sábado, 29 de diciembre de 2018


FIESTA DE LA
 SAGRADA FAMILIA

Evangelio — Lc 2,41-52 

Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua. Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre, y cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Estos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jornada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca. A los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas: todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba. Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados.
El les contestó: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre? Pero ellos no comprendieron lo que quería decir. El bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres.

Reflexión
 Hace unos días celebramos el nacimiento del Señor. Hoy recordamos y celebramos que  nació en el seno de una familia humana, como la de cada cual; que los tres, José, María y Jesús, formaron la Sagrada Familia. Y le pedimos por las nuestras. Ante la Sagrada Familia estamos invitados a reflexionar sobre la mejor forma de hacer que nuestras familias respondan al plan original de Dios.

 Pero, ¿Qué rasgos podríamos destacar  en una familia abierta al proyecto de Dios?:

El Amor entre los esposos. Es lo primero. La familia tiene vida cuando los padres se quieren, se apoyan mutuamente, comparten penas y alegrías,  saben perdonarse, dialogar y confiar el uno en el otro. La familia empieza a deshumanizarse cuando crece el egoísmo, los malentendidos y resquemores. Parece normal pero hoy, como se ve por el número de separaciones, no es tan sencillo mantener ese amor entre los esposos. Habría mucho que reflexionar.

La unión entre padres e hijos. No basta el amor entre los esposos. Cuando padres e hijos viven enfrentados y sin apenas comunicación alguna, la vida familiar se hace imposible, desaparece la armonía y todos sufren. La familia necesita un clima de confianza mutua para pensar en el bien de todos. Últimamente se va extendiendo entre algunos padres la sensación de impotencia y desaliento. Fácilmente se da por supuesto que es poco lo que se puede hacer en casa para educar a los hijos en un estilo sano de vida. La familia —se dice— ya no tiene fuerza, los jóvenes de hoy aprenden a vivir de sus compañeros, del ambiente de la calle o de la televisión... Sin embargo, en la  sociedad actual no hay ninguna institución mejor que la familia para orientar la vida de los hijos. Habría mucho que reflexionar, orar y compartir sobre este tema de la educación de los hijos ¿no creéis?

La acogida a los más débiles. Todos han de encontrar en su familia acogida, apoyo y comprensión. La familia se hace más humana sobre todo,  cuando cuida con amor y cariño a los más pequeños, cuando se ama  y respeta a los mayores, cuando se atiende cariño a los enfermos o discapacitados, cuando no se abandona a quien lo está pasando mal.

Apertura a los necesitados. Una familia vive los valores del Reino de Dios cuando no se convierte en unos egoísmos que coinciden para cerrarse en sus problemas e intereses, sino en unos amores que se unen para abrirse a las  necesidades del mundo que los rodea.

Iniciación y Crecimiento de la fe. La familia es el mejor lugar para iniciarse y crecer en la fe ; para rezar juntos; para tomar parte en la vida de la comunidad de seguidores de Jesús.

Desde el modelo de la Familia de Nazaret tendríamos que preguntarnos. ¿Serán nuestras familias un lugar donde las nuevas generaciones podrán escuchar la llamada del Evangelio a la fraternidad universal, la defensa de los abandonados y la búsqueda de una sociedad más justa, o se convertirán en escuelas de indiferencia, inhibición y pasividad egoísta ante los problemas ajenos?

Que José, María y Jesús  bendigan nuestras familias.
Feliz domingo
SMR







sábado, 22 de diciembre de 2018


DOMINGO IV DE ADVIENTO (C)
EVANGELIO Lucas 1,39-45
En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías, y saludó a Isabel.
En cuanto Isabel oyó el saludo de María, salto la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo, y dijo a voz en grito: -¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. ¡Dichosa tú que has creído!, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.

COMENTARIO

  Hemos escuchado las lecturas del cuarto domingo de Adviento, a las puertas mismas de la Navidad.

En la primera lectura, el profeta Miqueas, ante la situación difícil que está viviendo su pueblo, se plantea una pregunta: ¿De dónde vendrá la salvación? Y responde diciendo: No vendrá de Jerusalén orgullosa  y altiva, sino de la pequeña y humilde aldea de Belén. Y esto, porque Dios, no elige para  su acción salvadora a los ricos, a los poderosos, a los importantes.... sino a los sencillos, a los humildes, a los pequeños. Belén, una aldea humilde frente a la importante Jerusalén, será la elegida para que en ella nazca el salvador de los hombres. María, humilde, sencilla, pequeña a los ojos de los hombres, será también la elegida. Porque como ella mismo dijo: “El Señor dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes”.

