viernes, 30 de septiembre de 2016

DOMINGO XXVII T.O. (C)

EVANGELIO (Lc 17,5-10.)
En aquel tiempo, los apóstoles dijeron al Señor: Auméntanos la fe.

El Señor contestó: Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: «Arráncate de raíz y plántate en el mar», y os obedecería. Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor; cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: «En seguida, ven y ponte a la mesa»? ¿No le diréis: «Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo; y después comerás y beberás tú»? ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: «Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer».

REFLEXIÓN
Enseñanza de Jesús sobre la fe: En el Evangelio de este domingo los discípulos le piden a Jesús: “Auméntanos la fe”. Él responde diciendo: Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esta morera: «Arráncate de raíz y plántate en el mar» y os obedecería. Jesús les viene a decir: lo importante no es la cantidad de fe, sino la calidad de la fe. Que vuestra fe sea fuerte, capaz de arrancar árboles como una morera y de plantarlo en el mar. La enseñanza del Señor es clara: hasta lo imposible deja de serlo, si se tiene fe.
También nosotros tenemos necesidad  de hacer la misma petición de los discípulos: ¡Señor auméntanos la fe! Lo decisivo es tener una fe viva y fuerte en Jesús. Lo importante no es creer cosas, sino creerle a Él, fiarse de Él.

La enseñanza sobre la humildad: La parábola  del  esclavo, que Jesús pronuncia a continuación, habla de un esclavo que, en aquella época, era contado entre las propiedades del amo y que,  en este caso, debe hacer los trabajos de labrador y pastor; cuando regresa del campo, aunque esté cansado, tiene que preparar la cena y servir al amo; y nadie piensa en recompensarle: pertenece totalmente al amo y no hace más que cumplir con su deber.
La parábola nos enseña que, ante Dios, nadie tiene derecho a exigir nada; el hombre se encuentra en total dependencia de Dios, como el esclavo de su amo. De este modo, es fácil comprender que todo lo que el hombre tiene -la fe sobre todo- es don, es gracia de Dios, fruto de su amor generoso. La vida cristiana no se puede plantear con afán de recompensa; no se puede seguir a Jesús por lo que podamos conseguir. El discípulo se fía, confía, en Jesús y no vive pendiente de recompensas; hace lo que debe hacer y es feliz en ello. La fe es don de Dios, es algo que se pide y se agradece. Hoy, con los discípulos, pedimos: “Señor, auméntanos la fe”.
   
Secundino Martínez Rubio

jueves, 22 de septiembre de 2016

DOMINGO XXVI 
T.O.(C)

EVANGELIO Lc 16,19,31.

En aquel tiempo dijo Jesús a los fariseos: Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico, pero nadie se lo daba. Y hasta los perros se le acercaban a lamerle las llagas. Sucedió que se murió el mendigo, y los ángeles lo llevaron al seno de Abrahán.
Se murió también el rico y lo enterraron. Y estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantando los ojos, vio de lejos a Abrahán y a Lázaro en su seno, y gritó: Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas.
Pero Abrahán le contesto: Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro a su vez males; por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces. Y, además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que no puedan cruzar, aunque quieran, desde aquí hacia vosotros, ni puedan pasar de ahí hasta nosotros.
El rico insistió: Te ruego entonces, padre, que mandes a Lázaro a casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que, con su testimonio, evites que vengan también ellos a este lugar de tormento.
Abrahán le dice: Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen. El rico contestó: No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a verlos, se arrepentirán. Abrahán le dijo: Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto.
  
REFLEXIÓN

   El Evangelio presenta una parábola con dos personas contrapuestas: Un rico anónimo y Lázaro, el mendigo, que tirado a la puerta del rico inútilmente esperaba ayuda.

El rico es una persona anónima, (Epulón, como a veces se le llama, no es nombre es el calificativo que significa comilón). No tiene identidad por sí mismo. Se le describe  por sus riquezas: “vestía de púrpura y lino” y por su buena vida: "banqueteaba espléndidamente cada día”. No se le presenta como malvado, es sencillamente un hombre que vive en absoluto aislamiento, incapaz de darse cuenta de la existencia de los demás.

El pobre es un mendigo que, a pesar de todo, posee una identidad, un nombre: Lázaro, que significa "Dios ayuda". Busca la ayuda del rico, pero, éste ha creado un abismo de separación entre su buena vida y lo que pasa alrededor.

La situación cambia con la muerte. Lázaro recibe la felicidad. El rico, en cambio, está en medio de tormentos; desea que Lázaro le ayude. Pero, el abismo de separación que ha creado en la tierra es ya insalvable. El premio o el castigo no son resultado de una decisión arbitraria de Dios. En la otra vida recogeremos lo que sembramos ahora. Una eternidad de comunicación junto a Dios para quien fue justo y solidario, una eternidad de infinita soledad e incomunicación para quien vivió aislado en su egoísmo.

Pero, la parábola no pretende informar sobre la otra vida; la finalidad de la parábola es advertir sobre el peligro de las riquezas. Cuando se ponen como centro de la vida y no se comparten, nos deshumanizan, nos hacen indiferentes, insolidarios, nos impiden ver a los pobres tirados en los portales de la vida. Además el Señor nos advierte sobre la necesidad de convertirnos, porque no entraran en el Reino de Dios aquéllos que hayan hecho de los bienes el centro de su vida y hayan sido incapaces de descubrir su responsabilidad ante los hermanos que viven en  necesidad. El Señor nos advierte del peligro. Tomemos nota, porque…la mayoría no somos ricos, pero, me parece que aspirantes muchos.


