jueves, 23 de febrero de 2017

DOMINGO VIII T.O. (A)

EVANGELIO Mt 6,24-34
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
-Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.
Por eso os digo: no estéis agobiados por la vida pensando qué vais a comer, ni por el cuerpo pensando con qué os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido? Mirad a los pájaros: ni siembran, ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos? ¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida? ¿Por qué os agobiáis por el vestido? Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. Pues si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe? No andéis agobiados pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. Los paganos se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre del cielo que tenéis necesidad de todo eso.
Sobre todo buscad el Reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura. Por tanto, no os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le bastan sus disgustos.

REFLEXIÓN

El Evangelio de hoy continúa en el contexto del sermón de la montaña y nos habla de nuestra relación con los bienes materiales y el lugar que ocupan en nuestra vida.

Jesús es contundente: Nadie puede estar al servicio de dos amos... No podéis servir a Dios y al dinero. O ponemos la confianza en Dios o la ponemos en el dinero, en los bienes materiales.  Y si el dinero se convierte en el absoluto de nuestra vida entonces se comienzan a sacrificar cosas al dinero: el tiempo, los sentimientos, la familia, uno mismo… Jesús nos pone en guardia para que no caigamos en semejante aberración. El dinero tiene una importancia relativa. Por encima de él se han de poner los valores del espíritu, la amistad, la honradez, la conciencia, el amor en sus múltiples manifestaciones, Dios en definitiva. Sólo así seremos más libres, mas felices, más humanos. Cada uno hemos de echar las cuentas, y ver lo que está valorando más en su vida.

El Señor dice: no estéis agobiados por la vida pensando qué vais a comer, ni por el cuerpo pensando con qué os vais a vestir….
Se equivocan quienes ven en estas palabras una invitación a despreocuparse de los asuntos materiales y a esperar que Dios les organice la vida diaria personal y social. Jesús no nos pide eso. Dios nos ha confiado la administración de este mundo y, mediante el trabajo, debemos continuar su obra creadora. Jesús nos invita a superar la obsesión por los  bienes materiales; hay que preocuparnos de ellos, pero no sobre todas las cosas. No andéis agobiados. Lo que el señor aconseja no es la inactividad. Lo que busca es que no nos agobiemos. Jesús nos dice que no podemos convertir en fin de la vida  lo que es un medio para vivir.  

Jesús dice: ” No os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le bastan sus disgustos”. Jesús no nos llama a la irresponsabilidad. No es una invitación a la vagancia, sino a confiar en la providencia de Dios, nuestro Padre, que nos acompaña y nos protege, pero no nos sustituye en la tarea de cuidarnos. No queramos asegurar el futuro en los bienes prescindiendo de Dios. Dejemos el futuro en manos de Dios y vivamos responsablemente el presente.

A veces oramos diciéndole a Dios lo qué debe hacer en cuanto a nuestras necesidades materiales, y parece lógico que un hijo le diga a su Padre lo que necesita, pero dice Jesús: “Ya sabe vuestro Padre del cielo que tenéis necesidad de todo eso”. La mejor oración es la  petición  del Padrenuestro: “Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”.

El evangelio nos ofrece la clave para acabar de  entender  nuestra relación con los bienes materiales; el criterio está claramente expresado: “Sobre todo buscad el Reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura “. Se trata, pues, de tener una clara escala de valores, en la que solo Dios sea el absoluto ; si esta prioridad ha sido asumida sin ambigüedades, tendremos criterios transparentes para tomar decisiones en los diversos contextos en que nos movemos. Y seremos mas libres, mas humanos, más felices. 
Secundino Martinez Rubio

lunes, 20 de febrero de 2017

viernes, 17 de febrero de 2017

DOMINGO VII T.O. (A)

EVANGELIO  Mt. 5,38-48

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
 -Sabéis que está mandado: «Ojo por ojo, diente por diente.» Pues yo os digo: No hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la capa; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas.
 Habéis oído que se dijo:
-Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo:
Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen y rezad por los que os persiguen y calumnian. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos y manda la lluvia a justos e injustos.
Porque si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los paganos? Por tanto, sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto.

REFLEXION

El texto del evangelio sigue perteneciendo al Sermón de la Montaña, en el cual Jesús plantea la forma peculiar y especifica de actuar de sus seguidores.
La predicación de Jesús sobre el amor resulta casi siempre atrayente, pero cuando habla de amar a los enemigos, de querer a quien no nos quiere, la cosa resulta desconcertante, y nos solemos echar para atrás. Eso del amor incondicional pues… es bonito, pero para escucharlo no para practicarlo  hasta esos extremos.