La segunda lectura, de la carta a los Hebreos, pone en boca de Cristo esta frase: “Tú no quieres sacrificios ni ofrendas... Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad.” Esta disponibilidad de Cristo, para que el Padre obre a través de Él la salvación, es una actitud que se repite en María: “He aquí la esclava del Señor. Hágase en mi según tu palabra.” Y es una actitud que debería asumir cada cristiano, cada comunidad. Estar disponibles para servir, para ayudar, para amar. Para que Dios ame a través nuestro, para que consuele con nuestras palabras, para que acompañe con nuestra  presencia. Estar disponibles para Dios es vivir en actitud de servicio y de entrega.

         El relato del evangelio nos ha recordado el encuentro gozoso de María y de Isabel. Esta, llena de Espíritu Santo, expresa los sentimientos que debe tener cualquier cristiano ante la presencia de Jesús y María.
Alabanza:“¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!”. María ha aceptado el plan de Dios: “he aquí la esclava del Señor”, y eso la ha convertido en madre de Jesús o, como dirá Isabel, en “la madre de mi Señor”. Ese es el motivo de alabanza.
Asombro: “¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?”. La Navidad, celebrada año tras año, corre el peligro de convertirse en algo normal. No nos asombramos de esta venida de Jesús a mí, como si fuera la cosa más lógica del mundo. Buen momento para detenernos y asombrarnos.
Alegría: “la criatura saltó de gozo en mi vientre”. el salto  de Juan en  su madre lo provocó la alegría de escuchar el saludo. La alegría la provoca la presencia de María y de Jesús.

Estos tres sentimientos: Alabanza, asombro y alegría, los inspira, según Lucas, el Espíritu Santo;  y  este es un buen momento para pedirle que los infunda también en nosotros para vivir la Navidad Cristiana.
Feliz Navidad
SMR


viernes, 14 de diciembre de 2018


DOMINGO III ADVIENTO (C)

EVANGELIO Lucas 3,10-18
En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan:  Entonces, ¿qué hacemos? El contestó: El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene y el que tenga comida, haga lo mismo. Vinieron también a bautizarse unos publicanos; y le preguntaron: Maestro, ¿qué hacemos nosotros? El les contestó: No exijáis más de lo establecido. Unos militares le preguntaron: ¿Qué hacemos nosotros? El les contestó: No hagáis extorsión a nadie, ni os aprovechéis con denuncias, sino contentaos con la paga. El pueblo estaba en expectación y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. El os bautizará con Espíritu Santo y fuego: tiene en la mano la horca para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga. Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba la Buena Noticia.

REFLEXIÓN

Algunos de los oyentes de Juan el Bautista se sintieron interpelados por su llamada a la conversión y  le preguntaron: ¿qué podemos hacer?

 El Bautista no les propuso que hicieran nuevas celebraciones y  prácticas religiosas. No les pidió que hicieran sacrificios y penitencias. No les dio nuevos preceptos y normas, no les echó discursos complicados. Tampoco les anima que peregrinen a recibir al Mesías en el templo de Jerusalén. Sencillamente les dice: "El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, que haga lo mismo". A los recaudadores de impuestos que le preguntan que han de hacer, les contestó: No exijáis más de lo establecido. Unos militares  que le preguntaron les dijo: No hagáis extorsión a nadie, ni os aprovechéis con denuncias, sino contentaos con la paga.
 Así de claro y sencillo. La mejor manera de preparar el camino a Dios es  compartir, no os aprovecharse de nadie, no abusar de los débiles, no vivir a costa de otros, no pensar solo en el propio bienestar: hacer una sociedad más solidaria y fraterna y menos injusta y violenta

¿Qué podemos hacer nosotros para abrir caminos a Dios en el mundo? Nuestras posibilidades de actuación son pequeñas. Todos conocemos más miseria e injusticia de la que podemos remediar con nuestras fuerzas. Ante una sociedad tan deshumanizada y nuestras escasas posibilidades, es difícil evitar la pregunta: ¿Qué tenemos hacer nosotros? El Bautista señala lo que tenemos que hacer: «El que tenga dos túnicas que las reparta con el que no tiene...; no exijáis más de lo que tenéis establecido...; no hagáis violencia a nadie,  no os aprovechéis...».

