EVANGELIO: Jn
18,33b-37
En aquel tiempo preguntó Pilato a Jesús: -¿Eres tú el
rey de los judíos?
Jesús le contestó: -¿Dices eso por tu cuenta o te lo
han dicho otros de mí?
Pilato replicó: -¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los
sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?
Jesús le contestó: -Mi reino no es de este mundo. Si mi
reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en
manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.
Pilato le dijo: -Conque ¿tú eres rey?
Jesús le contestó: -Tú lo dices: Soy Rey. Yo para esto
he nacido y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo
el que es de la verdad, escucha mi voz.
REFLEXIÓN
Concluimos el año
litúrgico con la fiesta de Jesucristo Rey del universo. La fiesta fue
instaurada por el Papa Pío XI el 11 de Marzo de 1925. Posteriormente se sitúo
en el último domingo del año litúrgico, de este modo, se resalta la importancia
de Cristo como centro y culmen de toda la historia universal.
El título de Rey,
aplicado a Cristo, no siempre ha sido
bien interpretado. A veces, se ha presentado a Cristo como uno de lo reyes
de este mundo, con cetros, coronas, mantos, tronos, etc. Se ha
mundanizado la realeza de Cristo, lo cual no concuerda con lo que de él nos
dicen los Evangelios.
En el Evangelio de hoy
Jesús afirma que su reino "no es de
este mundo". A veces la frase de Jesús: “Mi reino no es de este
mundo” ha servido para crear una visión de Cristo, y del cristianismo,
ajenos a este mundo. Y se ha pensado que
cuanto más entregado vive uno al Reino de Cristo, menos se debe comprometer en
asuntos de este mundo. Es una falsa interpretación del Reinado de Cristo, que, no
es de estilo mundano, pero no es ajeno a este mundo. Un mundo al que, lo olvidemos,
“Dios amó tanto que le entregó a su Hijo”.
Por el Bautismo los cristianos participamos de la realeza
de Cristo. “Por su
pertenencia a Cristo, Señor y Rey del universo, los fieles laicos participan en
su oficio real y son llamados por Él para servir al Reino de Dios y difundirlo en
la historia. Viven la realeza cristiana, antes que nada, mediante la lucha
espiritual para vencer en sí mismos el reino del pecado (cf. Rm 6, 12); y después en
la propia entrega para servir, en la justicia y en la caridad, al mismo Jesús
presente en todos sus hermanos, especialmente en los más pequeños (cf. Mt 25, 40).” (Exhortacion Christifideles laici n. 14)
En
consecuencia: Ni la salvación es algo que sucede sólo en el otro mundo, ni ser
cristiano es privatizar la fe y dedicarse solamente a buscar la felicidad más
allá de la muerte olvidándose de esta tierra. El cristiano vive en el mundo
aunque sin hacerse mundano, porque el Reino de Cristo no pertenece al sistema
injusto de este mundo. Su realeza tiene otro origen y fundamento completamente
distintos. Su reinado no se impone con armas, poder o dinero. Es un reinado que
crece en este mundo desde la verdad y la vida, la santidad y la gracia, la
justicia, el amor y la paz; Pero, Jesús es un rey que «ha venido a este mundo», y
su reino de amor y justicia debe crecer ya en medio de los hombres, en sus
vidas e instituciones, en sus luchas y
sus problemas. En el mundo pero sin ser
mundanos
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