DOMINGO V
DE PASCUA (B)
Evangelio Jn 15,1-8
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: -Yo soy la verdadera
vid y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca,
y al que da fruto lo poda para que dé más fruto. Vosotros estáis limpios por
las palabras que os he hablado; permaneced en mí y yo en vosotros. Como el
sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco
vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el
que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis
hacer nada. Al que no permanece en mí, lo tiran fuera, como al sarmiento, y se
seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí y
mis palabras permanecen en vosotros, pediréis lo que deseéis, y se realizará.
Con esto recibe gloria mi Padre,
con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos
Reflexión
El Evangelio de hoy Jesús se presenta como la vid verdadera y repite dos elementos
esenciales para ser discípulo de Cristo: permanecer
en Él y dar fruto.
Permanecer unidos a la vid, que es Cristo, es la condición indispensable para
dar fruto: “Como el sarmiento no puede
dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no
permanecéis en mí”, y dar frutos
es la forma de dar gloria al Padre y ser discípulos del Señor: "Con
esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis
discípulos míos".
La unión con Cristo y el dar frutos no se
pueden identificar, pero tampoco pueden separarse en la vida cristiana, de lo
contrario generan tipos de cristianismo insuficientes.
a) El cristianismo que
pretender estar unido a Cristo, pero sin dar frutos:
Es el espiritualismo
desencarnado. Muy unido a Cristo, pero sin vivir cómo él, sin luchar por lo
que el luchó, sin juntarse con los que él se juntaba, sin decir y hacer lo que
él, sin proseguir su causa, huyendo de su cruz ; sin vivir ni morir con la
esperanza que él lo hizo. Un cristianismo que ve en Cristo al divino esposo, pero no quiere ver en él
al divino con-sorte (consortes son
los que corren la misma suerte).
La fe se reduce al
bienestar emocional. Y es cierto que la fe alcanza nuestro sentimiento, pero no se
reduce a sentimiento. Alcanza la emocionalidad. Pero, la fe no se reduce a los
sentimientos de la fe. Ni la religión a sentimentalismo.
Un Cristianismo sin frutos es también la postura de un cristianismo reducido a mera costumbre o
tradición, en el que la fe no pasa de ser algo heredado, que nunca ha
llegado a ser fruto de una opción personal y que no va más allá de unos ritos y
costumbres.
Es bueno recibir la fe de nuestra tradición, pero la fe no se
reduce a una costumbre heredada, ha de ser una opción de cada uno.
Son formas
insuficientes de vivir el cristianismo. Porque no es suficiente vivir unidos a Cristo, es
necesario vivir como Él dando los frutos de obediencia al Padre y servicio a los
hombres como Él.
b) El cristianismo que pretende dar
frutos, pero sin permanecer en Cristo
Postura
contraria a la anterior, es la que reduce
la fe a un compromiso generoso, la
Iglesia a una ONG, la vida cristiana a voluntariado social, el cristianismo a
una ética generosa de la solidaridad. Un
cristianismo de “tareas”.
Es cierto: la fe cristiana contiene una ética,
pero no se reduce a ética. Desde siempre ha predicado la Iglesia el amor al
prójimo y, especialmente, a los pobres como constitutivo esencial de la fe
cristiana y como verificación inexcusable del amor a Dios. Todo esto es verdad,
mucha verdad. Pero el componente ético de nuestra fe, ha de ocupar su lugar,
sin invadir todo el espacio o monopolizar el conjunto de la fe cristiana.
El encuentro
con Dios comporta una serie de consecuencias para la vida ética, de igual modo
que la calidad ética de las personas favorece o dificulta el conocimiento de
Dios (cf. Rom 1,18-32); pero lo religioso contiene una identidad y
singularidad propia que no es reductible a lo ético. El cristianismo incluye
una ética y muy exigente. Pero alimentada desde la vida de fe, de encuentro con
Dios y desde la acción de gracias. El indicativo precede al imperativo. Benedicto XVI nos los dijo claro:"No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva"(Deus Caritas Est n.1)
Ser con Cristo, ser como El, ser
en El.
No hay cristianismo sin comunión con Cristo. Él es la vid, nosotros los
sarmientos que carecen de vida si no están unidos a la vid. La fe se desfigura si olvida que, antes que nada, es un encuentro
personal con Cristo, para ser como Cristo, y llegar a vivir en Cristo. «El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante, porque sin mí
no podéis hacer nada».
SECUNDINO MARTINEZ RUBIO