viernes, 31 de marzo de 2017

-DOMINGO V DE CUARESMA-


EVANGELIO: Jn 11,1-45:
En aquel tiempo, las hermanas le mandaron recado a Jesús, diciendo: -Señor, tu amigo está enfermo. Jesús, al oírlo, dijo: Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella. Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo, se quedó todavía dos días en donde estaba. Sólo entonces dice a sus discípulos: Vamos otra vez a Judea. Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Y dijo Marta a Jesús: Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aun ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá. Jesús le dijo: Tu hermano resucitará. Marta respondió: -Sé que resucitará en la resurrección del último día. Jesús le dice: Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto? Ella le contestó: Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo. Jesús muy conmovido, preguntó: ¿Dónde lo habéis enterrado? Le contestaron: Señor, ven a verlo. Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban: ¡Como lo quería! Pero algunos dijeron: Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera éste? Jesús, sollozando de nuevo, llegó a la tumba. (Era una cavidad cubierta con una losa.) Dijo Jesús: -Quitad la losa. Marta, la hermana del muerto, le dijo: -Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días. Jesús le dijo: ¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios? Entonces quitaron la losa. Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre, pero lo digo por la gente que me rodea para que crean que tú me has enviado. Y dicho esto, gritó con voz potente: Lázaro, ven afuera. El muerto salió, los pies y las manos atadas con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: Desatadlo y dejadlo andar. Y muchos judíos que habían venido a casa de María al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.
REFLEXIÓN

El Evangelio nos presenta a Jesús como la Resurrección y la vida. Este texto era última catequesis que la tradición empleaba para preparar a los catecúmenos, que recibirían el bautismo en la Vigila Pascual.
Necesitamos agua para nuestra sed de sentido; Cristo es el Agua Viva (Samaritana). Necesitamos Luz para nuestros pasos; Cristo es la luz (Ciego de nacimiento) ¿Y la muerte? ¿Cómo resolvemos el sinsentido de la muerte? Todos llevamos en nosotros un deseo incontenible de vivir. ¿Por qué hemos de morir? En el Evangelio de hoy Cristo nos dice Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?
 Avisan a Jesús de que su amigo Lázaro esta enfermo. Jesús tarda en ir a Betania y, cuando llega, Lázaro ya lleva cuatro días enterrado. Jesús se echa a llorar por la muerte de su amigo.
          Se muestra, en un primer plano, la humanidad de Jesús, su intimidad, su amistad con Lázaro, con Marta y  María. Viéndolo, los judíos comentaban lo mucho que amaba Jesús a Lázaro. ¡También a nosotros nos ama! A veces nos cuesta sentir su amor. Como Marta y como María, a veces pensamos: si de verdad Él estuviese aquí con nosotros, no habría pasado esto. Pero Él reconstruye nuestra confianza.
          Este lado humano de Jesús va acompañado de su lado divino: Y lo manifiesta devolviéndole a Lázaro la vida. Jesús-hombre y Jesús-Dios no son dos personas diferentes, sino una única persona. Esa persona es la que dice: “Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto? Marta responde "Sí, Señor" "Yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo". Es decir, porque Marta cree en Jesús como Mesías, como Hijo de Dios, como Enviado del Padre, se atreve a decir que también cree en aquello tan difícil aceptar para el hombre: La resurrección.
          La confianza en Jesús es lo que permite dar el salto a la fe en la victoria de la Vida sobre la muerte, el salto a la fe en la resurrección.