Pero la invitación de Jesús a amar a los enemigos no es una ocurrencia atrayente. Su invitación nace de la experiencia que Él tiene de Dios: El Padre Dios nos ama incondicionalmente a todos: «El hace salir su sol sobre buenos y malos, manda la lluvia a justos e injustos». No discrimina a nadie. No ama sólo a quienes lo merecen (¡no lo merecemos nadie!). Su amor está abierto a todos buenos y malos. Y quien quiera vivir como hijo suyo ha de parecerse a Él y no excluir a nadie de su amor. Ese es el reto: parecerse al Padre Dios. Por eso dice el Señor:

Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen y rezad por los que os persiguen y calumnian. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo”

Ante este reto, nuestra primera reacción será pensar: Esto nos sobrepasa por todos los lados. Desborda nuestros sentimientos, nuestra sensibilidad se rebela, porque traemos experiencia de heridas hondas, que no se curan automáticamente como resultado de  un acto de la  voluntad. Casi uno termina por decir esto es imposible.

Pero, el perdón y la reconciliación, el amor al enemigo, no provienen de sentimientos puramente humanos, sino que son fruto de la gracia de Dios, que nos ayuda a amar a quienes menos lo merecen, pero que son los que más lo necesitan. Con la ayuda de Dios: se puede, pero ¡con la ayuda de Dios!

Por otra parte: El amor al enemigo no significa es estar acuerdo con el  mal que nos ha hecho y darlo por bueno. Es muy probable que respetando a nuestro enemigo como persona, estemos radicalmente en contra de sus actos y actitudes, e incluso nos debamos defender de él, para que no nos siga causando mal.

Amar al enemigo significa primero no responderle con mal, no buscar ni desear hacerle daño. Es natural que nos sintamos ofendidos, heridos o humillados. Pero  NO alimentaremos el odio y la sed de venganza. Estaremos dispuestos a ayudarle en su necesidad y mantendremos abierta siempre la puerta de nuestra cercanía, sin cerrar el crédito de nuestra ayuda si la necesita. Estas son las actitudes del cristiano, que nos hacen más humanos y más felices que el odio, la venganza, el resentimiento.

 Secundino Martínez Rubio

jueves, 9 de febrero de 2017

DOMINGO VI T.O.(A)

EVANGELIO Mt 5, 20-22a. 27-28. 33-34a. 37

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Os digo que si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será reo de juicio.
Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado.
Habéis oído que se dijo: “No cometerás adulterio”.
Pero yo os digo: todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón.
También habéis oído que se dijo a los antiguos: “No jurarás en falso” y “Cumplirás tus juramentos al Señor”.
Pero yo os digo que no juréis en absoluto.
Que vuestro hablar sea sí, sí, no, no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno».

REFLEXIÓN

Jesús habla hoy, en el evangelio, del verdadero sentido de las leyes y mandamientos que regulan nuestra relación con Dios y con la Comunidad. Seguimos en el contexto del  «Sermón de la montaña» que evoca a Moisés que subió al monte Sinaí para recibir la Ley de Dios. Jesús, el “nuevo Moisés”, el Hijo de Dios sube a la Montaña para plenificar la ley.

LA LEY, que según la tradición Dios había dado a su pueblo, era para los judíos, sobre todo para los letrados y fariseos, lo central de la religión. Y su cumplimiento era todo lo que necesitaban para ser fieles a Dios.

Para Jesús la ley también es importante, por eso dice: «No he venido a abolir la Ley y los profetas, sino a dar plenitud».  ¿En qué consiste esa «plenitud» que Jesús ha venido a darle a la ley ? El mismo lo explica mediante una serie de antítesis entre los mandamientos antiguos y su modo proponerlos de nuevo.

Habéis oído que se dijo a los antiguos: no matarás, y el que mate será procesado. Pero yo os digo: todo el que esté peleado con su hermano será procesado.
Para Jesús, no basta cumplir la ley que ordena “No matar”. Es necesario, además, arrancar de nuestra vida el odio, el desprecio al otro, el insulto, la humillación, la venganza...; quien no mata, cumple la ley, pero si no se libera de la violencia, en su corazón no reina todavía EL AMOR DE DIOS, QUE JESÚS ANUNCIA.
 
Habéis oído el mandamiento «no cometerás adulterio». Pues yo os digo, dice Jesús: el que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior.
Cumple la ley el que no se va con otra persona distinta a la que está legítimamente unido/a. Pero no basta la simple fidelidad externa, porque si deseas a otra persona casada, ya en tu corazón estás siendo adultero/a. Quien no comete adulterio, cumple la Ley, pero si estando casado desea egoístamente a otra persona, no tiene en él EL AMOR DE DIOS. Y, ya sabe Jesús que puede resultar difícil, por eso dice corta las ocasiones que te conducen a no cumplir el mandamiento aunque te sea tan doloroso como cortarte la mano.

Este modo de hablar  impresionaba,  porque ese «yo os digo» de Jesús equivalía a reivindicar para sí la misma autoridad de Dios, fuente de la Ley. El ha venido a ensanchar el horizonte del comportamiento humano, a liberar la vida de los peligros del legalismo.  Del mero cumplimiento que observa la letra de la ley pero no su espíritu, el AMOR

Nuestro comportamiento será más humano y evangélico cuando aprendamos a vivir las leyes, normas, preceptos y tradiciones como los vivía Jesús: buscando ese mundo más justo y fraterno que Jesús anuncia: EL REINO DE DIOS Y SU JUSTICIA, QUE ES EL AMOR. Seguir a Cristo es no quedarse en el no matar, no robar, no adulterar, sino VIVIR EN EL AMOR. Cambiar el corazón.

