domingo, 27 de septiembre de 2015





INCRIPCIÓN 
CATEQUESIS DE NIÑOS

Parroquia Altagracia
 Fecha de inscripción: Días 28, 29 - 30 de Septiembre y 1 de Octubre, de 5 a 6 de la tarde en el salón parroquial.

Ermita de la Divina Pastora
Fecha de inscripción: días 29 y 30 de Septiembre de 5 a 6 de la tarde                                                      en los salones de la Divina Pastora.


DÍAS CATEQUESIS

 1º Primaria : jueves 17:00 h
 2º Primaria: Lunes 17:00 h
 3º Primaria: martes 17:00h
 4º Primaria: miércoles 17:00h
 5º y 6º Primaria: Jueves 17:00h
 1ºy 2º de la ESO: Se llevará información a los Institutos


jueves, 24 de septiembre de 2015

DOMINGO XXVI T.O. (B)


Evangelio Mc 9, 38‑43. 45. 47‑48


E
n aquel tiempo, dijo Juan a Jesús: «Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros». Jesús respondió: «No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro. Y, además, el que os dé a beber un vaso de agua, porque seguís al Mesías, os aseguro que no se quedará sin recompensa. El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar. Si tu mano te hace caer, córtatela: más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos al infierno, al fuego que no se apaga. Y, si tu pie te hace caer, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida, que ser echado con los dos pies al infierno. Y, si tu ojo te hace caer, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el Reino de Dios que ser echado con los dos ojos al infierno, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga.

Reflexión
El Evangelio de hoy se abre con un diálogo entre Juan y Jesús. El asunto era que alguien, que no pertenece al grupo de los discípulos, expulsa demonios en nombre de Jesús; Los discípulos se lo quieren impedir.

Algo similar dice  la primera lectura, del libro de los Números, dos hombres,  que no son del grupo de los setenta ancianos, profetizan; Josué pide que se les prohíba hablar.

En ambas situaciones los seguidores de Moisés y los de Jesús  se oponen a que alguien, que no pertenece al grupo, ejerza carismas o dones especiales.

Moisés y Jesús coinciden en su rechazar este tipo de actitudes excluyentes, intolerantes y reconocen que la acción de Dios también se manifiesta en esas personas de fuera.

Jesús enseña que lo importante es hacer el bien, al margen de pertenencias. Ser personas tolerantes e inclusivas nos acerca al estilo de Jesús.

El argumento de Jesús tiene dos partes: El primero basado en el sentido común: “No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro”.

En el segundo la respuesta Jesús cambia la argumentación y el tono pasa a ser un tono grave y amenazante, porque lo que esta en juego es la fe de los pequeños que creen. El escándalo de los pequeños.

Escandalizar es ser “piedra de tropiezo”. Ser ocasión de que alguien se aleje  de Dios, por nuestra forma de actuar o de hablar.  Debe ser evitado como el mal más grave que pudiera sucedernos. En su comparación pasan a un segundo plano las cosas más queridas: la mano, el pie, el ojo, incluso la vida misma. La razón está en que el escándalo se convierte en la causa u ocasión para elegir lo que es contrario a Dios y a la Vida: infierno (la Gehenna).( La Gehenna era un valle cercano a Jerusalén, donde se echaba la basura de la ciudad: siempre había un fuego encendido para quemar la basura y evitar plagas. Es un símbolo muy elocuente de una vida al margen de Dios).

Actualización

Hoy la Palabra de Dios nos alerta sobre algo muy actual. ¡Cuantas veces rechazamos a gente que hace el bien "porque no es de los nuestros"!  A veces, en la Iglesia, nos creernos con la exclusiva del bien, de la verdad, de la justicia, de la salvación,  y somos propensos a excluir a las gente o porque no pertenecen a la Iglesia, o porque siendo de ella, no son de “los míos”.

El Espíritu sopla donde quiere, dice el Señor (cf Jn 3,7). Y, a veces, nosotros nos empeñamos en que sople solamente en nuestros recintos eclesiales. O en los de mi grupo, los de mi línea, los de mi tendencia…

Frente a la mentalidad exclusivista, que lleva a rechazar o a desacreditar formas distintas de actuar a las que uno sostiene, Jesús nos recuerda hoy la apertura de espíritu, el corazón católico, universal, que ni ignora las diferencias, ni confunde la unidad con la uniformidad. ” ¡Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el espíritu del Señor!”, contesta Moisés a Josué (1ª Lectura). Y Jesús a los suyos, cuando quisieron prohibirle a uno su actuación porque “no es de los nuestros”, les dijo: “No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede hablar mal de mí”.