 Secundino Martinez Rubio

domingo, 26 de marzo de 2017

ENCUENTRO DE ORACIÓN

-       Miércoles 29

-       7 de la tarde ( ojo: hemos cambiado la hora)


-       Salón Parroquial de Altagracia

jueves, 23 de marzo de 2017

DOMINGO IV DE CUARESMA


EVANGELIO Jn 9,1-41

E
n aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. (…)Escupió en la tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego, y le dijo: -Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado). El fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: No es ése el que se sentaba a pedir? Unos decían: El mismo. Otros decían: No es él, pero se le parece. El respondía: Soy yo. Y le preguntaban: -¿Y cómo se te han abierto los ojos? El contestó: Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé, y empecé a ver. Le preguntaron: ¿Dónde está él? Contestó: No sé.] Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. (Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos.) También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista. El les contestó: Me puso barro en los ojos, me lavé y veo. Algunos de los fariseos comentaban: Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado. Otros replicaban: ¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos? Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos? El contestó: Que es un profeta. Le replicaron: Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros? Y lo expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: ¿Crees tú en el Hijo del hombre? El contestó: ¿Y quién es, Señor, para que crea en él? Jesús le dijo: Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es.

REFLEXIÓN

El Evangelio presenta el relato de la curación de un ciego, en donde se contrapone hombre ciego que llega a la luz física y espiritual de la fe, mientras que los que creían ver, se hundieron en las tinieblas más profundas.
El proceso del ciego de nacimiento es una progresiva iluminación que fue recibiendo en lo relativo a la fe. Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Fue Jesús el que vio al ciego y, compadecido, quiso curarle. El nos ama siempre primero, gratuitamente.

Para curar al ciego Jesús utiliza una serie de mediaciones: la saliva, el barro, la necesidad de lavarse en la piscina de Siloé (que significa 'Enviado').  La luz de la fe es un don, un regalo, pero necesita de nuestra colaboración. El ciego colaboró y tuvo la luz de sus ojos y de la fe.

Diversas  reacciones ante la luz de Cristo

Los vecinos: La gente como siempre anda dividida. Unos, al ver al ciego que ve, dicen que es él; otros, en cambio, dicen que no es pero se le parece. La gente discute y se entretiene, pero no pasa de la curiosidad. Así no se llega a la Luz.

Los fariseos: Se resisten a la verdad, a la luz. Se pierden en discusiones. Unos no creen lo que dice el ciego, otros niegan el hecho... Todos coinciden en rechazar la evidencia, porque no cabe en su razón. Son ciegos, no quieren ver la Luz. Cristo, no los pudo curar, porque no creían necesitar la luz, y, en vez de aceptarla, se oponen a ella. Se refugian en sus tradiciones para no aceptar la novedad que trae Jesús. Qué difícil es que vean los que no quieren ver, los ciegos que presumen de ver, los que aman mucho más su prestigio y sus tradiciones que la luz nueva que trae Cristo.

Los padres del ciego: Se desentienden del asunto por miedo a los fariseos. No quieren líos. Que se lo pregunten al ciego, que ya es mayorcito. Ven la vida nueva de su hijo y participan de su alegría. Pero, se sienten incapaces de asumir el riesgo que entrañaría el declararse a favor de Jesús. No quieren meterse en líos, complicarse, el miedo a las consecuencias de sus actos impiden a muchos cristianos llegar a la fe verdadera, a la luz que es Cristo. ¿La consecuencia? Pues… andar sin luz, a oscuras.

El ciego: El vive el proceso de crecimiento de su fe en Jesús. Cuando se identifica ante los conocidos como el ciego que pedía limosna, únicamente puede decir que le dio la vista "ese hombre que se llama Jesús".Después, en el primer interrogatorio ante los fariseos, reconoce a Jesús como "un profeta", y cuando, en el siguiente interrogatorio pretenden acorralarlo afirma claramente que Jesús le ha abierto los ojos y que "si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder". Su fe llega a la última etapa cuando es el propio Jesús quien le sale al encuentro preguntándole si cree en el Hijo del hombre. La respuesta no puede ser más clara: "Creo, Señor. Y se postró ante él". Ha recorrido el proceso de la fe. Ha salido de la oscuridad. Ha llegado a la LUZ

Y esto: ¿Qué nos dice a nosotros?