Sería bueno que, cada uno lo reflexionásemos despacio: ¿Qué tengo yo que hacer? Seguro que, a poco que reflexionemos, encontraremos la respuesta.

Según el Bautista, la conversión exige “aventar la parva” (saber seleccionar o elegir), “reunir el trigo” (ir a lo más importante y no quedarse en las ramas)  Es hora ya de ir a lo esencial,  de actuar. No podremos quitar todo el mal del mundo, pero podemos empezar a limpiar un poco el portal de  nuestra vida.

El adviento, no lo olvidemos, es tiempo de conversión, de cambio profundo de vida, de actitudes y de comportamientos pero, en este tercer domingo, prima la alegría que estamos llamados a sentir “los que esperamos un Salvador, el Señor Jesús”. ¡Ojala que, en los días que quedan todavía para ese acontecimiento, vivamos muy intensamente la espera! Con una esperanza confiada, alegre y activa.

Feliz domingo
SMR

sábado, 8 de diciembre de 2018


DOMINGO II ADVIENTO (C)

EVANGELIO Lc 3,1-6 

En el año quince del reinado del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes virrey de Galilea, y su hermano Felipe virrey de Iturea y Traconítide, y Lisanio virrey de Abilene bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la Palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.

Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del Profeta Isaías: «Una voz grita en el desierto: preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios.»

REFLEXIÓN

La figura central de este II domingo de adviento  es Juan el Bautista. Juan  recibe la Palabra de Dios y, sin poder callarla, la proclama con fuerza y valentía a todos. Seguimos necesitando hombres y mujeres que, como Juan, acojan y proclamen la Palabra de Dios para que “todos vean la salvación de Dios”.

Cuando Dios nos llama lo hace en la historia, en nuestra circunstancia concreta. El evangelio de hoy sitúa la llamada de Juan, y su misión, en unas coordenadas de espacio y tiempo muy concretas:

·        El Tiempo: Se describen con minuciosidad los datos históricos y políticos del momento en que Juan recibe la llamada: “en el año quince del reinado del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes virrey de Galilea, y su hermano Felipe virrey de Iturea y Traconítide, y Lisanio virrey de Abilene bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás”. La Palabra de Dios nunca es abstracta, nos interpela en nuestra situación concreta. Este Adviento debemos recibir la llamada de Dios en nuestras circunstancias concretas de nuestra situación, no al margen de ellas.
·        El espacio de la llamada de Juan: “En el desierto”. Es el lugar del silencio, de la soledad, de la escucha la Palabra de Dios. Entramos en el desierto cuando somos capaces de hacer silencio. Adviento es un buen tiempo para hacer desierto, para hacer silencio, para dejar que la Palabra de Dios resuene en nuestros adentros
En sus circunstancias concretas Juan escuchó a Dios y se dejó transformar por Él. Su vida cambió, no se quedó parado, encerrado en sus cosas, no se acomodó en el desierto, se puso en camino y fue anunciando la llegada del Mesías y animando a los demás a preparar su venida. El Bautista prepara al pueblo para recibir la salvación de Dios.

Su voz es una llamada a la conversión, al  cambio, a la transformación, para que todos reciban la salvación de Dios.

Actualización

¿Hemos acogido nosotros la Palabra de Dios como Juan? los que participamos en la comunidad cristiana ¿tenemos una fe fuerte o anémica? Si comparamos nuestra fe con los criterios evangélicos: Amar  a Dios sobre todo; no estar obsesionados por el mañana, vivir las bienaventuranzas, haber encontrado el tesoro, la perla de gran valor por los que se deja todo lo demás… ¿diríamos que somos creyentes o tenemos aún mucho que progresar? ¿Tenemos experiencia de encuentro con Él, o nuestro cristianismo se reduce a ritos, creencias, tradiciones, tareas etc.?

En medio del "desierto espiritual" de la sociedad moderna ¿Cómo abrir caminos para que “todos vean la salvación de Dios?. Hoy se habla mucho de Iglesia en salida, pero para salir a evangelizar hay que estar dentro ¿Estoy dentro de la Iglesia o a medias?

  
Feliz Domingo 
S.M.R. 


















viernes, 30 de noviembre de 2018


DOMINGO 1º DE ADVIENTO

EVANGELIO. 
Lc 21,25-28.34-36 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo, ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo, temblarán. Entonces verán al Hijo del Hombre venir en una nube, con gran poder y gloria. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación. Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y la preocupación del dinero, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra. Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir, y manteneos en pie ante el Hijo del Hombre.
   