Por eso, no es bueno vivir recelosos, condenando posiciones o iniciativas que no se ajustan a nuestros deseos y modos. No es muy propio de la Iglesia de Jesús estar siempre viendo enemigos por todas partes. Jesús nos invita, más bien, a alegrarnos de todo lo que gentes e instituciones ajenas a la Iglesia pueden estar haciendo por un desarrollo más humano de la vida. Son de los nuestros porque luchan por la misma causa: la persona y su dignidad.

Y tampoco hemos de estar recelosos y condenando posiciones con los de casa, dividiendo la comunidad entre los nuestros, los de mi grupo, de mi línea, de mi tendencia, de mi estilo… y los “equivocados” de los demás. ¡Porque escandalizamos a “los pequeñuelos que creen”!

Secundino Martinez Rubio

viernes, 18 de septiembre de 2015

DOMINGO XXV T.O. (B)


Evangelio Mc 9,29-36

En aquel tiempo instruía Jesús a sus discípulos. Les decía: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará.

Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle. Llegaron a Cafarnaúm, y, una vez en casa, les preguntó: ¿De qué discutíais por el camino?

Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: -Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos. Y acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado.


Reflexión
Segunda predicción de la pasión.

El evangelio de hoy presenta el segundo anuncio de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. Como Pedro, en el primer anuncio, los discípulos no entienden o no quieren entender, siguen  con miedo y con  pretensiones de grandeza y éxito. Jesús les instruye con un niño, cuya figura acentúa lo pequeño e insignificante, para mostrar que las actitudes de humildad y servicio y acogida al pequeño y desvalido son las señas de identidad  del verdadero discípulo suyo.

Jesús anuncia su Pasión muerte y Resurrección, pero los discípulos no entienden las palabras de Jesús porque están en contradicción con lo que ellos imaginaban. Ellos se imaginaban que el Mesías, el enviado de Dios, tomaría el camino de la fuerza, del poder, del prestigio, para solucionar todo lo que andaba mal en el mundo; y Jesús les habla del camino del servicio, de la entrega, de la cruz, de morir.

Aquello no tenía sentido; era ilógico, incomprensible. Un Jesús que ha optado por un mesianismo de servicio, que tiene como única arma el amor, que se deja matar, no es lo que ellos esperan, no les convence. Ellos luchan por el poder, el prestigio, el sobresalir... y ni entienden el camino que Jesús propone, ni se atreven a preguntarle.

Mientras Jesús les habla de servicio a los demás hasta el sacrificio, ellos están enzarzados en una discusión sobre quién ocupará el primer puesto en el Reino, soñaban con el éxito, con el triunfo, con hacer carrera, y disputaban entre sí quién sería el más importante. Nada nuevo, seres humanos de carne y hueso, con las ambiciones y celos que se presentan en todos los grupos.

Jesús no les reprende por la pretensión de ocupar los primeros puestos. Simplemente ofrece un criterio y traza un camino: “Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos La condición ineludible para ser grande, el primero, en el reino de Dios, está en hacerse servidor de los demás.
  
Esto significa la condenación de la ambición humana en cuanto principio de grandeza; Es exactamente lo contrario a la inclinación natural del hombre: que los demás se pongan a nuestro servicio y cumplan nuestras órdenes ajustándose a nuestros planes.

Y acercando a un niño

La escena del niño significa lo mismo. Únicamente que en ella se acentúa lo pequeño e insignificante. La figura bíblica del niño no es símbolo de inocencia y ternura, sino de marginación e indefensión,  el signo de quien carece de grandeza, de quien no cuenta.

En contra de la pretensión de poder y dominio Jesús pone el servicio al desvalido, al que no cuenta. De ahí  que la imagen del niño señala la única forma se seguir y acoger a Jesús, de sentirnos salvados por Él, libres del sinsentido al que nos llevan las ansias de poder de prestigio, de dinero. Cristo  ha elevado a la categoría de un servicio prestado a él mismo y, en definitiva, a Dios la acogida a los pequeños e indefensos.

