miércoles, 27 de mayo de 2015

 SANTÍSIMA TRINIDAD

El Domingo celebramos la Fiesta de la Santísima Trinidad. Misterio fundamental del mensaje cristiano. La síntesis del misterio es que “Dios es amor” ( Jn 4,8 )

El Amor califica la relación de Dios con los hombres y con la creación. La Historia de la Salvación es la historia de ese Amor de Dios, que nos creó por amor y que, cuando pecando nos alejamos de su amor, no nos abandonó, y, en la inmensidad de su amor, envió a su Hijo al mundo, que nos amó con el amor más grande, el que da la vida por los amigos. Por eso, la Cruz y la Resurrección son la declaración más grande del amor de Dios.

El amor no sólo califica la relación de Dios con nosotros, sino que define el misterio intimo de su ser: Dios ES amor. Y, si es amor, no puede ser un solitario; Dios es relación, comunidad de amor. Y así se nos ha revelado:

El Padre: eterno Amante. Que ama desde siempre. Fuente del amor. 
El Hijo: eterno Amado. Que acoge desde siempre el amor: eterno agradecimiento. Hecho hombre, se une nosotros: por eso el Padre, amándole, nos ama nosotros que estamos unidos a Él. Amados en el Amado, capaces de recibir el Amor, que es la vida eterna de Dios.
 El Espíritu Santo: eterno Amor. Que procede del amor del Padre y del Hijo. Es el vínculo, el abrazo, el beso de amor entre el Padre y el Hijo. Aquel en el que el amor está siempre abierto a darse, a “salir de si”: por eso le llamamos don de Dios, fuego que enciende en nosotros la capacidad de devolver el amor con amor.

Dios es Trinidad. Eterno encuentro de amor, que une a los Tres que son Uno. Esta comunión trinitaria, salvando la infinita distancia que separa al cielo y la tierra, es fuente y modelo de la comunidad humana que, sobre la individual dignidad de sus miembros, y respetando la originalidad y diversidad de cada uno, construye la unidad común; y cuanto más unidad más respeto a la diferencia (la unidad diversifica) y cuanto más diferentes más enriquecimiento de la unidad.
Santísima Trinidad. Eterna historia de amor narrada de manera admirable en la Cruz. Misterio de amor del que venimos, en el que nos movemos y existimos y hacia el que caminamos. Misterio del que, como ves, solo sé balbucear


lunes, 25 de mayo de 2015

RETIRO DE ORACIÓN


No olvides que
TE ESPERO





NO ESPERES
que te olvide


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Miércoles, 27 de mayo
19:00 h, Salón Parroquial

jueves, 21 de mayo de 2015

DOMINGO DE PENTECOSTÉS (B)

Evangelio Jn 20, 19-23
Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. En esto entro Jesús, se puso en medio y les dijo: -Paz a vosotros.
Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: -Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.
Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: -Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos

Reflexión

Fiesta de Pentecostés.

Celebramos la fiesta de Pentecostés, que concluye el tiempo Pascual. “Pentecostés” significa cincuenta, pues esos son los días que han pasado desde que  celebramos la resurrección de Jesús.

En esta fiesta celebramos la venida del Espíritu Santo, que transformó profundamente a los primeros discípulos, Los cuales, al recibir el Espíritu Santo, pasan de ser un grupo de atemorizados y escondidos seguidores a ser una comunidad de entusiasmados anunciadores de la buena noticia. Por eso, Pentecostés es también la fiesta del nacimiento de la Iglesia.

1. La venida del Espíritu Santo

Espíritu Santo” es el nombre que designa a la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, el amor perfecto y total entre el Padre y el Hijo. Hemos  de reconocer que nuestro lenguaje es incapaz de expresar, este  misterio, el más hondo de nuestra fe.

Los discípulos vivieron la experiencia única de sentirse totalmente inmersos en el Espíritu de Dios, en su Amor. Esta experiencia de sentirse amados por Dios y acogidos en su intimidad, en su vida divina, cambió radicalmente su manera de ver, de pensar y de actuar. La experiencia de amor, (que lo digan los enamorados) cambia la vida, y la experiencia del Amor Absoluto la cambia absolutamente.

2. El nacimiento de la Iglesia:

Dice el Evangelio que los discípulos estaban “con las puertas cerradas”: aislados, recluidos,  y…”con miedo”, están acobardados, sin aliento. Pero “entró Jesús y se puso en medio” y  les dijo: “Paz a vosotros”. La paz es el regalo del Resucitado. “Les enseñó las manos y el costado”. No es una quimera, ni un fantasma, es el Señor, el mismo del Calvario. Y…“se llenaron de alegría” que es el sentimiento fundamental de la fe pascual. Es la experiencia de la Resurrección.

