nos confesamos creyentes ¿no tendremos una fe anémica? ¿Que sucede si comparamos nuestra fe con los criterios evangélicos: Amar  a Dios sobre todo; no estar obsesionados por el mañana, vivir las bienaventuranzas, haber encontrado el tesoro, la perla de gran valor por los que se deja todo lo demás…? ¿Hemos acogido al Señor? ¿Tenemos experiencia de encuentro con Él, o nuestro cristianismo se reduce a ritos, creencias, tradiciones, tareas etc.?

Las palabras proféticas de Isaías son dirigidas a un pueblo derrotado que, sin embargo, vuelve a su tierra. A un pueblo así, Isaías pide que se le den todas las facilidades para que su camino no sea costoso ni largo. Más que una interpelacion moral personal, es una llamada urgente al compromiso por hacer llegar, cuanto antes, la experiencia de salvación de Dios a los heridos de la vida. En medio del "desierto espiritual" de la sociedad moderna ¿Cómo abrir caminos para que “todos vean la salvación de Dios”? Llevamos mucho tiempo hablando de Evangelización y de nueva evangelización. No parece que la Iglesia en su conjunto estemos  dando respuesta a esa necesidad. ¿No será que lo que tiene que cambiar es nuestra forma de creer?¿Nuestra fe se reduce a ritos, costumbres, tradiciones, cumplimientos, compromisos, tareas… que son cosas probablemente necesarias, pero insuficientes sino hemos acogido primero la Palabra de Dios en nuestro vivir diario?
Adviento es tiempo de conversión.

 Secundino Martínez Rubio