viernes, 5 de octubre de 2018

DOMINGO XXVII T.O. (B)
EVANGELIO

E
n aquel tiempo se acercaron unos fariseos y le preguntaron a Jesús para ponerlo a prueba: ¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer? El les replicó: ¿Qué os ha mandado Moisés? Contestaron: Moisés permitió divorciarse dándole a la mujer un acta de repudio. Jesús les dijo: Por vuestra terquedad dejó escrito Moisés este precepto. Al principio de la creación, Dios los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre. En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo. El les dijo: Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio. [Le presentaron unos niños para que los tocara, pero los discípulos les regañaban. Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo: -Dejad que los niños se acerquen a mí; no se lo impidáis; de los que son como ellos es el Reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte el Reino de Dios como un niño, no entrará en él. Y los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos.]

REFLEXIÓN

Otro domingo más hemos escuchado la Palabra de Dios y es ahora el momento de reflexionar sobre su contenido.
        
La primera lectura está tomada del primer libro de la Biblia, el Génesis, que habla de los orígenes del mundo, de la vida, de los hombres. El texto de hoy nos ha dicho que el matrimonio, la unión del hombre y de la mujer, forma parte del proyecto original de Dios, El matrimonio estaba, ya desde el principio, en el plan creador de Dios. El hombre y la mujer están llamados a convertirse, por el amor,  en una sola carne,  en un solo ser. Esa unión la ha creado Dios; por consiguiente, «lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre» dice Jesús en el evangelio.

La segunda lectura ha sido tomada de la Carta a los Hebreos. Nos ha hablado de la voluntad del Padre Dios de salvar a los hombres por medio de Jesús. Y de un Jesús que asume la condición humana en toda su extensión, también en lo que ésta tiene de sufrimiento, de dolor, de soledad y de muerte. Y, es tal la unión de Jesús con nosotros que, con razón, puede llamarnos hermanos.
En nuestros momentos de dolor, de sufrimiento y de muerte, podemos dirigirnos a Cristo clavado en la cruz que nos acompaña para ayudarnos a llevar nuestras propias cruces personales. Como Él, pasaremos nuestros calvarios  y como Él, y con Él, llegaremos a la Pascua de Resurrección.

El evangelio de San Marcos nos presenta las palabras de Jesús sobre el matrimonio. El texto evangélico  tiene dos pasajes: primero el diálogo de Jesús con los fariseos y después el diálogo de Jesús con sus discípulos.
A los fariseos  que  le preguntaban si era lícito al marido repudiar a su mujer, como preveía  la ley  de Moisés (cf. Dt 24, 1), responde que se trataba de una concesión hecha por Moisés por la "dureza de su corazón", pero que la verdad del matrimonio se remontaba "al principio de la creación", cuando "Dios como está escrito en el libro del Génesis los creó hombre y mujer. Por eso el hombre abandonará a su padre y a su madre y serán los dos una sola carne". Y Jesús añadió: “De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre" (Mc 10, 8-9). Este es el proyecto originario de Dios.
En la segunda parte Jesús está en casa con sus discípulos: ellos preguntan sobre el mismo tema  y Jesús les responde lo mismo con toda claridad .

Es verdad que el proyecto original de Dios, respecto al matrimonio, puede llegar a romperse en muchas parejas. Bueno será poner antes los medios para que eso no suceda y orar sin cansarse jamás  para perseverar en el esfuerzo diario de mantener los compromisos asumidos el día del matrimonio. Bueno será la Comunidad Cristiana ofrezca  una Pastoral Familiar que ayude a las Familias.  

Sobre todas las familias, especialmente sobre las que atraviesan dificultades, invoquemos la protección maternal de la Virgen y de su esposo san José. María, madre de Altagracia, Reina de la familia, ruega por nosotros.
 S.M.R.












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