Y, a esa Iglesia que ha tenido experiencia de su Resurrección, le manda el Señor continuar su misión: "Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo".  Ahí nace la Iglesia, cuya identidad más profunda es ser misionera, Evangelizadora.

Pero para ser Iglesia evangelizadora, misionera por los caminos del mundo El Resucitado les comunica el Espíritu, Señor y dador de vida. "Sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo". Él es el Ruido que despierta de tranquilidades, el Impulso misionero, el Viento recio que empuja del Cenáculo a la calle, la Llama que calienta la comunión, Luz ilumina la misión, la Fuerza que nos capacita para afrontar la misión que pasará por la cruz, compañera imprescindible de camino. El Espíritu es el Alma  de la Iglesia «nos dio su Espíritu, que es el único y el mismo en la cabeza y en los miembros. Éste de tal manera da vida, unidad y movimiento a todo el cuerpo, que los santos Padres pudieron comparar su función a la que realiza el alma, principio de vida, en el cuerpo humano» (Lumen Gentium, 7).

Andamos buscando caminos de evangelización, soñando el Reino…, pero, sobre todo, tendremos que abrir las puertas al  Espíritu Santo,  que es el alma de la Iglesia (LG 7). Si nos falta su Amor, el Espíritu, no somos nada. El es Señor y dador de vida.

Secundino Martinez Rubio

miércoles, 20 de mayo de 2015

ABRIMOS LAS PUERTAS AL ESPÍRITU

 Corren aires nuevos. En ello estamos. Con fidelidad creativa queremos  responder a los nuevos desafíos y a las nuevas oportunidades evangelizadoras.

 Buenos son esos aires. Certifican que hay vida, que estamos en camino, que no tomamos el nombre de la Evangelización en vano. Pero, además de esos aires, necesitamos “EL VIENTO RECIO” del Espíritu, y ponernos “al aire de su vuelo”. De lo contrario corremos el peligro de que se nos cuelen en casa los aires de la cultura de la imagen, de la fachada y el relumbrón, de la apariencia y el efecto que produce, la moda de la cirugía estética, de lo “light”; y nuestro esfuerzo se lo llevaría el viento.

Por eso, necesitamos el Viento del Espíritu, para cimentar nuestros proyectos en el Señor, y ponernos en obediencia a su Plan, a su Proyecto.

 Por ello, lo primero abrir las puertas al Viento del Espíritu, el “Señor y dador de vida”, el Impulso que nos mueve para no aparcarnos en la rutina, el Viento recio que nos empuja a salir del Cenáculo a la calle, la Llama que calienta nuestra comunión y nos ilumina para ver los nuevos retos evangelizadores, el Ruido que nos despierta de nuestras tranquilidades, la Fuerza que nos capacita para afrontar la cruz, compañera imprescindible de camino.

 Analizamos los retos, perfilamos el proyecto, perfeccionamos las líneas, precisamos los objetivos, soñamos el Reino, pero…, sobre todo, abrimos las puertas al  Espíritu de Amor,  que es “el alma de la Iglesia” (LG 7).  

martes, 19 de mayo de 2015

VEN ESPÍRITU DIVINO

Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.

Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.

Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.

Mira el vacío del hombre
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado
cuando no envías tu aliento.

Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde
calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.

Reparte tus siete dones
según la fe de tus siervos.

Por tu bondad y tu gracia
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno.

lunes, 18 de mayo de 2015


¿Cuándo creemos 
en el Espíritu Santo?
(K. Rahner)

  • Cuando tenemos una esperanza total en la vida, a pesar de nuestras caídas y nuestra dudas.
  • Cuando se siente la desesperación y, sin embargo, se experimenta un consuelo interior que nadie nos puede quitar. 
  • Cuando experimentamos el desgarrón de la muerte propia o ajena y la sabemos asumir con fe y esperanza.
  • Cuando aceptamos libremente una responsabilidad, aunque no tengamos claras perspectivas de éxito y de utilidad. 
  • Cuando vivimos con serenidad y perseverancia la existencia de cada día, a veces amarga, decepcionante y aniquiladora, y la aceptamos por una fuerza, cuyo origen no podemos abarcar ni dominar.
  • Cuando nos entregamos sin condiciones y cuando el caer se convierte en un verdadero estar de pie.
  • Cuando en el fondo de nuestras interrogantes y nuestros conocimientos nos sentimos abrazados  por  un misterio que nos acoge y nos salva y que experimentamos como el fondo más profundo y auténtico de nuestro ser.
  • Cuando vivimos las tinieblas del aparente sin-sentido en nuestra vida, porque esperamos una  promesa que no podemos entender. 
  • Cuando vivimos las experiencias fragmentarias del amor, la belleza y la alegría,  como promesa del amor, la belleza y la alegría plena que un día recibiremos junto a Dios.
  • Cuando somos capaces de orar en medio de las tinieblas y el silencio, sabiendo que siempre somos escuchados, aunque no percibamos una respuesta que se pueda razonar. 