Todos necesitamos ver. Quién más quién menos, estamos en una situación de penumbra o de oscuridad: dudas, soledad, desorientación, búsqueda, confusión de ideas. Pero esto, más que un pecado, es una situación y una carencia. La respuesta de Dios, a esa situación, es su Hijo. Jesús es la Luz que disipa la oscuridad, vence a la muerte, orienta y guía, comunica la verdad, conduce a la salvación y la alegría. Pero no sólo es Luz, sino también "juicio", o signo de contradicción. El ciego, que es tenido por pecador, llega progresivamente a la luz y cree en Cristo. Los fariseos, los que se creían "los justos", se van encerrando en sí mismos y en su oscuridad, en su pecado, y no aceptan a Cristo. Este es el pecado del mundo: que las tinieblas no reciben la luz. Pecado  es resistirse a la luz, no querer ver, estar contra la luz.  Ahí está el "juicio" y la división: los que no ven, llegan a ver; los que creen ver, son ciegos.
 
La luz de nuestro bautismo. En nosotros se ha encendido la luz de Cristo. En el bautismo nuestros padres y padrinos encendieron, por nosotros, una vela, una llama que era signo de la luz de Jesucristo resucitado, mientras les decían: “recibid la luz de Cristo”. En la Vigila Pascual lo renovaremos. ¿Es esa la luz que ilumina nuestro vivir y nuestro morir?

 Misioneros de la luz, iluminadores de los demás: Como el ciego dio testimonio de su fe en Cristo, a pesar de que le costó la expulsión de la sinagoga, hemos de ser TESTIGOS DE LA LUZ  frente a toda la oscuridad que hay nuestro alrededor.
Secundino Martínez Rubio




viernes, 17 de marzo de 2017

DOMINGO III DE CUARESMA

EVANGELIO: Jn 4,5-42.

En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaria llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José; allí estaba el manantial de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al manantial. Era alrededor del mediodía. Llega una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice: Dame de beber. Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida. La samaritana le dice: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana? Porque los judíos no se tratan con los samaritanos. Jesús le contestó: Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva. La mujer le dice: Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados? Jesús le contestó: El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna. La mujer le dice: Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla. Él le dice: Anda, llama a tu marido y vuelve. La mujer le contesta: No tengo marido.»Jesús le dice: Tienes razón, que no tienes marido: has tenido ya cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho a verdad. La mujer le dice: Señor, veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén. Jesús le dice: Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre. Vosotros dais culto a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así. Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad. La mujer le dice: Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo. Jesús le dice: Soy yo, el que habla contigo. En aquel pueblo muchos samaritanos creyeron en él por el testimonio que había dado la mujer: Me ha dicho todo lo que he hecho. Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer: Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo.

REFLEXIÓN
El Evangelio de hoy, se sitúa en Samaría. Hacia mediodía. Jesús tiene sed; Está sentado junto  al pozo de Sicar.  Llega una mujer que, por ser samaritana, era tenida por los judíos como hereje. Además una mujer cuya conducta moral no era precisamente ejemplar (había vivido ya con cinco hombres y el actual tampoco era su marido). Una buscadora de agua para apagar su sed.  

Jesús le pide de beber. Y ella  le dice: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?  Pero él no acepta el diálogo en el plano del enfrentamiento. Jesús va al fondo del asunto y le dice: "Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva". Del agua material pasa al agua espiritual. De la sed humana Jesús pasa a la insatisfacción profunda de aquella mujer, a la sed que todos llevamos dentro y que no se sacia con cualquier agua, por eso le dice: «El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed

 El agua que nos ofrecen los pozos del mundo no puede calmar la sed  insaciable que llevamos dentro. Frente a otras ofertas Jesús nos  propone el agua que brota para la vida eterna. El NO empieza condenando nuestras pobres “aguas”; lo que hace es proponernos un agua  mejor, definitiva. Y esa agua tiene que brotar de dentro, porque mas allá de nuestros deseos, en nuestro interior late el deseo profundo del corazón humano y dentro está también nuestro manantial.

