martes, 27 de marzo de 2018




Jueves santo es el pórtico y sustrato del triduo Pascual. En la última Cena Jesús, anticipa y perpetúa sacramentalmente el sacrificio de su inmediata Pasión y Muerte. El viernes lo mataron, el jueves se entregó. La Santa Cena, introducida por el lavatorio de los pies y prolongada en Getsemaní, es la pasión anticipada. La libertad de Jesús se anticipa a asumir la muerte impuesta el viernes. Antes de que le sea arrebatada en la cruz, la vida del Señor es libremente entregada por amor.

Es el día del amor, el día en que Jesús nos amó hasta extremo. Para salvar al mundo no escogió el camino del poder o la fuerza, escogió el camino del amor entregado hasta el martirio. El mandato nuevo: ¡que os améis como yo os he amado! Nuestra caridad nace y se fundamenta en esta caridad suprema
La institución de la Eucaristía perpetúa el memorial de su sacrificio bajo los signos de pan y vino, es decir, el sacramento de su Cuerpo entregado y  su Sangre derramada por nosotros. “Haced esto en conmemoración mía” y, por ello, nosotros anunciamos la muerte de Cristo y proclamamos su Resurrección hasta que  vuelva.
Jueves Santo es también el día de la Institución el Sacerdocio mediante el cual  Jesús “eligió con amor de hermano, a hombres del pueblo de Dios para que participen de su sagrada misión. Esos son los sacerdotes: presencia sacramental de Cristo Cabeza y Pastor. Que nadie se equivoque ¡despojados de ropajes, de rodillas, con toalla y palangana y … a lavar los pies. ¡Como el Maestro!


En la Santa Cena Jesús pregunta a los suyos ¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? ¿Lo comprendemos nosotros? Es luminoso el Jueves Santo.

             
HORARIOS
12:00: Oración comunitaria
18:00 Misa de la Cena del Señor
23,45: Vigilia Adoración Nocturna

domingo, 25 de marzo de 2018



      Para quien  entienda la Parroquia  cómo un establecimiento, como una tienda, como una gasolinera, donde uno va a proveerse de los servicios que necesita. Sin más relación con el resto de los usuarios que un cortés saludo, para esa persona la Celebración Comunitaria no tiene sentido. Él se confiesa por su cuenta y listo. Pero para los que sentimos y vivimos la Parroquia como una familia, la de los hijos de Dios. Tiene mucho sentido venir como familia a acogernos a la misericordia de Dios. Cada uno somos culpables de nuestros pecados, pero juntos somos responsables de los pecados de todos. Todos vamos creando un ambiente, unas estructuras de pecado. Yo soy culpable de mis pecados, pero solidario de los pecados de mis hermanos y juntos caminamos, juntos pecamos y juntos estamos aquí para pedirle perdón al Padre de la Misericordia. No es una cosa colectiva  para facilitar la confesión a muchos, es una cosa comunitaria, con sentido de familia que junta solicita para cada uno de sus miembros y para todos el Perdón y la Misericordia del Padre.


Horario :Lunes 26 de marzo 20:00 h.

viernes, 23 de marzo de 2018




La Semana Santa es inaugurada por el Domingo de Ramos,  día en el que se celebran las dos caras centrales del misterio pascual: la vida o el triunfo, mediante la procesión de ramos en honor de Cristo Rey, y la muerte o el fracaso, con la lectura de la Pasión. Debido a las dos caras que tiene este día, se denomina «Domingo de Ramos» (cara victoriosa) o «Domingo de Pasión» (cara dolorosa). Por esta razón, el Domingo de Ramos comprende dos celebraciones: la procesión de ramos y la eucaristía.

La Procesión de los Ramos: es una manifestación jubilosa de nuestra fe en Jesucristo al que acompañamos y aclamamos.

A la procesión sigue inmediatamente la Eucaristía. En la celebración de la Eucaristía del Domingo de Ramos destaca la lectura de la Pasión, donde contemplamos hasta dónde llega el amor  de Dios en Jesús. La memoria de la Pasión de Cristo es una llamada a defender, en el mundo, la causa de los inocentes. Pero también una llamada al amor que prefirió morir antes que matar. Lo cual no es posible si no perdonamos a los demás como hemos sido perdonados por el Padre Dios.