Aplicación

El afán de superación, el deseo de ser el primero, el anhelo de triunfo y éxito en la vida… parecen, en principio, aspiraciones legítimas del ser humano; el problema, normalmente, está en los medios que utilizamos para alcanzar esas metas. Jesús nunca dijo que no debamos aspirar a ser los primeros, antes al contrario: nos invita a serlo, pero nos señala el único camino humano y humanizador para lograrlo: el amor entregado, el servicio.





viernes, 11 de septiembre de 2015

DOMINGO XXIV

  T.O. (B)

Evangelio: Mc 8,27-35

E
n aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Felipe; por el camino, preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que soy yo?» Ellos le contestaron: «Unos, Juan Bautista; otros, Elías; y otros, uno de los profetas». Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Pedro le contestó: «Tú eres el Mesías». Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y empezó a instruirlos: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado, y resucitar a los tres días». Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Jesús se volvió y, de cara a los discípulos, increpó a Pedro: « ¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!» Después llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo: «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará».

Reflexión

Un “sondeo de opinión” sobre la identidad de Jesús

Jesús, que estaba resultando desconcertante y discutido, pregunta a sus discípulos « ¿Quién dice la gente que soy yo?»
 Según dijeron los discípulos, el círculo de gente que no sigue a Jesús, pero que no permanece extraño ante su persona y su actuación, identifican a Jesús con alguna de las figuras extraordinarias que, según la tradición o leyenda judías, debían volver antes de la aparición del Mesías: El Bautista, decían algunos. Decían otros que podría ser Elías. La era del Mesías también se asociaba con el retorno de cualquiera de los profetas, y algunos pensaban que Jesús podría ser uno de ellos. No había unanimidad. Pero, todos coincidían en señalar a Jesús como alguien importante. Esa era la apreciación humana. Hasta este nivel de conocimiento no era difícil llegar. También a lo largo de la historia, y actualmente,  muchísima gente reconoce a Jesús en ese nivel. No deja de ser cierto, que es un personaje importante, pero olvidan que Jesús es más,  es el Hijo de Dios, el Salvador.
Después se dirige Jesús al círculo de los cercanos, los que le siguen y preguntó «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». La respuesta de Pedro personifica la confesión cristiana de la fe: Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios.  Esa confesión de fe no es fruto de su personal conquista, ni conclusión de sus razonamientos, es don de Dios.
Dice el texto que Jesús “Les prohibió terminantemente decírselo a nadie”. Es el “secreto mesiánico”. Jesús impone silencio porque no quiere que su mesianismo sea mal entendido, en el sentido de un Mesías de poder o de prestigio, de mando y honores. Él es el Mesías, pero es un Mesías diferente, que identifica su mesianismo con el Siervo sufriente y solidario, cuyos perfiles habían trazado los profetas.
Por eso, Jesús empezó a instruirlos: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado..., ser ejecutado, y resucitar »Pedro, que acaba de confesar a Jesús como Mesías, se lo llevó aparte y se puso a increparlo, porque sus expectativas sobre el Mesianismo son diferentes a las de Jesús; se llevó la reprimenda más grande de todos los Evangelios: « ¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!»

El estilo del Mesías ha de ser el  de sus discípulos.

Jesús nos expone claramente las condiciones del seguimiento: "El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga"."El que quiera..." Es voluntario seguir a Jesús. Pero el que se decida tiene que hacerlo DETRÁS DE ÉL, por el camino que Él traza. El camino del discípulo tiene que ser el del Maestro. Y ese camino significa:

"Que se niegue a sí mismo". No es anularse, es vivir abiertos al amor, y eso comporta sufrimiento, dolor. Negarse a sí mismo significa no ponerse a sí mismo como centro de la propia existencia. Superar el egoísmo y vivir abiertos al amor a Dios y a los demás, como Jesús.
"Que cargue con su cruz". Es asumir la conflictividad y rechazo que conlleva el vivir siendo fieles a la causa de Jesús (Mt 5,10-12).
“Y me siga”: Que no es un mero acompañarle exteriormente, ni sólo confesarle, sino adherirse a su persona, comulgar con su vida, proseguir su causa y tomar parte en su destino histórico.
Argumento de Jesús para justificar sus condiciones, aparentemente tan duras: "Si uno quiere salvar la vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará". “quien busca salvar la vida", cerrándose en su interés egoísta, termina por autodestruirse, pierde la vida; "Quien pierde la vida por Jesús", dándole sentido en la entrega amorosa, la encuentra para siempre. La Vida es fruto de la muerte; no solamente en el último día, sino cada día. Por eso es preciso perderla para encontrarla -de nuevo- purificada. La resurrección de Jesús fue  fruto de su entrega. Llegó a ser plenamente hombre y a ser resucitado por el Padre, recobrando la vida que había entregado sin ninguna limitación.

