jueves, 25 de octubre de 2018


DOMINGO XXX T.O. (B)
EVANGELIO Mc 10,46-52
En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo (el hijo de Timeo) estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: Hijo de David, ten compasión de mí. Muchos le regañaban para que se callara. Pero el gritaba más: Hijo de David, ten compasión de mí. Jesús se detuvo y dijo: Llamadlo. Llamaron al ciego diciéndole: Animo, levántate, que te llama. Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo: ¿Qué quieres que haga por ti? El ciego le contestó: Maestro, que pueda ver. Jesús le dijo: Anda, tu fe te ha curado. Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino

REFLEXIÓN
Bartimeo era un mendigo (que vivía de los demás), ciego (que no ve), sentado (que no tiene actividad, aparcado), junto al camino (al margen, fuera de un proyecto personal y compartido).  Es el prototipo de la ceguera de los discípulos, aferrados a sus seguridades (simbolizadas en el manto del ciego) y protagonistas de una vida paralizada, sin dinamismo.
Personal y comunitariamente ¿es esta nuestra situación?

Al oír que pasa Jesús, Bartimeo se puso a gritar. Su insistencia expresa la intensidad de su búsqueda, el deseo de encontrarse con el Señor, la confianza (= FE) que deposita en Jesús y  en su poder para cambiar su situación.
¿Refleja esta actitud de Bartimeo nuestra actitud creyente?

La muchedumbre, que primero regañaba al ciego por llamar a Jesús y le mandaba callar, luego le da ánimos y le manda levantarse. Pasan de ser obstáculo para el encuentro a facilitarlo, porque han escuchado a Jesús. La escucha atenta a Jesús nos transforma y nos permite ser puentes entre él y los que sufren, dándoles ilusión y esperanza y ayudando a llevar a Jesús a quien tiene necesidad de él.
¿Experimentamos esa transformación en nuestros encuentros  con Jesús? ¿En qué se nota, qué cambiamos?

Bartimeo acude confiadamente, con fe, a la compasión misericordiosa de Jesús y obtiene respuesta: «Al instante, recobró la vista y lo seguía por el camino». Deja atrás su antigua vida de ciego, representada por su manto, que es arrojado. Ahora es un hombre nuevo  que ve, que se hace discípulo (no vive de los demás sino para los demás), que sigue a Jesús por el camino (tiene actividad y proyecto).

La de Bartimeo es una historia que se repite.  Al borde del  camino de la vida  hay cantidad de ciegos que no puede ver la fiesta de la vida; marginados y  pobres de todas clases; jóvenes
que no ven el sentido alegre de la vida; ancianos huérfanos de hijos; gente que anda dando tumbos; otros aparcados en la cuneta de la vida porque les dieron todos los medios para vivir, pero no le dieron lo más importante: razones para hacerlo;  pobres de dinero, o de cariño, o de esperanza ... Tú y yo que también, a veces, vamos a tientas por la vida.

¿En qué sentido puedo o debo decir yo también, como el ciego Bartimeo: "Maestro, que pueda ver"…? ¿Veo la vida con los ojos de la fe? La enfermedad, la convivencia, el trabajo, la familia, los éxitos, los fracasos, la muerte… los veo desde la fe?

Bartimeo “Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús' ¿Cuál sería el manto, o los mantos, es decir las seguridades, que yo tendría que dejar para acercarme de verdad a Jesús?

Cuando me encuentro con gente pidiendo ayuda a gritos, alargando la mano en la cuneta de la vida: ¿Cuál es mi postura? ¿Les  mando callar? ¿Miro para otro lado? ¿Comparto con esas personas la fuente de mi salvación y le digo dónde está la fuente de mi luz?

La enseñanza de Jesús hoy trata de que sus discípulos sean como el ciego Bartimeo, cuya  fe en Jesús le transforma por completo y se convierte en modelo para los discípulos de todos los tiempos
Feliz Domingo
SMR

viernes, 19 de octubre de 2018


DOMINGO XXIX T.O. (B)
EVANGELIO Mc 10,35-45

En aquel tiempo [se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo,  Santiago y Juan, y le dijeron: Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir. Les preguntó: ¿Qué queréis que haga por vosotros? Contestaron: Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda. Jesús replicó: No sabéis lo que pedís; ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar? Contestaron: Lo somos. Jesús les dijo: -El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; está ya reservado. Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan.] Jesús, reuniéndolos, les dijo: Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Vosotros, nada de eso; el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos.

REFLEXIÓN
El domingo pasado el Señor nos advertía  del peligro que encierra el afán de poseer, hoy dice que el afán de dominar, tampoco nos humaniza, nos impide entrar en el Reino y, en definitiva, no nos deja ser felices. 

