jueves, 9 de febrero de 2017

DOMINGO VI T.O.(A)

EVANGELIO Mt 5, 20-22a. 27-28. 33-34a. 37

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Os digo que si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será reo de juicio.
Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado.
Habéis oído que se dijo: “No cometerás adulterio”.
Pero yo os digo: todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón.
También habéis oído que se dijo a los antiguos: “No jurarás en falso” y “Cumplirás tus juramentos al Señor”.
Pero yo os digo que no juréis en absoluto.
Que vuestro hablar sea sí, sí, no, no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno».

REFLEXIÓN

Jesús habla hoy, en el evangelio, del verdadero sentido de las leyes y mandamientos que regulan nuestra relación con Dios y con la Comunidad. Seguimos en el contexto del  «Sermón de la montaña» que evoca a Moisés que subió al monte Sinaí para recibir la Ley de Dios. Jesús, el “nuevo Moisés”, el Hijo de Dios sube a la Montaña para plenificar la ley.

LA LEY, que según la tradición Dios había dado a su pueblo, era para los judíos, sobre todo para los letrados y fariseos, lo central de la religión. Y su cumplimiento era todo lo que necesitaban para ser fieles a Dios.

Para Jesús la ley también es importante, por eso dice: «No he venido a abolir la Ley y los profetas, sino a dar plenitud».  ¿En qué consiste esa «plenitud» que Jesús ha venido a darle a la ley ? El mismo lo explica mediante una serie de antítesis entre los mandamientos antiguos y su modo proponerlos de nuevo.

Habéis oído que se dijo a los antiguos: no matarás, y el que mate será procesado. Pero yo os digo: todo el que esté peleado con su hermano será procesado.
Para Jesús, no basta cumplir la ley que ordena “No matar”. Es necesario, además, arrancar de nuestra vida el odio, el desprecio al otro, el insulto, la humillación, la venganza...; quien no mata, cumple la ley, pero si no se libera de la violencia, en su corazón no reina todavía EL AMOR DE DIOS, QUE JESÚS ANUNCIA.
 
Habéis oído el mandamiento «no cometerás adulterio». Pues yo os digo, dice Jesús: el que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior.
Cumple la ley el que no se va con otra persona distinta a la que está legítimamente unido/a. Pero no basta la simple fidelidad externa, porque si deseas a otra persona casada, ya en tu corazón estás siendo adultero/a. Quien no comete adulterio, cumple la Ley, pero si estando casado desea egoístamente a otra persona, no tiene en él EL AMOR DE DIOS. Y, ya sabe Jesús que puede resultar difícil, por eso dice corta las ocasiones que te conducen a no cumplir el mandamiento aunque te sea tan doloroso como cortarte la mano.

Este modo de hablar  impresionaba,  porque ese «yo os digo» de Jesús equivalía a reivindicar para sí la misma autoridad de Dios, fuente de la Ley. El ha venido a ensanchar el horizonte del comportamiento humano, a liberar la vida de los peligros del legalismo.  Del mero cumplimiento que observa la letra de la ley pero no su espíritu, el AMOR

Nuestro comportamiento será más humano y evangélico cuando aprendamos a vivir las leyes, normas, preceptos y tradiciones como los vivía Jesús: buscando ese mundo más justo y fraterno que Jesús anuncia: EL REINO DE DIOS Y SU JUSTICIA, QUE ES EL AMOR. Seguir a Cristo es no quedarse en el no matar, no robar, no adulterar, sino VIVIR EN EL AMOR. Cambiar el corazón.

Estamos celebrando la Campaña contra el hambre

“El mundo no necesita más comida. Necesita más gente comprometida”, es el lema de la Campaña de Manos Unidas.

Unos 800 millones de personas siguen pasando hambre (FAO 2015). Decía Juan Pablo II: “Hay comida para todos, pero no todos pueden comer, mientras que el derroche, el descarte, el consumo excesivo y el uso de alimentos para otros fines, están ante nuestros ojos”. El Papa Francisco ha denominado este hecho como un gran escándalo.

Dice la doctrina de la Iglesia que Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene para uso de todos los hombres y pueblos. En consecuencia, los bienes creados deben llegar a todos. Jamás debe perderse de vista este destino universal de los bienes. (Cfr. GS 69).

Abramos nuestro corazón y nuestras manos para seguir haciendo posible el deseo de Dios que los bienes de la tierra lleguen a todos.
La colecta de este día es para Manos Unidas destinada al proyecto asumido por las Parroquias de nuestro arciprestazgo, en el cono sur de la India.


Secundino Martínez Rubio 




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