martes, 31 de octubre de 2017

SOLEMNIDAD 
DE 
TODOS LOS SANTOS


P
atriarcas que fuisteis la semilla
del árbol de la fe en siglos remotos:
al vencedor divino de la muerte,
rogadle por nosotros.

Profetas que rasgasteis inspirados
del porvenir el velo misterioso:
al que sacó la luz de las tinieblas,
rogadle por nosotros.

Almas cándidas, Santos Inocentes
que aumentáis de los ángeles el coro:
al que llamo a los niños a su lado,
rogadle por nosotros.


Apóstoles que echasteis por el mundo
del la Iglesia el cimiento poderoso:
al que es de la verdad depositario,
rogadle por nosotros.

Mártires que ganasteis vuestras palmas
en la arena del circo, en sangre rojo:
al que os dio fortaleza en los tormentos,
rogadle por nosotros.

Vírgenes semejantes a azucenas,
que el venado vistió de nieve y oro:
al que es fuente de la vida hermosura,
rogadle por nosotros.

Monjes que de la vida en el combate
pedisteis paz al claustro silencioso:
al que es iris de calma en las tormentas,
rogadle por nosotros.

Doctores cuyas plumas nos legaron
de virtud y saber rico tesoro:
al que es raudal de ciencia inextinguible,
rogadle por nosotros.

Soldados del ejercito de Cristo
santos y santas todos:
rogadle que perdone nuestras culpas
a Aquel que vive y reina entre vosotros.

 Gustavo Adolfo Bécquer.

viernes, 27 de octubre de 2017

DOMINGO XXX T.O. (A)


Evangelio (Mt 22, 34-40)


En aquel tiempo, los fariseos, al oír que había hecho callar a los saduceos, se acercaron a Jesús y uno de ellos le preguntó para ponerlo a prueba: -Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?

El le dijo: -«Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser». Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: -«Amarás a tu prójimo como a ti mismo». Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.

Reflexión
En los domingos anteriores, hemos visto a diversos grupos religiosos enfrentándose a Jesús. Los fariseos envían ahora a un experto en la Ley, que le pregunta cual es el mandamiento principal. La cosa tenía su importancia, pues los judíos hablaban 613 mandamientos (248 preceptos y 365 prohibiciones),  que debían observarse para cumplir íntegramente la Ley. No era fácil saber lo que constituía el núcleo fundamental de su religión ¿Cuál era el mandato principal?, ¿qué era lo mas importante, lo esencial?

En el contexto de las controversias de Jesús con sus adversarios, un fariseo le pregunta: “Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?”

Jesús respondió con palabras del libro del Deuteronomio (Dt 6,5): "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser. Este mandamiento es el principal y primero.” Son parte de las palabras que cualquier judío piadoso recita todos los días, al levantarse y al ponerse el sol. En este sentido, la respuesta de Jesús es irreprochable. Y continúo Jesús con palabras del Libro del Levítico (19,18): El segundo es semejante a él: Amarás a tu prójimo como a ti mismo".

La novedad de la respuesta de Jesús reside en dos aspectos: Primero, sitúa el amor a Dios y al prójimo como centro esencial de la ley. No sólo resume la ley, sino que la fundamenta en el amor a Dios y al prójimo. Para Jesús el fundamento, la base, en que descansa toda la ley es el amor a Dios y al prójimo. Ningún precepto, norma, doctrina o institución, pueden arrogarse esa centralidad. Todo ha de fundamentarse en el amor a Dios y al prójimo. Porque perdidos en tantas normas, prescripciones y disposiciones, eso era olvidado por  escribas y fariseos. Y…también a nosotros nos puede suceder. Podemos andar perdidos, perplejos, desorientados por tanta norma, precepto, costumbre… o por el relativismo, para el que todo es relativo y nada definitivo y fundamental. Jesús nos dice hoy que el amor a Dios y al prójimo es el principio  fundamental conforme al cual debe revisarse siempre la vida cristiana. 
En segundo lugar Jesús unifica y equipara los dos mandamientos: que el segundo sea “semejante” al primero no significa que el amor al prójimo sea un mandamiento de segundo rango con respecto al amor de Dios, sino que posee una radicalidad  y centralidad semejante al primero.