jueves, 14 de mayo de 2015


ASCENSIÓN
 DEL SEÑOR

Evangelio Mc 16,15-20
E
n aquel tiempo se apareció Jesús a los Once, y les dijo: -Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer, será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos, y si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos y quedarán sanos. El Señor Jesús, después de hablarles, ascendió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos fueron y proclamaron el Evangelio por todas partes, y el Señor actuaba con ellos, y confirmaba la palabra con los signos que los acompañaban.
Reflexión
Celebramos  la fiesta de la Ascensión. Las lecturas de la Palabra de Dios giran en torno a un único misterio: la vuelta  de Jesús al Padre que es, al mismo tiempo, el envío de la Iglesia al mundo entero.

1. La Ascensión como vuelta de Jesús al Padre: Lo fundamental es que Jesús, una vez resucitado, vive la misma vida de Dios y eso es lo que el evangelista trata de decirnos utilizando una simbología de aquel tiempo. La Ascensión significa que Jesús, como Hombre Nuevo, ha llegado a la culminación de su proceso, de tal manera que ahora Jesús “está sentado a la derecha de Dios”. Jesús viene del Padre y vuelve al Padre. Viene del Amor que es su origen y vuelve al Amor que es su destino.

En un mundo “cerrado en si mismo”, sin proyección ni futuro, sin apertura ni horizonte,  con la esperanza apagada y sin más expectativas que la fruición del presente, la Ascensión nos dice que esta vida está  abierta a otra Vida Definitiva.  Y solo desde la fe en ese futuro mejor, que anuncia la Ascensión del Señor,  vivimos intensamente y con sentido el presente peregrino. Los creyentes, no debemos quedar plantados en la tierra sin mirar al cielo

2. El envío de la Iglesia al mundo entero.  En la Ascensión la misión de Cristo pasa a ser misión de todos sus discípulos. La Ascensión es el inicio de la misión de la Iglesia. Misión que se funda en el envío y mandato de Jesús: “Id al mundo entero y proclamad el evangelio a toda la creación.” Esa es la vocación y tarea propia de la comunidad cristiana y de TODOS sus miembros: Los creyentes no podemos quedar, como aquellos galileos, plantados mirando al cielo, olvidándonos de la tarea en la tierra

a. La misión evangelizadora comporta primeramente el anuncio directo del evangelio. Anuncio  fiel y valiente, animado por el amor y bajo el aliento del Espíritu de Dios. Anuncio respetuoso con la persona, invitando, no imponiendo; ofreciendo la salvación de Cristo; respetando la autonomía propia del hombre y de las realidades mundanas, abriendo a la trascendencia de Dios todos los sectores de la vida: familia y sociedad, educación y cultura, trabajo, economía y política… Anuncio para el que Jesús promete a sus discípulos que no les dejará solos, que recibirán la fuerza de lo alto, que «serán bautizados con Espíritu Santo».

b. El anuncio y la palabra han de ir acompañados, como hizo Jesús, con el testimonio de la vida y de los signos, es decir, con el compromiso de los cristianos por la promoción de la persona.

«Hablarán lenguas nuevas», la lengua siempre nueva del amor. «Cogerán serpientes en sus manos». La serpiente es símbolo de la seducción, la astucia y el pecado. Que ninguna seducción nos engañe, que ninguna tentación nos muerda, que ningún miedo nos paralice. «El veneno mortal no les hará daño».  El veneno que nos podría hacer daño es el que nos ofrezcan los demás: las injurias recibidas, las persecuciones sufridas, los odios y rechazos que nos regalen, las humillaciones que nos hacen tragar. Si respondemos a todo con amor, ni esto ni nada nos hará daño.«Impondrán las manos a los enfermos y quedarán sanos».  Si somos capaces de transmitirles algo de ternura, de cercanía, de amor, de fe, seguro que recibirán mucha salud.

La Ascensión significa que concluyó el tiempo del Jesús histórico. Jesús ha llegado a la culminación de su proceso, “está sentado a la derecha de Dios” y abre nuestro presente a una Vida definitiva, pero la  Ascensión no es el inicio de la ausencia, sino la inauguración de un nuevo tipo de presencia del Señor. Cristo sigue vivo y actuando en su pueblo. Somos nosotros quienes hemos de hacerlo visible al mundo por el anuncio y el testimonio mediante los signos de liberación. 

