viernes, 17 de marzo de 2017

DOMINGO III DE CUARESMA

EVANGELIO: Jn 4,5-42.

En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaria llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José; allí estaba el manantial de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al manantial. Era alrededor del mediodía. Llega una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice: Dame de beber. Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida. La samaritana le dice: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana? Porque los judíos no se tratan con los samaritanos. Jesús le contestó: Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva. La mujer le dice: Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados? Jesús le contestó: El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna. La mujer le dice: Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla. Él le dice: Anda, llama a tu marido y vuelve. La mujer le contesta: No tengo marido.»Jesús le dice: Tienes razón, que no tienes marido: has tenido ya cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho a verdad. La mujer le dice: Señor, veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén. Jesús le dice: Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre. Vosotros dais culto a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así. Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad. La mujer le dice: Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo. Jesús le dice: Soy yo, el que habla contigo. En aquel pueblo muchos samaritanos creyeron en él por el testimonio que había dado la mujer: Me ha dicho todo lo que he hecho. Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer: Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo.

REFLEXIÓN
El Evangelio de hoy, se sitúa en Samaría. Hacia mediodía. Jesús tiene sed; Está sentado junto  al pozo de Sicar.  Llega una mujer que, por ser samaritana, era tenida por los judíos como hereje. Además una mujer cuya conducta moral no era precisamente ejemplar (había vivido ya con cinco hombres y el actual tampoco era su marido). Una buscadora de agua para apagar su sed.  

Jesús le pide de beber. Y ella  le dice: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?  Pero él no acepta el diálogo en el plano del enfrentamiento. Jesús va al fondo del asunto y le dice: "Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva". Del agua material pasa al agua espiritual. De la sed humana Jesús pasa a la insatisfacción profunda de aquella mujer, a la sed que todos llevamos dentro y que no se sacia con cualquier agua, por eso le dice: «El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed

 El agua que nos ofrecen los pozos del mundo no puede calmar la sed  insaciable que llevamos dentro. Frente a otras ofertas Jesús nos  propone el agua que brota para la vida eterna. El NO empieza condenando nuestras pobres “aguas”; lo que hace es proponernos un agua  mejor, definitiva. Y esa agua tiene que brotar de dentro, porque mas allá de nuestros deseos, en nuestro interior late el deseo profundo del corazón humano y dentro está también nuestro manantial.

Jesús le dijo a la mujer: «Anda, llama a tu marido y vuelve». Respondió: «No tengo marido.» El primer paso para acceder al agua viva es la sinceridad con nosotros mismos. Los cinco maridos y el actual, representan la búsqueda de agua para la sed interior. Esta mujer buscaba en el marido lo que no encontraba dentro de sí misma. Pero el marido no le podía dar lo que buscaba su corazón; por eso reconoció que no tenía marido, que su sed no estaba saciada.

Cuando Jesús la sitúa ante su propio problema ("tienes razón, no tienes marido..."), desvía la conversación hacia otros temas, eludiendo el planteamiento personal. ¿Dónde hay que dar culto a Dios? Pregunta la mujer. La desviación de la conversación  le sirve a Jesús para abrir caminos hacia el Dios verdadero; y lo hace con las palabras más revolucionarias de todo el Nuevo Testamento sobre el culto: Los que quieran dar culto verdadero, adorarán al Padre en espíritu y verdad: Ni el culto judío, ni el samaritano, llevan a un encuentro del Dios vivo y verdadero. Están "sin agua", no tienen "espíritu", no pueden dar "la vida" a los hombres. Sólo Jesús es portador de esa "Vida". Sólo Jesús es capaz de  satisfacer  la sed que el hombre lleva dentro. Jesús  se presenta como EL MESÍAS ESPERADO, EL  AGUA VIVA. Este es el centro del Evangelio de hoy: la revelación de Jesús como salvador del hombre. El agua viva para nuestra sed.

La mujer entonces dejó su cántaro y se fue al pueblo: La samaritana se encuentra con el Salvador y se convierte en un excelente apóstol suyo. Esta mujer es una gran misionera. Los resultados fueron admirables. «Muchos de los samaritanos creyeron en él por la palabra de la mujer, que daba testimonio. Pero «creyeron mucho más por la palabra de él».

Cuaresma es el tiempo para descubrir nuestra sed, esa sed profunda de vivir, de amar y ser amados, de crecer, de ser felices, sed de verdad, de plenitud, de vida.  Jesús ofrece un agua que sacia definitivamente. Tiene la radical pretensión de ser Él la fuente inagotable y fecunda de amor, de verdad, de libertad, de vida... una agua que puede manar en nuestro interior, en nuestro corazón.

¿De qué tengo sed? ¿Qué me falta para ser feliz? ¿Cuáles son los “maridos” en los que a veces pongo mi seguridad y  felicidad: la salud, la prosperidad económica, el éxito profesional, la buena fama...?. ¿Con qué manantiales calma Dios la sed de mi vida? ¿Qué oasis, ríos, fuentes, pozos... ha puesto en mis desiertos?  ¿Qué espacios de oración procuro para que el Señor me dé de beber? ¿Creo que Jesús es el Salvador del mundo y mi Salvador, el AGUA VIVA? ¿Siento la urgencia amorosa de anunciarlo así a los demás?

Secundino Martinez Rubio



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