Amor a Dios y al prójimo no son intercambiables, pero, para un cristiano, tampoco son separables. Y desgraciadamente a veces se han separado, en ocasiones afirmando el amor a Dios a costa del amor al hombre; otras veces afirmando el amor por el hombre a costa del amor a Dios.
El modo de amar
Pero amar a Dios y al prójimo, no se reduce a un sentimiento.   Por eso dice Santa Teresa: “Quizá no sabemos qué es amar, y no me espantaré mucho; porque no está en el mayor gusto, sino en la mayor determinación de desear contentar en todo a Dios y procurar, en cuanto pudiéremos, no le ofender, y rogarle que vaya siempre adelante la honra y gloria de su Hijo y el aumento de la Iglesia Católica.” (Moradas Cuartas cap.1, 7.)

El amor, a veces, incluye el sentimiento, pero no se reduce al sentimiento. Es una decisión de la voluntad, que permanece cuando, a veces, el sentimiento se debilita o desaparece. ¿No has oído  aquello de “nos hemos separado porque ya no SENTIMOS nada”, “no rezo, ni voy a misa porque  no SIENTO nada”.
No deberíamos olvidarlo: EL AMOR A DIOS Y A LOS DEMÁS NO SE REDUCE A SENTIR.

Secundino Martinez Rubio

sábado, 21 de octubre de 2017

MIÉRCOLES 25 DE OCTUBRE
DE 18:00 A 19:00 H

EN EL SALÓN PARROQUIAL DE ALTAGRACIA
No olvides
QUE TE ESPERO,
NO ESPERES
Que te olvide


viernes, 20 de octubre de 2017


DOMINGO XIXX T.O. (a)

Evangelio ( Mt 22,15-21)

En aquel tiempo, los fariseos se retiraron y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta. Le enviaron unos discípulos, con unos partidarios de Herodes, y le dijeron: Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no te fijas en las apariencias. Dinos, pues, qué opinas: ¿es lícito pagar impuesto al César o no?

Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús: ¡Hipócritas!, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto. Le presentaron un denario. El les preguntó: ¿De quién son esta cara y esta inscripción? Le respondieron: Del César. Entonces les replicó: Pues pagadle al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios.

Reflexión

Jesús ha puesto en evidencia la actitud de rechazo al Reino de Dios de los representantes de Israel, con las parábolas de los domingos anteriores. La polémica ha ido creciendo y estarían indignados. En este contexto se sitúa el Evangelio de hoy.

Jesús ha venido hablando de la conversión al Reino de Dios y de la necesidad de que esa conversión se manifieste en frutos. Ellos pretenden escapar de las exigencias de Dios que Jesús planteaba y  buscan el modo  de comprometer y desprestigiar a Jesús para ello los fariseos le mandan a sus discípulos, junto con algunos herodianos, para comprometerlo con una pregunta  que se sitúa en el terreno de la política: ¿es lícito pagar impuesto al César o no?

La trampa es evidente: si decía que no había que pagar el impuesto al César, se declaraba en contra de Roma, y por lo tanto lo podían acusar de subversivo. Si contestaba que sí había que pagar el impuesto podían acusarlo de ser contrario al judaísmo, porque se ponía en contra del sentir religioso del pueblo, que estaba convencido de que el único señor era Dios y no aceptaban la soberanía de Roma. Por tanto, era  una pregunta trampa, para comprometerlo.

La respuesta los desconcertó, porque escapó del cerco que le habían tendido y situó el problema en un nivel más profundo. Ellos habían comenzado la pregunta adulando: “Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no te fijas en las apariencias”. Jesús comienza la respuesta diciéndole a las claras su mala intención: ¡Hipócritas!, ¿por qué me tentáis?

La respuesta de Jesús es: “Pagad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”; Le han preguntado por un tema: el César y sus impuestos. Contesta con dos temas: el César por un lado y Dios por otro.
Jesús introduce un elemento nuevo que no estaba presente en la pregunta que le hicieron y añade el “dad a Dios lo que es de Dios”. Para Jesús, Dios y la causa del Reino de Dios son el único absoluto.
Todas las otras realidades humanas no son negadas, se les reconoce su valor, pero no constituyen nunca un absoluto, no pueden ocupar el primer plano en la escala de valores para el seguidor de Jesús.

 Lo que Jesús contesta equivale a decir: a Dios le interesan otras cosas más importantes, y ésas no se las quieren dar. Vosotros os preocupáis por un problema secundario “el tributo al Cesar” y pasáis por alto la obligación principal: dar vuestra vida a Dios, amadle sobre todas las cosas.