Jesús le dijo a la mujer: «Anda, llama a tu marido y vuelve». Respondió: «No tengo marido.» El primer paso para acceder al agua viva es la sinceridad con nosotros mismos. Los cinco maridos y el actual, representan la búsqueda de agua para la sed interior. Esta mujer buscaba en el marido lo que no encontraba dentro de sí misma. Pero el marido no le podía dar lo que buscaba su corazón; por eso reconoció que no tenía marido, que su sed no estaba saciada.

Cuando Jesús la sitúa ante su propio problema ("tienes razón, no tienes marido..."), desvía la conversación hacia otros temas, eludiendo el planteamiento personal. ¿Dónde hay que dar culto a Dios? Pregunta la mujer. La desviación de la conversación  le sirve a Jesús para abrir caminos hacia el Dios verdadero; y lo hace con las palabras más revolucionarias de todo el Nuevo Testamento sobre el culto: Los que quieran dar culto verdadero, adorarán al Padre en espíritu y verdad: Ni el culto judío, ni el samaritano, llevan a un encuentro del Dios vivo y verdadero. Están "sin agua", no tienen "espíritu", no pueden dar "la vida" a los hombres. Sólo Jesús es portador de esa "Vida". Sólo Jesús es capaz de  satisfacer  la sed que el hombre lleva dentro. Jesús  se presenta como EL MESÍAS ESPERADO, EL  AGUA VIVA. Este es el centro del Evangelio de hoy: la revelación de Jesús como salvador del hombre. El agua viva para nuestra sed.

La mujer entonces dejó su cántaro y se fue al pueblo: La samaritana se encuentra con el Salvador y se convierte en un excelente apóstol suyo. Esta mujer es una gran misionera. Los resultados fueron admirables. «Muchos de los samaritanos creyeron en él por la palabra de la mujer, que daba testimonio. Pero «creyeron mucho más por la palabra de él».

Cuaresma es el tiempo para descubrir nuestra sed, esa sed profunda de vivir, de amar y ser amados, de crecer, de ser felices, sed de verdad, de plenitud, de vida.  Jesús ofrece un agua que sacia definitivamente. Tiene la radical pretensión de ser Él la fuente inagotable y fecunda de amor, de verdad, de libertad, de vida... una agua que puede manar en nuestro interior, en nuestro corazón.

¿De qué tengo sed? ¿Qué me falta para ser feliz? ¿Cuáles son los “maridos” en los que a veces pongo mi seguridad y  felicidad: la salud, la prosperidad económica, el éxito profesional, la buena fama...?. ¿Con qué manantiales calma Dios la sed de mi vida? ¿Qué oasis, ríos, fuentes, pozos... ha puesto en mis desiertos?  ¿Qué espacios de oración procuro para que el Señor me dé de beber? ¿Creo que Jesús es el Salvador del mundo y mi Salvador, el AGUA VIVA? ¿Siento la urgencia amorosa de anunciarlo así a los demás?

Secundino Martinez Rubio



viernes, 10 de marzo de 2017

DOMINGO II DE CUARESMA


EVANGELIO  Mt 17,1-9
 En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos y su rostro resplandecía como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro entonces tomó la palabra y dijo a Jesús: -Señor, ¡qué hermoso es estar aquí! Si quieres, haré tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: -Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadle. Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y tocándolos les dijo: -Levantaos, no temáis. Al alzar los ojos no vieron a nadie más que a Jesús, solo. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: -No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.

REFLEXIÓN
El evangelio presenta la Transfiguración del Señor. En un contexto de oración, con Pedro, Santiago y Juan, el Señor  se transfiguró. Es decir, se mostró la gloria plena de Jesús, el enviado del Padre. Los discípulos pudieron acceder a una visión más profunda de lo que significaba aquél Jesús humilde que les acompañaba "como uno de tantos".