REFLEXION

Adviento significa “llegada”, es decir, presencia comenzada; es  tiempo de esperanza y de alegría. Adviento es Memoria del Señor que VINO a nuestra historia en Belén, Presencia del Señor que VIENE a nosotros en cada momento y  Esperanza del Señor que VENDRÁ al final de los tiempos.

Es necesario descubrir el mensaje de fondo detrás de  la forma de ese lenguaje apocalíptico del Evangelio. No nos quiere explicar científicamente como será el final del mundo, sino anunciar una verdad de nuestra fe:
-que el final del mundo no será la nada, sino la plenitud, la liberación;
-que  a pesar de todas las desgracias que puedan ocurrir, la victoria de Jesucristo (y de sus  seguidores) es segura;
- que, por lo tanto, la actitud fundamental de los seguidores de Jesús ha de ser la ESPERANZA VIGILANTE.

Vivimos tiempos difíciles. Hay señales de desesperanza. Demasiadas señales negativas. Pero también hay señales positivas: gestos de solidaridad, de cooperación, de preocupación y lucha por la justicia y la paz, muchas señales positivas que apuntan ya a la liberación final que el Señor nos promete. De modo que  hay que mantener la esperanza en el alumbramiento de un mundo nuevo, más justo, humano y fraterno. Y ése es el mensaje central del evangelio.

Estad siempre despiertos nos recomienda el Señor.

¡DESPIERTA! Asómate a tu corazón, a tus adentros: Comienza un tiempo nuevo en tu vida. Despierta tu corazón a la Esperanza, ¿en que la tienes puesta? ¿Qué esperas de la vida? ¿Qué tiene a tu corazón adormecido? ¿Será posible despertarlo de “sus sueños”?. Adviento es esta oportunidad: despertar, buscar nuevo horizonte, tomar un nuevo rumbo prendidos de la esperanza en el Dios que vino, viene y vendrá.

¡DESPIERTA! Asómate a tu mundo, a tus ambientes: Adviento significa presencia comenzada, llegada de Dios a nuestra historia, y mucha gente no lo sabe, somos nosotros, los creyentes, quienes hemos de hacerlo presente en nuestro mundo. Hay mucha gente sin esperanza, escarmentados de la vida, desengañados de todo, conformistas acomodados, gente vacía y desmotivada, sin esperanza de algo mejor. Dales la Buena noticia. Diles que Dios ha venido, que es adviento.
 
¡DESPIERTA! Comienza un tiempo nuevo. Quita de tu vida la tristeza, que la alegría inunde tu vivir. Habrá muchos, seguro, que no quieran, escuchar este mensaje de esperanza. Tú ofrécelo a todo el que quiera oírlo. El Dios del amor y la ternura  ha llegado, sólo falta abrirle las puertas de la casa.
 Feliz Domingo

S.M.R.


































jueves, 22 de noviembre de 2018


DOMINGO XXXIV T.O. (B)

EVANGELIO: Jn 18,33b-37

En aquel tiempo preguntó Pilato a Jesús: -¿Eres tú el rey de los judíos?
Jesús le contestó: -¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?
Pilato replicó: -¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?
Jesús le contestó: -Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.
Pilato le dijo: -Conque ¿tú eres rey?
Jesús le contestó: -Tú lo dices: Soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz.

REFLEXIÓN
Concluimos el año litúrgico con la fiesta de Jesucristo Rey del universo. La fiesta fue instaurada por el Papa Pío XI el 11 de Marzo de 1925. Posteriormente se sitúo en el último domingo del año litúrgico, de este modo, se resalta la importancia de Cristo como centro y culmen de toda la historia universal.

El título de Rey, aplicado a Cristo, no siempre ha sido bien interpretado. A veces, se ha presentado a Cristo como uno de lo reyes de este mundo, con cetros, coronas, mantos, tronos, etc.  Se ha mundanizado la realeza de Cristo, lo cual no concuerda con lo que de él nos dicen los Evangelios.