Del aspecto glorioso de los ramos pasamos al doloroso de la pasión. Los ramos nos muestran que Jesús va a sufrir, pero como vencedor; va a morir, mas para resucitar. En resumen, el domingo de Ramos es inauguración de la Pascua, o paso de las tinieblas a la luz, de la humillación a la gloria, del pecado a la gracia y de la muerte a la vida



HORARIOS
10:30 Misa en la Divina Pastora
11:30 Misa en la Milagrosa
12:30 Misa en Altagracia
19:00 Misa en Altagracia


jueves, 22 de marzo de 2018











HORARIOS SEMANA SANTA.

 
[El horario de misas Vespertinas
no se cambia hasta el domingo 1 de Abril]


CELEBRACION PENITENCIAL
26 de marzo  las 20:00

DOMINGO DE RAMOS

10:30 Misa en La Divina Pastora( Ramos)
11:30 Misa en  La Milagrosa ( Ramos)
12:30: Misa en Altagracia ( Ramos)
19:00 Misa en Altagracia

JUEVES SANTO

12:00: Oración comunitaria
18:00 Misa en la Cena del Señor
23:45 Vigilia Adoración Nocturna

 VIERNES SANTO

12: 00 Oración Comunitaria

18: 00 Celebración de la Muerte del Señor

SÁBADO SANTO
12:00. Oración comunitaria
23:00 VIGILIA PASCUAL

DOMINGO DE PASCUA 

10:30 Misa en La Divina Pastora

11:30 Misa en  La Milagrosa

12:30 Misa en Altagracia

13:30: Bautizos

20:00 Misa en Altagracia


viernes, 16 de marzo de 2018


DOMINGO V DE CUARESMA (B)


EVANGELIO (Jn 12,20-33.)

En aquel tiempo, entre los que habían venido a celebrar la fiesta había algunos gentiles; éstos, acercándose a Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban: -Señor, quisiéramos ver a Jesús. Felipe fue a decírselo a Andrés; y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús. Jesús les contestó: -Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre le premiará. Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré?: Padre líbrame de esta hora. Pero si por esto he venido, para esta hora. Padre, glorifica tu nombre. Entonces vino una voz del cielo: -Lo he glorificado y volveré a glorificarlo. La gente que estaba allí y lo oyó decía que había sido un trueno; otros decían que le había hablado un ángel. Jesús tomó la palabra y dijo: -Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí. Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba a morir

REFLEXIÓN

Estamos llegando al final del camino cuaresmal y la liturgia nos va preparando para celebrar el misterio pascual de Cristo. Cuando Jesús se encontraba en Jerusalén, por las fiestas de Pascua, unos griegos se acercaron al apóstol Felipe, que tenía nombre griego y procedía de Galilea y le dijeron: "Señor, queremos ver a Jesús". Felipe, llamó a Andrés y ambos "fueron a decírselo a Jesús".

La petición de los griegos refleja la sed de ver y conocer a Cristo que experimenta el corazón de todo hombre. Jesús respondió: "Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre”. Esta respuesta nos orienta al misterio de la Pascua, que es la manifestación gloriosa de su misión.  Pero esta glorificación conlleva el paso doloroso por la pasión y la muerte en cruz. Sólo así se realizará el plan de salvación para todos judíos y paganos.

Desde aquí se comprenden las palabras con las que concluye el evangelio de hoy: " cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí",  y lo que comenta el Evangelista: " Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba a morir".

Cercana ya la Semana Santa, la iglesia ofrece este evangelio como si nos invitara a compartir los sentimientos de Jesús, preparándonos para revivir el misterio de su pasión, muerte y resurrección, no desde fuera, sino como protagonistas juntamente con él. El Señor mismo nos explica cómo podemos unirnos a su misión: " Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. Sólo mediante la muerte, mediante la cruz,  se extiende el fruto salvador de Cristo para todos los tiempos. Para llevar a cabo el plan divino de la salvación era necesario que muriera y fuera sepultado: sólo así toda la realidad humana sería aceptada y, mediante su muerte y resurrección, se manifestaría el triunfo de la Vida, el triunfo del Amor; así se demostraría que el amor es más fuerte que la muerte.

Ahora bien, Jesús era un hombre verdadero, con nuestros mismos sentimientos, y sentía el peso de la prueba y la tristeza, por fin doloroso que le esperaba. Precisamente por ser hombre y Dios, experimentaba con mayor fuerza el terror frente al abismo del pecado, que él debía cargar y aniquilar con su amor.