Jesús y los discípulos, están pasando momentos difíciles. El Señor anuncia su muerte y los discípulos, desconcertados, se resisten a aceptarlo. No acaban de entender qué tipo de Mesías  es Jesús. Son  momentos de miedo, de duda, de tensión. Y, en estos momentos, acontece la Transfiguración, que es la confirmación de la identidad y de la misión de Jesús y constituye un apoyo de ilusión y de moral; la confirmación, por Dios Padre, de que Jesús es su Hijo amado y de que su misión pasa por la entrega de su propia persona. La transfiguración manifiesta el destino glorioso de Jesús, que fortalece la fe de sus discípulos, pero manifiesta que el camino que conduce a ese destino de gloria, es el camino de entrega. Destino de gloria y camino de entrega no se pueden separar.

Pedro se fija solamente en el destino de gloria. Pretende llegar al destino glorioso sin recorrer el camino de entrega. Pretende hacer “tres tiendas”  y quedarse en la gloría, sin recorrer el camino de entrega. Pedro, igual que nosotros, hemos de comprender mejor, y por eso la voz del cielo recomienda escuchar a Jesús: Escucharle en el monte Tabor donde se transfigura y se manifiesta su destino de gloria, y escucharle en el monte de los Olivos donde asume su camino de entrega que culmina en el monte Calvario.

Los mismos Apóstoles (Pedro, Santiago y Juan) que hoy quieren quedarse en el Tabor, monte de la gloria, son los que le dejan solo en el monte de los Olivos y en el Calvario, montes de la entrega.

También NOSOTROS, en nuestra vida cristiana, pasamos a menudo por momentos de desaliento, de dudas, de cansancio. Nos cuesta  seguir a  Jesús porque vemos que, además de ser difícil, nos complica mucho la vida, nos pide la vida misma, la entrega no de cosas, sino de nuestra persona.

-Necesitamos ponernos en contexto de oración, donde se produce esa "transfiguración". No dispersarnos en los quehaceres, no vivir volcados en las posesiones, no diluirnos en las funciones que ejercemos.
Esta Cuaresma hay que iniciar el camino de la conversión:"Sal de tu tierra”, de tus afanes, de la agitación. Haz silencio y camina hacia tu interior, recógete y ábrete a la Presencia que habita “de tu alma en el más profundo centro”.
Escucha al Hijo amado, no para saber más de él, para satisfacer la curiosidad, sino para seguirle. Confíate a su amor. El te mostrará su gloria, refirmará tu camino, fundamentará tu vida y tu muerte. Pero, hay que estar alerta ante el peligro de quedarnos extasiados y querer disfrutar el destino glorioso ahorrándonos el camino de entrega.

 Recuperados por el recogimiento en nuestro interior, donde escuchamos al Hijo amado, hemos de volver a la realidad, al mundo, a la historia, a la vida, pero ahora contemplada de modo nuevo, llena de sentido, salvada, transfigurada.

Secundino Martínez Rubio


viernes, 3 de marzo de 2017

DOMINGO I DE CUARESMA

EVANGELIO: Mateo 4,1-11

En aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al final sintió hambre. Y el tentador se le acercó y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes.» Pero él le contestó diciendo: «Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.»
Entonces el diablo lo lleva a la Ciudad Santa, lo pone en el alero del templo y le dice: «Si eres Hijo de Dios tírate abajo, porque está escrito: Encargará a los ángeles que cuiden de ti y te sostendrán en sus manos para que tu pie no tropiece con las piedras». Jesús le dijo: «También está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios » Después el diablo lo llevó a una montaña altísima y mostrándole todos los reinos del mundo y su esplendor le dijo: «Todo esto te daré si te postras y me adoras.» Entonces le dijo Jesús: «Vete, Satanás, porque está escrito: Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto.» Entonces lo dejó el diablo, y se acercaron los ángeles y le servían.