En el Evangelio de hoy Jesús afirma que su reino "no es de este mundo". A veces la frase de Jesús:Mi reino no es de este mundo” ha servido para crear una visión de Cristo, y del cristianismo, ajenos a este mundo. Y se ha pensado  que cuanto más entregado vive uno al Reino de Cristo, menos se debe comprometer en asuntos de este mundo. Es una falsa interpretación del Reinado de Cristo, que, no es de estilo  mundano,  pero no es ajeno  a este mundo. Un mundo al que, lo olvidemos, “Dios amó tanto que le entregó a su Hijo”.

Por el Bautismo los cristianos participamos de la realeza de Cristo.  “Por su pertenencia a Cristo, Señor y Rey del universo, los fieles laicos participan en su oficio real y son llamados por Él para servir al Reino de Dios y difundirlo en la historia. Viven la realeza cristiana, antes que nada, mediante la lucha espiritual para vencer en sí mismos el reino del pecado (cf. Rm 6, 12); y después en la propia entrega para servir, en la justicia y en la caridad, al mismo Jesús presente en todos sus hermanos, especialmente en los más pequeños (cf. Mt 25, 40).” (Exhortacion Christifideles laici  n. 14)

En consecuencia: Ni la salvación es algo que sucede sólo en el otro mundo, ni ser cristiano es privatizar la fe y dedicarse solamente a buscar la felicidad más allá de la muerte olvidándose de esta tierra. El cristiano vive en el mundo aunque sin hacerse mundano, porque el Reino de Cristo no pertenece al sistema injusto de este mundo. Su realeza tiene otro origen y fundamento completamente distintos. Su reinado no se impone con armas, poder o dinero. Es un reinado que crece en este mundo desde la verdad y la vida, la santidad y la gracia, la justicia, el amor y la paz; Pero, Jesús es un rey que «ha venido a este mundo»,  y su reino de amor y justicia debe crecer ya en medio de los hombres, en sus vidas e instituciones,  en sus luchas y sus problemas. En el mundo pero sin ser mundanos
Feliz domingo.
S.M.R. 



























viernes, 16 de noviembre de 2018


DOMINGO XXXIII T.O. (B)

Evangelio
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: -En aquellos días, después de una gran tribulación, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los ejércitos celestes temblarán. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad; enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, del extremo de la tierra al extremo del cielo.

Aprended lo que os enseña la higuera: cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, sabéis que la primavera está cerca; pues cuando veáis vosotros suceder esto, sabed que él está cerca, a la puerta. Os aseguro que no pasará esta generación antes que todo se cumpla. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán. El día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sólo el Padre.

Comentario
Estamos en el penúltimo domingo del año Litúrgico. El evangelio nos presenta un discurso del Señor sobre la plenitud final de la historia (escatología)

El Señor utiliza un lenguaje que, a los lectores actuales, nos resulta extraño. Habla de una especie de cataclismo cósmico equivalente a la desintegración del universo. El centro de todo el discurso es la venida del Hijo del Hombre, que aparecerá con “poder y majestad”, sobre las nubes del cielo”: signos de la divinidad. Es el estilo y lenguaje  de la literatura apocalíptica.

Hay épocas difíciles de la historia en las que, hundidos por las dificultades del presente, se nos puede olvidar el futuro en plenitud que nos aguarda. La literatura apocalíptica recurre a la acumulación impresionante de sucesos angustiosos y terribles, con la finalidad de sacudir las conciencias adormiladas, para revelar la plenitud final, y que su conocimiento anime lo penoso  del caminar presente.

En el evangelio de hoy Jesús no quiere darnos una explicación científica del cómo será el fin del mundo. Lo que nos enseña es una verdad de nuestra fe: que el final de nuestra vida no será la nada, sino la plenitud; que, a pesar de las dificultades por las que hayamos de pasar, la victoria de Cristo, y por ello la nuestra, es segura; que, por tanto, la actitud fundamental de los discípulos ha de ser la  ESPERANZA.

La Plenitud final, que mantiene nuestra esperanza, llegará. Pero, mientras tanto, no se nos ahorra la lucha, el cansancio del camino, la vigilancia, el estar atentos, vigilantes, comprometidos, para favorecer  todo aquello que nos acerque a la plenitud que esperamos y  combatir todo lo que se le opone. Esta es la lección que nos manda Jesús aprender de la higuera. Sus brotes nos indican que llega la primavera. Y, en la higuera de la vida, hemos de observar nosotros qué hechos indican que la realidad que vivimos es transitoria, que se acaba, y  qué signos anuncian la llegada de la primavera plena de la resurrección y vida.  Para ello hay que saber mirar, interpretar los acontecimientos desde la fe.