Ante esa circunstancia Jesús confiesa: "Ahora mi alma está agitada. Y ¿que voy a decir? ¿Padre, líbrame de esta hora?". Estas palabras nos recuerdan las de la oración de Getsemaní, cuando, al experimentar el drama de la soledad y el miedo, implorará al Padre que aparte de él el cáliz de la pasión. Sin embargo, al mismo tiempo, mantiene su obediencia al plan divino, porque sabe que precisamente para eso ha llegado a esta hora, y con confianza reza: "Padre, glorifica tu nombre". Con lo cual está diciendo: "Acepto la cruz", en la que se glorifica el nombre de Dios, es decir, la grandeza de su amor. También aquí Jesús anticipa las palabras del Monte de los Olivos: "No se haga mi voluntad, sino la tuya". De este modo transforma su voluntad humana y la identifica con la de Dios. Este es el gran acontecimiento del Monte de los Olivos, el itinerario que deberíamos seguir fundamentalmente en todas nuestras oraciones: dejar que la gracia transforme nuestra voluntad y la impulse a uniformarse a la voluntad de Dios.
Este es el camino exigente de la cruz que Jesús indica a todos sus discípulos. En diversas ocasiones dijo: "Si alguno quiere servirme, que me siga". No hay alternativa para el cristiano. Es la "ley" de la cruz descrita con la imagen del grano de trigo que muere para germinar a una nueva vida; es la "lógica" de la cruz de la que nos habla también el evangelio de hoy: " El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna. Una paradoja; quien sigue a Cristo y, por su amor, se pone al servicio de los hermanos: pierde la vida y así la encuentra. No existe otro camino para experimentar la alegría y la verdadera fecundidad del Amor: el camino de darse, entregarse, perderse para encontrarse.
Secundino Martínez Rubio

viernes, 9 de marzo de 2018


DOMINGO IV CUARESMA (B)


EVANGELIO  (Jn 3,14-21.)


En aquel tiempo dijo Jesús a Nicodemo: -Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.

Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no será condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.

Esta es la causa de la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.

REFLEXIÓN

El centro de las lecturas de este domingo es el amor de Dios. En la primera Lectura, ese amor provoca la liberación de los judíos desterrados en Babilonia. En la segunda Pablo habla: “Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó…” En el evangelio, Juan escribe: “De tal manera amó Dios al mundo que le entregó a su hijo único”. Ese amor de Dios se manifiesta perdonando y al mismo tiempo, requiere una respuesta de parte nuestra.

El texto del segundo libro de las Crónicas, de la Primera Lectura, refleja una época difícil. El pueblo, después del destierro, debe comenzar la reconstrucción del país. Lo primero es animar la fe y la esperanza en un futuro mejor. Para ello, el autor hace memoria del pasado en el que hubo maldades, pecados, infidelidades, injusticias…., que desembocaron en una derrota militar y en un largo exilio en Babilonia. Pero, no todo fue malo en esa historia pasada. Entre las cosas buenas hay que destacar la intervención de Dios para que el destierro terminara y pudieran volver a casa. Del pasado también pueden aprender la presencia permanente del Señor, que no les abandonó nunca, ni siquiera cuando estaban empeñados en la práctica del mal.

En cuaresma revisamos nuestra historia y situación, marcada, a veces, por el mal, por nuestros pecados de acción u omisión Y esto nos lleva, como a los israelitas, a situaciones tensas, a enfrentamientos, a convivencias difíciles… Hemos de renunciar al mal. Pero, recordemos también su presencia en nuestra historia, el perdón que  nos ha ofrecido el Señor y acojámonos a él.

En la segunda lectura de la Carta a los Efesios, san Pablo explica que la salvación es un don de Dios que se acoge con infinito agradecimiento, y que no es el resultado de nuestras acciones humanas. Este amor de Dios espera una respuesta, que se concreta en la fe y en la práctica de las buenas obras.

El texto del Evangelio pertenece al diálogo de Jesús con Nicodemo. Enfoca el tema del amor y perdón de Dios de forma universal.  No habla del amor de Dios al pueblo de Israel, sino a todo el mundo y que le cuesta la muerte de su propio hijo. Además, el evangelio subraya mucho la respuesta humana: ese perdón hay que aceptarlo mediante la fe, reconociendo a Jesús como Hijo de Dios y salvador. Lo que implica un gran acto de humildad, porque obliga a reconocer tres cosas:

a) que soy pecador, cosa nada fácil de reconocer.

b) que no puedo salvarme a mí mismo, el origen de la salvación es el amor de Dios, que tiene la iniciativa y que nos entrega a su propio Hijo.

c) que es otro, Jesús, quien me salva; nosotros nos apropiamos de la salvación o la rechazamos mediante la fe-incredulidad  en Jesús, el Enviado de Dios.