Los Zebedeos - Santiago y Juan- se acercan a Jesús llamándole Maestro, pero en vez de aprender lo que les está enseñando , van a enseñarle ellos lo que tiene que hacer: sentarlos en su gloria uno a tu derecha y otro a su izquierda. Es el afán de superioridad, la actitud egoísta es la misma que la del domingo pasado con las riquezas. Estamos ante la tentación del dominio, que nos alcanza a todos. Todos tenemos una tendencia fuerte, a dominar, a sobresalir, a estar por encima de los demás, en la familia, en el trabajo, en la sociedad, en el grupo…

Jesús, reuniéndolos les dice a quien no tienen que imitar: “los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y los grandes los oprimen. Vosotros, nada de eso; el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos”. Y quien  deben imitar es al mismo Jesús, que  “no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos”. La respuesta de Jesús es, en suma, una invitación imitar su ejemplo

¿Y por qué Jesús viene a servir? ¿Por qué un cristiano tiene que hacer de su vida un servicio como Jesús? No por fastidiarse, ni por masoquismo, ni porque nos gusta el sacrificio. Sencillamente, los cristianos tenemos que hacer de nuestra vida un servicio, como la hizo Jesús, porque ESE ES EL CAMINO DEL AMOR, el único camino que nos hace personas de verdad. El dominio, el poderío, el quedar por encima de todos, el autoritarismo dominante, ni humaniza a la persona, ni mejora el mundo. La grandeza del ser humano consiste en esa posibilidad que tiene de AMAR, de darse,
como Dios se da;  pasar por la vida poniendo amor y cariño a su alrededor.  El fin supremo del hombre es entregarse totalmente, definiti­vamente. En ese don total, encuentra el hombre su plena realización.

Mientras no hagamos este descubrimiento, estaremos en la dinámica del joven rico, de los Zebedeos y de los demás apóstoles: buscar más riquezas, el puesto mejor y el dominio de los demás para que estén nuestro servicio… y no seremos felices. 

Tampoco se trata de sufrir, de humillarse, de rebajarse ante Dios o ante los demás, esperando que después Dios me lo pague con creces con la gloria eterna. La clave está en superar esta trampa y descubrir la máxima gloria en el mismo don de sí mismo.
Feliz domingo
SMR  

sábado, 13 de octubre de 2018


DOMINGO XXVIII T.O.(B)

EVANGELIO Mc 10,17-30

En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? Jesús le contestó: ¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre. El replicó: Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño. Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres -así tendrás un tesoro en el cielo-, y luego sígueme. A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico. Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: ¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios! Los discípulos se extrañaron de estas palabras. Jesús añadió: Hijos, ¡qué difícil les es entrar en el Reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el Reino de Dios. Ellos se espantaron y comentaban: Entonces, ¿quién puede salvarse? Jesús se les quedó mirando y les dijo: Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo. [Pedro se puso a decirle: Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. Jesús dijo: Os aseguro que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más -casas, y hermanos y hermanas, y madres e hijos, y tierras, con persecuciones-, y en la edad futura vida eterna.]

REFLEXIÓN
El Evangelio de hoy,  se articula en tres escenas y tres miradas de Jesús.

LA PRIMERA ESCENA: Encuentro de Jesús con un joven  que pregunta: ¿Qué debo hacer para heredar la Vida eterna? Lo que pretende es  «formar parte de la vida futura» o «del mundo futuro», la vida del más allá. Y quiere saber lo que ha de hacer para alcanzarla.
La respuesta de Jesús pide cumplir los mandamientos que se refieren al amor al prójimo. El joven los ha cumplido; pero la observancia de los mandamientos no le basta, no llena su deseo de plenitud. Jesús intuye ese deseo del joven y se le quedó MIRANDO con cariño. Pero Jesús le pide que, además de pensar en la otra vida, piense en esta, dándole un sentido nuevo. Ese sentido es seguir a Jesús y le señala el programa: Vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; luego, ven y sígueme”. Pero el joven tiene el corazón dividido entre dos amos: Dios y el dinero, y se marchó triste. ¡No pueden convivir la fe y el apego a las riquezas! Al final, el impulso inicial del joven se apaga y no sigue a Jesús. Se marcho triste.

SEGUNDA ESCENA: Los discípulos escuchan una enseñanza sorprendente y contundente: los bienes materiales son un obstáculo muy difícil para entrar en el Reino de Dios y seguir a Jesús. «MIRANDO alrededor, dijo a sus discípulos: ¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!», se trata de una mirada pensativa, de advertencia. La vieja teoría religiosa judía, que consideraba la riqueza como “premio” de Dios a la buena conducta, se viene abajo con Jesús: de ahí las reacciones de sorpresa y asombro de los discípulos que preguntan:«entonces,¿quién podrá salvarse?». 
 MIRÁNDOLOS fijamente Jesús les dice: “Para los hombres, es imposible; pero no para Dios, porque todo es posible para Dios”. Es la tercera mirada, una mirada de aliento. Con la ayuda del Señor podremos superar todas las dificultades que nos impiden seguirlo en el camino de la fe. Él nos dará la salvación, Él  y nos acompañará en el camino.

TERCERA ESCENA:  Pedro habla del desprendimiento total de él y sus compañeros para seguir a Jesús y éste les asegura que el que deja todo para seguirlo tendrá la vida eterna en el futuro y el ciento por uno ya en el presente.