Durante esta semana podríamos reflexionar:
¿Quién dice la gente que es Jesús?¿Quién digo que es Jesús? ¿Cómo lo digo? ¿Por qué lo digo? ¿Cuándo y dónde lo digo?                                                                                                    
 Dice la copla:  
¡No puedo cantar, ni quiero,
a ese Jesús del madero,
 sino al que anduvo en la mar!
¿Es el mío un Mesías poderoso, o es el siervo entregado hasta la Cruz? ¿Le sigo negándome a mi mismo y tomando la cruz con él?


 S. MARTINEZ RUBIO

jueves, 3 de septiembre de 2015


DOMINGO XXIII

  T.O. (B)

Evangelio Mc 7,31-37
En aquel tiempo, dejando Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del lago de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo, que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos. El, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y mirando al cielo, suspiró y le dijo: Effetá (esto es, «ábrete»). Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad. El les mandó que no lo dijeran a nadie; pero cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos. Y en el colmo del asombro decían: Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos.

Comentario

Un milagro en tierra pagana. El Evangelio de hoy narra  un milagro realizado por Jesús, mientras atravesaba la Decápolis, tierra pagana. Esto quiere decir que el mensaje de Jesús no está circunscrito a un espacio o grupo cultural, sino que está dirigido a toda la humanidad sin exclusiones. Jesús no pone límites a su labor de expandir el Reino de Dios.

Curación de un sordomudo: Jesús cura a una persona con limitaciones para comunicarse, pues era sordomudo. El sordomudo es la imagen de la impotencia, de la incomunicación, del aislamiento. Jesús se conmueve ante el drama que vive este hombre, y lo saca del aislamiento en que había estado durante muchos años.

El encuentro con el Señor se produce a través de otras personas que le presentan, pero, Jesús lo aparta de la gente y se queda a solas con él. Busca el silencio y el alejamiento de la gente. Sus milagros nunca pretenden ser gestos espectaculares destinados a impresionar; no busca un mesianismo triunfalista. No pretende la admiración, sino la fe.
Necesitamos apartarnos del bullicio,  crear espacios y momentos de silencio interior para que el Señor realice en nosotros el milagro, para que seamos trasformados por Él, para curar nuestra sordera y mudez.

Jesús "Le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua"…Dijo: Effetá  (que en arameo significa “ábrete”). La escena se les quedó gravada. La comunidad cristiana entendió que esta palabra “Effetá –ábrete” no solo se refería a la incomunicación física, sino también a la  espiritual.
La fuerza de los milagros no está en que sean acciones sorprendentes, sino en que son signos. El milagro de hoy contiene un significado que va más allá de la curación de una enfermedad Pero, signo ¿de qué?: de la posibilidad que tiene el hombre de poder llegar a una plena realización personal, en la que no haya enfermedad, ni limitación de ningún tipo. Los milagros como signos que muestran cuál es el verdadero camino del hombre y cuáles sus posibilidades.

ACTUALIZACIÓN
Llama la atención la sensibilidad de Jesús, que se compadece ante el drama personal de un sordomudo. Pero, más allá del milagro histórico, ¿qué nos dice hoy a nosotros? La incomunicación no es solamente el resultado de problemas fisiológicos. Hay otros factores que igualmente condenan al aislamiento y a la incomunicación, a la sordera y el mutismo.
·      Familias sordas y mudas: sin comunicación entre la pareja, entre padres e hijos, entre hermanos…En mundos completamente diferentes. ¡aislados!
·    Inmigrantes que se sienten extraños, que no conocen la lengua o, conociéndola, extrañan la cultura, las costumbres, los  valores… ¡aislados!
·    Gente que se siente sola e incomunicada, aunque navegue por Internet, y esté pegada a la tele y colgada de las redes sociales, ¡aislados!
·   Gente incapacitada, por los ruidos y distracciones, para escuchar la voz de Dios que habla a través de los acontecimientos. Gente que no percibe los gritos de las necesidades de sus hermanos. ¡aislados!
·  Gente con la lengua bloqueada, incapaz de pronunciar una palabra de acercamiento, de perdón, de optimismo… ¡aislados!

Cuando rompemos la relación con Dios y con los demás, taponamos las fuentes de la vida. Dejamos de ser semejanza de Dios que es relación, Trinidad. «Ábrete» es el mandato del Señor. Vivir no es durar porque respiras, vivir es otra cosa. ¡Ábrete!

Secundino Martínez Rubio