Habrá quienes digan que “esto es lo que hay” y que es inútil luchar por un mundo más justo. Otros agobiados por la dureza de la vida se adormilarán en el “ir tirando”. Habrá quienes pensarán que este es el mejor mundo posible, y que no hay nada que esperar ni intentar, y… las utopías al cementerio. A nosotros el Señor nos llama a estar vigilantes, a ser testigos de una esperanza en la plenitud final que nos aguarda y, por ello, a ser constructores de un mundo distinto, con un horizonte abierto a la trascendencia, un mundo que pasará por el final, pero no hacia la nada, sino hacia la plenitud.

Las lecturas de este domingo,  nos han hablado del final del tiempo, del mundo, de la historia. Algo que, en principio, nos llena de temor; pero, el mensaje que nos quieren transmitir, es un mensaje de esperanza. Dios, que todo lo puede, es el Salvador, el que nos acompañará en los momentos malos, el que nos dará parte en su felicidad.

Pero, los textos bíblicos nos dicen también que debemos estar siempre preparados, que debemos vivir con responsabilidad. Que aquí, preparamos nuestro destino en el más allá.  Por tanto, vigilantes, anunciamos su muerte, proclamamos su resurrección e imploramos su venida.

Feliz domingo
SMR


viernes, 9 de noviembre de 2018


DOMINGO XXXII T.O. (B)
EVANGELIO: Mc 12,38-44

En aquel tiempo, entre lo que enseñaba Jesús a la gente, dijo: « ¡Cuidado con los letrados! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas, con pretexto de largos rezos. Éstos recibirán una sentencia más rigurosa». Estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos reales. Llamando a sus discípulos, les dijo: «Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir».

REFLEXION

En el Evangelio de hoy Jesús  está en el Templo de Jerusalén donde  expone sus enseñanzas a la gente y a sus discípulos. El relato tiene dos partes:

En un primer momento Jesús enseñaba a LA GENTE la prevenía contra la vanidad egoísta de los letrados que eran Maestros de la ley, estimados y admirados por el pueblo, y que bajo un comportamiento aparentemente irreprochable, dice el Señor que esconden dos defectos: vanidad y avaricia. LA VANIDAD:Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquete”. LA AVARICIA,  les lleva a la explotación de los más indefensos:devoran los bienes de las viudas, con pretexto de largos rezos”
El de los escribas es un camino equivocado para a seguir a Jesús y hacer la voluntad de Dios Padre.

Después Jesús “Llamando A SUS DISCÍPULOS” les pone como ejemplo la generosidad humilde de una viuda. Sentado en el Gazofilacio del Templo, donde estaba el cepillo de las limosnas, Jesús pone como ejemplo a sus discípulos la generosidad humilde de una pobre viuda, que ha echado dos reales en el cepillo del templo. El Señor dice que ha echado más que nadie: “Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir”.

También Jesús nos dice A NOSOTROS hoy:
·      Que no debemos CAER EN LA VANIDAD: La ostentación. En el aparentar, presumir, en el afán de que nos miren, sobre todo, que nos admiren. Como los  escribas. También a nosotros nos puede ocurrir: se nos pega el afán por ser reverenciados, la vanidad, la falta de humildad.
·     Que no debemos CAER EN LA AVARICIA: Dice el Señor que los letrados Devoran los bienes de las viudas, con pretexto de largos rezos”.
·        Que hemos de IMITAR LA GENEROSIDAD HUMILDE  de la viuda pobre

Que no nos creamos más de lo que somos, ni olvidemos lo que gracias al amor de Dios tenemos.
Todo es don de Dios. Por tanto: sencillez, humildad y confianza absoluta en Dios. Y compartir con generosidad nuestra vida con los demás. Una generosidad sencilla y discreta, que lo echa todo, lo da todo. Como la de tantos hombres y mujeres que nunca saldrán en los periódicos, ni en la televisión, que nunca tendrán un homenaje; ante quienes nadie se inclinará para saludarles; serán ellos quienes deberán inclinarse ante el amo, la señora, el jefe, el encargado… porque son el “ultimo mono”. Pero esos “donnadie” lo  son para nosotros, porque para Dios son los Primeros en el Reino, aunque ni siquiera lo sepan. Darán poco, pero dan todo lo que tienen. Son lo mejor que tenemos en la Iglesia.

El evangelio de este domingo nos da mucho que pensar y que rezar.

Feliz Domingo
SMR