Quien ha renunciado a centrarse en sí mismo o en las cosas y ha puesto a Dios como centro, todo lo ve desde el punto de vista de Dios, desde los criterios que Jesús nos dejó en el Evangelio. Dios es lo más importante en su vida y todo lo demás, es importante, pero menos que Dios. Y es feliz, porque dejados otros deseos, su corazón está puesto en lo que de verdad desea. Descentrado de sí y de las cosas está en Dios, su verdadero centro. El desasimiento, el desprendimiento de sí y de las cosas abre las puertas de la felicidad, nos libra de toda atadura y dependencia. Dios colma nuestras apetencias y deseos, porque ¡solo Dios basta”!  Pero, esto no es posible verlo sin el espíritu de sabiduría, de que nos habla la Primera Lectura, y que hemos de pedir al Señor para tener la vida eterna.

¿Has percibido la mirada de Jesús sobre ti? ¿Qué respondes? ¿Prefieres seguir a Jesús con un corazón desapegado o marcharte triste como el Joven rico?

Que la Virgen María nos ayude a abrirnos al amor de Jesús, a la mirada de Jesús, el único que puede apagar nuestra sed de felicidad.
S.M.R.

viernes, 5 de octubre de 2018

DOMINGO XXVII T.O. (B)
EVANGELIO

E
n aquel tiempo se acercaron unos fariseos y le preguntaron a Jesús para ponerlo a prueba: ¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer? El les replicó: ¿Qué os ha mandado Moisés? Contestaron: Moisés permitió divorciarse dándole a la mujer un acta de repudio. Jesús les dijo: Por vuestra terquedad dejó escrito Moisés este precepto. Al principio de la creación, Dios los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre. En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo. El les dijo: Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio. [Le presentaron unos niños para que los tocara, pero los discípulos les regañaban. Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo: -Dejad que los niños se acerquen a mí; no se lo impidáis; de los que son como ellos es el Reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte el Reino de Dios como un niño, no entrará en él. Y los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos.]

REFLEXIÓN

Otro domingo más hemos escuchado la Palabra de Dios y es ahora el momento de reflexionar sobre su contenido.
        
La primera lectura está tomada del primer libro de la Biblia, el Génesis, que habla de los orígenes del mundo, de la vida, de los hombres. El texto de hoy nos ha dicho que el matrimonio, la unión del hombre y de la mujer, forma parte del proyecto original de Dios, El matrimonio estaba, ya desde el principio, en el plan creador de Dios. El hombre y la mujer están llamados a convertirse, por el amor,  en una sola carne,  en un solo ser. Esa unión la ha creado Dios; por consiguiente, «lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre» dice Jesús en el evangelio.

La segunda lectura ha sido tomada de la Carta a los Hebreos. Nos ha hablado de la voluntad del Padre Dios de salvar a los hombres por medio de Jesús. Y de un Jesús que asume la condición humana en toda su extensión, también en lo que ésta tiene de sufrimiento, de dolor, de soledad y de muerte. Y, es tal la unión de Jesús con nosotros que, con razón, puede llamarnos hermanos.
En nuestros momentos de dolor, de sufrimiento y de muerte, podemos dirigirnos a Cristo clavado en la cruz que nos acompaña para ayudarnos a llevar nuestras propias cruces personales. Como Él, pasaremos nuestros calvarios  y como Él, y con Él, llegaremos a la Pascua de Resurrección.

El evangelio de San Marcos nos presenta las palabras de Jesús sobre el matrimonio. El texto evangélico  tiene dos pasajes: primero el diálogo de Jesús con los fariseos y después el diálogo de Jesús con sus discípulos.
A los fariseos  que  le preguntaban si era lícito al marido repudiar a su mujer, como preveía  la ley  de Moisés (cf. Dt 24, 1), responde que se trataba de una concesión hecha por Moisés por la "dureza de su corazón", pero que la verdad del matrimonio se remontaba "al principio de la creación", cuando "Dios como está escrito en el libro del Génesis los creó hombre y mujer. Por eso el hombre abandonará a su padre y a su madre y serán los dos una sola carne". Y Jesús añadió: “De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre" (Mc 10, 8-9). Este es el proyecto originario de Dios.
En la segunda parte Jesús está en casa con sus discípulos: ellos preguntan sobre el mismo tema  y Jesús les responde lo mismo con toda claridad .

Es verdad que el proyecto original de Dios, respecto al matrimonio, puede llegar a romperse en muchas parejas. Bueno será poner antes los medios para que eso no suceda y orar sin cansarse jamás  para perseverar en el esfuerzo diario de mantener los compromisos asumidos el día del matrimonio. Bueno será la Comunidad Cristiana ofrezca  una Pastoral Familiar que ayude a las Familias.  

Sobre todas las familias, especialmente sobre las que atraviesan dificultades, invoquemos la protección maternal de la Virgen y de su esposo san José. María, madre de Altagracia, Reina de la familia, ruega por nosotros.
 S.M.R.