Con frecuencia se desplaza el verdadero centro de gravedad de la cuestión religiosa “yéndose por las ramas”. Los interlocutores de Jesús querían escaparse de las exigencias de Dios, que Jesús les predicaba. Salir de ellas, trasladando el problema al terreno político, para comprometer a Jesús, lo cual fue calificado por Jesús de “hipocresía”. Jesús los deja al descubierto y pone de manifiesto aquella hipocresía: presentan un problema bien distinto a aquel en el que están pensando. Dicen buscar “el camino de Dios” cuando, en realidad, rechazan el único camino de Dios: Cristo con su evangelio. Que no nos pase lo mismo, Señor.

DOMINGO MUNDIAL


Este domingo dirige nuestra mirada a los países de misión, a las Iglesias del tercer mundo, a la labor de miles y miles de misioneros, muchos de ellos españoles, que en tierras lejanas, están anunciando el mensaje de Jesús y colaborando en el progreso y en el desarrollo de esos pueblos. Es esta una jornada para el recuerdo, para la plegaria, para el compromiso, para la colaboración porque la realidad misionera de la Iglesia es algo que nos afecta, porque los misioneros son “nuestros misioneros”, porque el anuncio del evangelio es también cosa nuestra.

   
Secundino Martínez Rubio

viernes, 13 de octubre de 2017




DOMINGO 
XXVIII T.O. (A)

EVANGELIO (Mt 22,1-14)

En aquel tiempo volvió a hablar Jesús en parábolas a los sumos sacerdotes y a los senadores del pueblo, diciendo: El Reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados encargándoles que les dijeran: «Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas y todo está a punto. Venid a la boda».Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios, los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis convidadlos a la boda. Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. [Cuando el rey entró a saludar a los comensales reparó en uno que no llevaba traje de fiesta, y le dijo: Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta? El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos]
  
REFLEXIÓN

El evangelio de hoy repite el mensaje de domingos anteriores: Dios nos ama, y ese amor espera ser correspondido por nosotros con obras. 

El relato del evangelio de San Mateo ha presentado otra parábola de Jesús, la de los invitados a la boda del hijo del rey. Una invitación que es rechazada por muchos. La invitación, entonces, se extiende, más allá de los muros de la ciudad y que alcanza a los cruces de los caminos, a todos.

Lo primero es caer en la cuenta que, según dice el evangelio de hoy, el Reino de Dios es como una fiesta de boda y que estamos invitados a esa boda. Dios nos ama y nos invita a la fiesta de su amor.El cristiano es aquel que está invitado a una fiesta, a la alegría, a la alegría de ser salvado, a la alegría de ser redimido, a la alegría de participar de la vida con Jesús” La iglesia, como hizo Jesús, debe presentarse a los hombres con la invitación gratuita  a la fiesta del amor de Dios.

¿Entendemos  y anunciamos la llamada de Dios como Buena Noticia, como la invitación o una fiesta, como algo que llena mi vida de alegría, una  gozada, o como una carga pesada?

Los primeros invitados desprecian la invitación preocupados por sus intereses, por sus negocios.  Pero la invitación se extiende, entonces, a todos los que pasan por los caminos. La lección de Jesús es clara: Todos somos invitados gratuitamente a la fiesta del Reino. Nadie tiene derechos adquiridos. Preocupados por nuestro bienestar, por nuestro interés inmediato, no creemos necesitar de Dios y rechazar su invitación. a la fiesta del Reino.

¿Estoy aceptando la invitación, es decir estoy viviendo la fiesta del Reino, o pongo excusas? ¿Cuáles son mis excusas?

Dios  prepara una fiesta final para todos sus hijos. A todos los quiere ver sentados junto a él, en torno a una misma mesa, disfrutando para siempre de una vida plenamente dichosa. Todos somos invitados gratuitamente a la fiesta, pero ser miembro de la Iglesia, no significa, ni mucho menos estar salvado. Si lo primero es la invitación gratuita de Dios, lo segundo es nuestra respuesta. Los invitados deben asistir con el traje de boda. Si vamos al banquete sin traje de fiesta -es decir, sin una vida como la que Dios quiere para sus invitados-, también nos echarán fuera. Y no servirá de nada protestar y recordar que fuimos bautizados e íbamos a misa y demás… Porque lo único que vale ante Dios son las obras, que verifican la veracidad de nuestro amor: “hacer la voluntad del padre” (parábola de los dos hijos); “dar frutos” (Parábola de los viñadores homicidas); el “llevar el vestido de boda” (parábola de hoy).