Estamos celebrando la Campaña contra el hambre

“El mundo no necesita más comida. Necesita más gente comprometida”, es el lema de la Campaña de Manos Unidas.

Unos 800 millones de personas siguen pasando hambre (FAO 2015). Decía Juan Pablo II: “Hay comida para todos, pero no todos pueden comer, mientras que el derroche, el descarte, el consumo excesivo y el uso de alimentos para otros fines, están ante nuestros ojos”. El Papa Francisco ha denominado este hecho como un gran escándalo.

Dice la doctrina de la Iglesia que Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene para uso de todos los hombres y pueblos. En consecuencia, los bienes creados deben llegar a todos. Jamás debe perderse de vista este destino universal de los bienes. (Cfr. GS 69).

Abramos nuestro corazón y nuestras manos para seguir haciendo posible el deseo de Dios que los bienes de la tierra lleguen a todos.
La colecta de este día es para Manos Unidas destinada al proyecto asumido por las Parroquias de nuestro arciprestazgo, en el cono sur de la India.


Secundino Martínez Rubio 




viernes, 3 de febrero de 2017

DOMINGO V  T.O. (A)


EVANGELIO: Mt 5,13-16


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.
Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.
Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo


REFLEXION

Jesús utiliza hoy dos imágenes elocuentes, la luz y la sal, para definir la identidad y misión de sus discípulos: Vosotros sois la sal de la tierra, vosotros sois la luz del mundo, dice el Señor.

La primera contiene: una afirmación (vosotros sois la sal) y una advertencia sobre el peligro de perder el sabor.
La segunda contiene: una afirmación (vosotros sois la luz) una advertencia sobre el peligro de esconder la luz,  una nueva imagen sobre la ciudad en lo alto del monte, y termina con una exhortación a hacer brillar nuestra luz.

Las dos parábolas pretenden recordar a los creyentes que Dios nos ha concedido capacidad de dar sabor, y energía para iluminar a todos los hombres, para gloria de Dios.Pero hay dos peligros: el primero, perder la energía (parábola de la sal); el segundo, ocultarla (parábola de la luz del mundo).
No se trata de una orden, una norma, o un  nuevo mandato. Se trata de una afirmación de la identidad y misión del discipulado. Jesús no dice “debéis ser sal”, ni “tenéis que convertiros en luz”. Jesús dice: SOIS SAL Y SOIS LUZ.  La misión de dar sabor, como la sal, y alumbrar, como la luz, forma parte sustancial de la identidad y misión del discípulo de Jesús.

La advertencia sobre la sal que pierde su sabor y la luz que se esconde, avisa a los discípulos que, si falta en ellos el compromiso de su misión, su identidad queda radicalmente pervertida, como la sal sosa o la luz escondida.

 Hoy no faltan personas y grupos, en el ámbito social, que quieren relegar la fe a la esfera de lo privado, que quiere que guardemos la “sal” en el salero y que  escondamos la “luz” debajo del celemín sin que alumbre en la vida pública. Pero eso sería pervertir nuestra identidad

A veces también los mismos creyentes hemos alimentado esta actitud, que relega la fe a la esfera de lo privado, oponiéndose a su expresión pública. Es la actitud de los espiritualismos desencarnados que, pretendida o inconscientemente, dejan el mundo y su organización al margen de sus compromisos religiosos y creyentes. Piensan que la religión no se debe “meter“en las cosas de este mundo. Lo importante sería salvarse en el “más allá”,  que nada  tiene que ver con este mundo. De este modo se “privatiza la fe”, se la reduce al ámbito de la conciencia individual, al margen de la historia. Son creyentes de la ausencia: esconden la luz bajo el celemín, han vuelto sosa la sal del Evangelio y no dan con ella “sabor” a nuestro vivir y “convivir”

Jesús quería a sus seguidores inmersos en el mundo, No te pido que los saques del mundo - decía el Señor-, sino que los preserves del mal” (Jn 17, 15) Por eso el Papa Francisco habla tanto de la salida misionera a las periferias.
“Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrase a las propias seguridades. No quiero una Iglesia preocupada por ser el centro y que termina clausurada en una maraña de obsesiones y procedimientos”

La llamada de Francisco está dirigida a todos los cristianos .Dejamos de ser cristianos cuando no alumbramos y no damos sabor al mundo. No, no podemos recluirnos en el templo. La fe tiene una dimensión pública que nos exige ser en el mundo luz y sal.  Recluirnos en la vida privada sería esconder la luz, dejar sin sabor la sal del Evangelio. Sería negar nuestra identidad y la de la Iglesia, que es sacramento de salvación para el mundo

Secundino Martínez Rubio





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