 Secundino Martínez  Rubio

lunes, 11 de mayo de 2015

ASCENSIÓN

En la Iglesia no vivimos del recuerdo del fundador difunto, sino de Señor vivo y presente.
La Ascensión no es el inicio de la ausencia, sino la inauguración de un nuevo tipo de presencia del Señor

No; yo no dejo la tierra.
No; yo no olvido a los hombres.
Aquí, yo he dejado la guerra;
arriba, están vuestros nombres".

¿Qué hacéis mirando al cielo,
varones, sin alegría?
Lo que ahora parece un vuelo
ya es vuelta y es cercanía.

El gozo es mi testigo.
La paz, mi presencia viva,
que, al irme, se va conmigo
la cautividad cautiva.

El cielo ha comenzado.
Vosotros sois mi cosecha,
El padre ya os ha sentado
conmigo, a su derecha.

Partid frente a la aurora.
Salvad a todo el que crea.
Vosotros marcáis mi hora.
Comienza vuestra tarea.



sábado, 9 de mayo de 2015

VI DOMINGO 
DE PASCUA (B)

Evangelio (Jn 15,9-17)
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud.
Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.
Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido; y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure.
De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre, os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros

REFLEXIÓN

El Evangelio de este domingo profundiza en la relación entre Jesús, nosotros y el Padre, que el domingo pasado se explicaba mediante la alegoría vid- sarmientos. El mensaje se resumía “permanecer”,  y “dar frutos”.  
Hoy  escuchamos repetidas veces el verbo “amar”. Estos dos verbos; “permanecer y amar”, plantean una nueva forma de relación entre nosotros y Dios, gracias a la mediación de Jesucristo. Todo el negocio se resuelve en amor. Un amor en tres pasos:

1. Dios es amor. La palabra de Dios, hoy, nos dice que Dios es amor. No es que Dios TIENE amor, es que ES amor. Y ese Dios, que ES amor, nos ha amado primero. Y no porque fuéramos buenos, sino porque Él es Bueno. La mejor prueba del amor de Dios es la Pascua que estamos celebrando: ha resucitado a Jesús y, en él, a todos nosotros, comunicándonos su vida.
Gozar del amor de Dios no es una conquista de nuestros esfuerzos y méritos, es un regalo suyo, un regalo eterno porque, nos amó “antes de la creación del mundo” y  nunca dejará de amarnos. Si Dios es amor, la realidad última de todo, es el amor. La Primera palabra la tuvo el amor y la última la tendrá el amor.

2. Jesús es la personificación perfecta del amor de Dios: El Dios-Amor  toma rostro humano, visible, cercano, en Jesús y en él aprendemos lo que es y cómo es el amor:
Un amor gratuito: sin razones, sin motivos, sin intereses, puro regalo, que no es pago a nuestro méritos, sino puro don. “No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido”. Un amor generoso: que lo da todo, se da del todo y se da a todos. Un amor Incondicional: que ama sin condiciones. Que nunca nos cerrará el crédito de su amistad, ni aún en el caso de que nosotros no correspondamos a su amor. Un amor que nos ama por encima de nuestras cualidades y comportamientos. Sin límites: Ni siquiera la muerte es su limite, porque “el amor no pasa nunca”. Sin limites de intensidad, hasta el extremo: "Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos". Sin límites particularistas, porque es universal. Un amor con preferidos: que son los que más necesitan de su amor: los pobres, los pequeños, los desvalidos, los pecadores.

3. Nuestra ley el amor:
Que os améis unos a otros como yo os he amado”. Este es el mandamiento de Jesús. Parece como que rompe la lógica, porque se podría suponer que acabara de otro modo: si Dios es amor y nos ama, si Jesús es la demostración del amor que Dios nos tiene, la conclusión lógica parece que sería: responded vosotros con vuestro amor a Dios. Y sin embargo, la conclusión de Jesús es otra: "Amaos unos a otros". Es una lógica sorprendente, pero que Juan subraya una y otra vez. Sólo el que ama a los demás "ha nacido de Dios", sólo el que ama "conoce a Dios".

Para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud.
 Sentirse amados por Dios y amar es la fuente de la verdadera alegría.
Sin amor no sabremos cómo generar alegría. Seguiremos con un cristianismo  de tristezas, quejas y  lamentos. A nuestro cristianismo le falta, con frecuencia, la alegría de lo que se hace y se vive con amor Y EN EL AMOR.