 Secundino Martínez Rubio




sábado, 7 de octubre de 2017


DOMINGO 
XXVII T.O. (A)

Evangelio Mt 21, 33-43



  
E
n aquel tiempo dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los senadores del pueblo: Escuchad otra parábola. Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje. Llegado el tiempo de la vendimia, envió sus criados a los labradores para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon. Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último, les mandó a su hijo diciéndose: «Tendrán respeto a mi hijo». Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron: «Este es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia». Y, agarrándolo, lo empujaron, fuera de la viña y lo mataron. Y ahora, cuando vuelva el dueño, de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores? Le contestaron: Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores que le entreguen los frutos a sus tiempos. Y Jesús les dice: ¿No habéis leído nunca en la Escritura: «La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente»? Por eso os digo que se os quitará a vosotros el Reino de los cielos y se dará a un pueblo que produzca sus frutos.

Reflexión

El poema de Isaías de la 1ª Lectura y la parábola de Jesús del Evangelio , ponen de relieve el cariño de Dios por su viña, por el pueblo elegido, por nosotros. En ambos casos se subraya que el hombre ha recibido mucho de Dios y debe corresponder, no con palabras sino con hechos, con frutos.

La primera lectura, del profeta Isaías, se conoce como el “canto a la viña”. Dios es un viñador que ha dedicado  su tiempo y trabajo a su viña, que es el pueblo de Israel. Un pueblo que, a pesar de los cuidados del amor de Dios, no ha dado fruto. Las palabras que el profeta pone en boca de Dios hablan de decepción, de tristeza, de profunda amargura. Son lamentos del amor herido, de un Dios viñador que no ha recibido de su viña más que frutos de injusticias e infidelidad. Dios había manifestado un amor especial al pueblo y el pueblo había respondido con asesinatos, con injusticias.

En El Evangelio hemos leído la segunda de las tres parábolas que Jesús , en la polémica sobre su autoridad,   dedicó  a la incredulidad del pueblo de Israel en general, encabezado por los dirigentes religiosos.

 También Jesús habla de una viña, de unos viñadores. Jesús no se expresa en el tono poético de Isaías, que canta las tristezas de un amor herido por la desilusión, sino el rechazo al plan amoroso de Dios. Un propietario, dice Jesús: plantó... rodeó... cavó... construyó... y arrendó su viña a unos labradores. Llegado el tiempo de la vendimia, envía mensajeros a percibir los frutos que le corresponden. Pero no lo consigue. El dueño envía, entonces, a su propio hijo, que es asesinado por los viñadores. El dueño, por eso, traspasará  la viña a otros viñadores que produzcan  frutos.

El relato contiene una serie de rasgos que trasladan las imágenes o metáforas del terreno figurado al plano real: La viña es Israel; el dueño, Dios; los arrendatarios son los dirigentes del pueblo judío; los mensajeros, los profetas y otros mensajeros de Dios; el hijo muerto, Jesucristo; y la entrega a otros viñadores, la admisión de los pueblos paganos al Reino de Dios.

Nosotros somos hoy el pueblo elegido, la Iglesia. Dios ama y cuida a su viña. Nos ama con amor entrañable.:"Con amor generoso desbordas los méritos y deseos de los que te suplican" (oración colecta). Y  Dios espera frutos. El poema de Isaías y la parábola de Jesús ponen de relieve la importancia de producir frutos. Hay que tener cuidado, ahora que planificamos y programamos la acción pastoral. El Evangelio siempre habla de frutos. Mucha gente solo habla de resultados!!! Y no es lo mismo Determinadas acciones pastorales, con un poco de dinero y un buen marketing, tienen llamativos resultados. Pero ¿frutos?

El Señor espera frutos de santidad, frutos de amor y de justicia. Espera hechos, no palabras. ¿Estoy entregándole a Dios esos frutos? ¿Estamos respondiendo, como debiéramos, con obras y de verdad, al amor entrañable del Padre Dios?

Secundino Martínez Rubio