REFLEXIÓN
El relato  de "las tentaciones de Jesús" agrupa y resume las tentaciones que hubo de superar Jesús a lo largo de toda su vida. Jesús vive movido por el Espíritu que descendió sobre él en el Bautismo, Pero eso no le dispensa de sentirse tentado por formas falsas de vivir el mesianismo. El relato de hoy presenta tres tentaciones:
La Primera tentación fue la del TENER:   " Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes”. Jesús respondió: "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios". (Dt 8, 3)
Jesús no pone a Dios al servicio de sus propios intereses, para Él lo primero es el proyecto del Padre. El Reino de Dios y su justicia.
Tener asegurado el pan no satisface todas nuestras necesidades.  Necesitamos y deseamos mucho más. Incluso, para dar pan a los hambrientos, hemos de escuchar la Palabra de Dios, y despertar en nuestra conciencia el hambre de justicia, la compasión y la solidaridad. Jesús no vino a este mundo con la finalidad de convertir las piedras en pan, sino la de transformar a los hombres en hijos de Dios que compartan el pan como hermanos.
Si el pan, es decir, los bienes materiales se ponen por encima de todo, nos obsesiona el afán de posesión, se pone por encima de Dios y de los demás y acaban poseyéndonos.

La segunda tentación fue la del PRESTIGIO: "Tírate desde el alero del templo”. El Tentador recurre al Salmo 90, que habla de la protección que Dios garantiza al hombre fiel, y le pide a Jesús que se arroje desde el alero del templo porque: "Encargará a los ángeles que cuiden de ti y te sostendrán en sus manos para que tu pie no tropiece con las piedras”.  Jesús respondió: "No tentarás al Señor tu Dios". (Dt 6, 16)
La preocupación obsesiva por la imagen, fama y el prestigio, que provoque la admiración de los demás, es una de las tentaciones más
sutiles. Nos puede apartar de la voluntad de Dios en nuestro deseo de aparentar.

Arrojarse temerariamente desde lo alto, esperando que Dios haga un milagro, no es confiar en su providencia, sino salirse de ella y, por tanto, pecar. Cristo no se arrojó del alero del templo. No puso a prueba a Dios, confió en su voluntad y se arrojó  en el servicio que le llevó al abismo de la muerte, en la noche del abandono. Dio ese salto como acto de amor a Dios y a los hombres. Confiando que, en ese salto, sólo podía caer en las amorosas manos del Padre.

Ese es el verdadero sentido del Salmo 90: quien sigue la voluntad de Dios sabe que, en medio de todos los horrores que tenga que afrontar, no perderá la protección de Dios. La confianza en el Amor es algo totalmente diferente de la provocación que quisiera probar a Dios y ponerlo a nuestro servicio.  La confianza en Dios es ponerse al servicio de su voluntad.

Tercera tentación. Es la tentación del PODER: Todo esto te daré si te postras y me adoras.  El Tentador muestra a Jesús todos los reinos de la tierra y su gloria, y le ofrece el dominio del mundo. Intenta cambiar el estilo de Mesianismo Humilde por el poderío terreno. Querer asegurar la Fe con el poder. Es sustituir la debilidad y humildad por la fuerza. Jesús respondió: "Al Señor, tu Dios, adorarás y a Él sólo servirás". 

 Cuando la preocupación obsesiva por el poder, se apodera de nosotros,  nos hace soberbios, no queremos quedar por debajo y se convierte en un ídolo que adoramos por encima de todo, y de todos, en vez de hermanos nos hace competidores que intentan dominar y someter.

Hemos comenzado la Cuaresma y la Iglesia nos invita a prepararnos para renovar nuestro bautismo en la próxima Pascua. Es tiempo de conversión. Tiempo propicio de pedirle al Señor: no nos dejes caer en la tentación de ver a Dios como enemigo, como obstáculo de nuestra felicidad, no permitas que nos separemos de su amor que nos sostiene y fundamenta. Haz que regresemos a la casa de su amor.

 Secundino Martínez Rubio