Esa es la Buena Nueva: que Dios nos ama a todos. No nos condena: Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. 
En el contexto de la cuaresma, que se presta a subrayar el aspecto del pecado y del castigo, la liturgia nos recuerda una vez más que nuestra fe se basa en una “buena noticia” (evangelio), la buena noticia del amor de Dios. Nosotros debemos reconocer  que todo es don de Dios y no mérito nuestro, y que debemos responder con fe y dedicándonos “a las buenas obras” que él nos ha asignado.

S.M.R. 

viernes, 2 de marzo de 2018


DOMINGO III CUARESMA (B)


EVANGELIO  Jn 2,13-25 


 En aquel tiempo se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: -Quitad esto de aquí: no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre. Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora». Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron. ¿Qué signos nos muestras para obrar así? Jesús contestó: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré. Los judíos replicaron: Cuarenta y seis anos ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días? Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús. Mientras estaba en Jerusalén por las fiestas de Pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo los signos que hacía, pero Jesús no se confiaba con ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba el testimonio de nadie sobre un hombre, porque él sabía lo que hay dentro de cada hombre.

REFLEXIÓN

El texto evangélico nos presenta a Jesús airado, enfadado y hasta violento con aquellas personas que habían convertido el templo de Dios  en un mercado y la religión en un negocio.

El Templo era la institución más significativa de Israel, llamado a ser el lugar de encuentro con Dios, casa de oración,  y Jesús lo encuentra convertido en mercado, donde reina el afán de dinero y el comercio interesado. Jesús no encuentra a buscadores de Dios sino  mercaderes y negociantes y, “haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo”. No se trata solamente de limpiar el Templo sino sustituir la realidad e idea del mismo templo. Los traficantes  no son solo los que comerciaban en el atrio, sino todos los que usan la religión con afán mercantil y egoísta. Aquí no se mercadea, viene a decir Jesús. Dios no se compra, ni se vende.

Jesús inaugura algo totalmente nuevo:

En primer lugar una nueva imagen de Dios. Frente al Dios de la ley que rechaza a los paganos, a los pecadores e impuros y bendice al pueblo elegido, a los cumplidores, Jesús anuncia al Dios de la compasión, que tiene entrañas de misericordia y acoge a todos, porque no mira nuestros meritos, sino nuestras necesidades. Esto era una revolución, rompía todos los esquemas religiosos. Lo más importante no era lo que yo le doy a Dios, sino lo que Él me da. Y el me da siempre su amor misericordioso.

Un nuevo Templo. Jesús se presenta como  el nuevo y verdadero templo, lugar de encuentro del hombre y Dios, lugar de encuentro de lo divino y lo humano. Verdadera morada de Dios entre los hombres. «Destruid este templo y en tres días lo levantaré... Pero el templo del que él hablaba era su cuerpo».

Son importantes los Templos, el altar, las ofrendas y ritos, pero no valen por sí solos para rendir culto a Dios. Lo que verdaderamente tiene importancia son las personas que acuden a ellos y el estilo o el espíritu con el que lo hacen. Si en la vida diaria no hemos encontrado a Jesucristo  en cada persona, que es templo suyo, no lo encontraremos en un templo por muy magnífico, ornamental y espléndido que allí sea su culto. Porque como decía Jesús a la Samaritana "ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis a Dios. Se acerca la hora, ya está aquí, en la que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y en verdad"(Jn 4,23)

Un nuevo culto: El culto no es cosa de ritos vacíos, sino de amor misericordioso y vida entregada. Lo dijo el mismo Jesús citando al profeta Oseas: “misericordia quiero y no sacrificios” (Mt 9, 13).

¿Vivimos nosotros esa novedad de Jesús?
·       ¿La imagen que tengo de Dios es la de la misericordia entrañable?
·        ¿Es Jesús mi nuevo templo?
· ¿He convertido mi relación con Dios en un mercantilismo espiritual?
·    ¿Me limito a ofrecerle a Dios sacrificios, que no quiere, o le ofrezco un corazón misericordioso, que es lo que espera?

S.M.R.