Secundino Martinez Rubio




jueves, 7 de mayo de 2015

INFÓRMATE EN LA PARROQUIA

-DÍA 10 DE JUNIO

-HORA DE SALIDA: 6:30 DE LA MAÑANA, DE LA PLAZA DEL GRAN  TEATRO.

-HORA DE REGRESO:  7 DE LA TARDE

-PRECIO DEL VIAJE: 15 EUROS.    NO   INCLUYE COMIDA.

Es imprescindible
llevar a la PEREGRINACION
 buen humor
y ganas de pasarlo bien.

Pero, si andas escaso
de alegría
vente también,
compartiremos la poca
o mucha que tengamos

viernes, 1 de mayo de 2015

DOMINGO V 
DE PASCUA (B)

Evangelio Jn 15,1-8
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: -Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y al que da fruto lo poda para que dé más fruto. Vosotros estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí, lo tiran fuera, como al sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis lo que deseéis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos
Reflexión
El Evangelio de hoy Jesús se presenta como la vid verdadera y repite dos elementos esenciales para ser discípulo de Cristo: permanecer en Él y dar fruto.
Permanecer unidos a la vid, que es Cristo, es la condición indispensable para dar fruto: “Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí”, y dar frutos es la forma de dar gloria al Padre y ser discípulos del Señor: "Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos".
La unión con Cristo y el dar frutos no se pueden identificar, pero tampoco pueden separarse en la vida cristiana, de lo contrario generan tipos de cristianismo insuficientes.

a) El cristianismo  que pretender estar unido a Cristo, pero sin dar frutos:

Es el espiritualismo desencarnado. Muy unido a Cristo, pero sin vivir cómo él, sin luchar por lo que el luchó, sin juntarse con los que él se juntaba, sin decir y hacer lo que él, sin proseguir su causa, huyendo de su cruz ; sin vivir ni morir con la esperanza que él lo hizo. Un cristianismo que ve en Cristo al divino esposo, pero no quiere ver en él al divino con-sorte (consortes son los que corren la misma suerte).
La fe se reduce al bienestar emocional. Y es cierto que la fe alcanza nuestro sentimiento, pero no se reduce a sentimiento. Alcanza la emocionalidad. Pero, la fe no se reduce a los sentimientos de la fe. Ni la religión a sentimentalismo.
Un Cristianismo sin frutos es también la postura de un cristianismo reducido a mera costumbre o tradición, en el que la fe no pasa de ser algo heredado, que nunca ha llegado a ser fruto de una opción personal y que no va más allá de unos ritos y costumbres.
Es bueno recibir la fe de nuestra tradición, pero la fe no se reduce a una costumbre heredada, ha de ser una opción de cada uno.
Son formas insuficientes de vivir el cristianismo. Porque no  es suficiente vivir unidos a Cristo, es necesario vivir como Él dando los frutos de obediencia al Padre y servicio a los hombres como Él.

b) El cristianismo que pretende dar frutos, pero sin permanecer en Cristo

Postura contraria a la anterior, es la que reduce la  fe a un compromiso generoso, la Iglesia a una ONG, la vida cristiana a voluntariado social, el cristianismo a una ética generosa de la solidaridad.  Un cristianismo de “tareas”.
Es  cierto: la fe cristiana contiene una ética, pero no se reduce a ética. Desde siempre ha predicado la Iglesia el amor al prójimo y, especialmente, a los pobres como constitutivo esencial de la fe cristiana y como verificación inexcusable del amor a Dios. Todo esto es verdad, mucha verdad. Pero el componente ético de nuestra fe, ha de ocupar su lugar, sin invadir todo el espacio o monopolizar el conjunto de la fe cristiana.
El encuentro con Dios comporta una serie de consecuencias para la vida ética, de igual modo que la calidad ética de las personas favorece o dificulta el conocimiento de Dios (cf. Rom 1,18-32); pero lo religioso contiene una identidad y singularidad propia que no es reductible a lo ético. El cristianismo incluye una ética y muy exigente. Pero alimentada desde la vida de fe, de encuentro con Dios y desde la acción de gracias. El indicativo precede al imperativo.  Benedicto XVI nos los dijo claro:"No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva"(Deus Caritas Est n.1)

Ser con Cristo, ser como El, ser en El.
No hay cristianismo sin comunión con Cristo. Él es la vid, nosotros los sarmientos que carecen de vida si no están unidos a la vid. La fe se desfigura si olvida que, antes que nada, es un encuentro personal con Cristo, para ser como Cristo, y llegar a vivir en Cristo. «El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante, porque sin mí no podéis hacer nada».
SECUNDINO MARTINEZ RUBIO