Secundino Martínez Rubio

sábado, 17 de septiembre de 2016

“SIN EL DOMINGO
 NO PODEMOS”



“En Abitina, pequeña localidad de la actual Túnez, 49 cristianos fueron sorprendidos un domingo mientras, reunidos en la casa de Octavio Félix, celebraban la Eucaristía desafiando así las prohibiciones imperiales. Tras ser arrestados fueron llevados a Cartago para ser interrogados por el procónsul Anulino. Fue significativa, entre otras, la respuesta que un cierto Emérito dio al procónsul que le preguntaba por qué habían transgredido la severa orden del emperador. Respondió: ”Sine dominico non possumus"; es decir, sin reunirnos en asamblea el domingo para celebrar la Eucaristía no podemos vivir. Nos faltarían las fuerzas para afrontar las dificultades diarias y no sucumbir. Después de atroces torturas, estos 49 mártires de Abitina fueron asesinados. Así, con la efusión de la sangre, confirmaron su fe. Murieron, pero vencieron; ahora los recordamos en la gloria de Cristo resucitado”.


BENEDICTO XVI: Misa de clausura del Congreso Eucarístico Italiano (BARI)

viernes, 16 de septiembre de 2016


DOMINGO 

XXV T.O. (C)

EVANGELIO (Lc 16, 1-13)


En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Un hombre rico tenía un administrador y le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: ¿Qué es eso que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu gestión, porque quedas despedido. El administrador se puso a echar sus cálculos: ¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa. Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo, y dijo al primero: ¿Cuánto debes a mi amo? Este respondió: Cien barriles de aceite. El le dijo: Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe «cincuenta».Luego dijo a otro: Y tú, ¿cuánto debes? El contestó: Cien fanegas de trigo. Le dijo: Aquí está tu recibo; escribe «ochenta». Y el amo felicitó al administrador injusto por la astucia con que había procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz. Y yo os digo: Ganaos amigos con el dinero injusto, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas. El que es de fiar en lo menudo, también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo, tampoco en lo importante es honrado. Si no fuisteis de fiar en el vil dinero, ¿quién os confiará lo que vale de veras? Si no fuisteis de fiar en lo ajeno, lo vuestro, ¿quién os lo dará? Ningún siervo puede servir a dos amos: porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.


REFLEXIÓN

En el Evangelio de hoy Jesús enseña cuáles han de ser las actitudes, del que quiera ser su discípulo, ante el dinero y el uso de los bienes materiales.

La parábola del administrador resulta sorprendente, pues parece presentar como modelo a una persona que corrupta. El protagonista es un administrador que, por su mal comportamiento, va a ser despedido del trabajo. Ante el futuro incierto que se le presenta piensa en cómo hacerse amigos que le ayuden el día de mañana, cuando quede sin empleo. Con este fin modifica los recibos de los deudores de su amo disminuyéndoles la deuda. Era de esperar que el amo, al enterarse, condenará su actuación, y nos encontramos que, sorprendentemente, “el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido”

La parábola no alaba ni el derroche, ni la corrupción, ni la estafa del administrador. Jesús no hace un juicio moral sobre su conducta, que evidentemente no es correcta. Lo que alaba es su habilidad y capacidad de previsión. El administrador no es un modelo. Pero, hay una actitud en la que puede considerarse modelo. Este hombre utiliza el dinero para conseguir amigos que le ayuden en el futuro difícil que le espera. Y esa es la lección que saca Jesús: También los "hijos de la luz" deben ser previsores de su futuro, y emplear los bienes para ganarse amigos: los pobres, que un día les reciban en las moradas eternas. Jesús nos pide que imitemos la astucia de este hombre, no para asegurarnos un futuro material, sino para entrar  en el Reino de Dios.

A la parábola siguen  tres dichos cortos sobre la actitud del discípulo ante los bienes materiales y cómo usarlos correctamente. Los tres pueden resumirse en la conclusión: “Nadie puede servir a Dios y al dinero”.
Jesús nos dice hoy que el dinero y los bienes materiales -aunque sean necesarios para vivir- siempre incluyen el peligro de esclavizarnos, obsesionarnos y hacernos egoístas que olvidan a Dios y a los hombres. El seguidor de Jesús está llamado a utilizar los bienes para compartir, especialmente con los más necesitados, ellos han de ser los que nos reciban en las moradas del Reino eterno. Esa es la única rentabilidad que nos puede dar el dinero de cara a nuestro futuro eterno
Secundino Martínez Rubio 

jueves, 8 de septiembre de 2016


DOMINGO XXIV

 T.O. (C)

EVANGELIO: Lc 15, 1-32
En aquel tiempo se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los letrados murmuraban entre ellos: -Ese acoge a los pecadores y come con ellos. Jesús les dijo esta parábola: -Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos para decirles:-¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se me había perdido. Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.
Y si una mujer tiene diez monedas y se le pierde una, ¿no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, reúne a las vecinas para decirles: -¡Felicitadme!, he encontrado la moneda que se me había perdido. Os digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta.

REFLEXIÓN

El capítulo 15 de san Lucas contiene tres parábolas: el pastor que busca la oveja perdida, la mujer angustiada porque ha perdido una moneda y el Padre que perdió y recuperó al hijo. Son llamadas las parábolas de la misericordia, porque muestran, a través de un lenguaje figurado, el amor misericordioso que Dios nos tiene, a pesar de nuestros fallos y pecados. Con ellas Jesús responde a los que se escandalizaban y criticaban por su compañía y amistad con los pecadores.

Con el lenguaje sencillo de estas parábolas, Jesús quiere revelar la imagen de un Dios amoroso e infinitamente misericordioso; es como si viniese a decir: ¿Criticáis mi conducta? Pues, sabed que ella refleja la de Dios mismo. Yo me acerco a los pecadores y excluidos de la sociedad porque así obra Dios; me preocupo por ellos porque Dios se preocupa por ellos. Dios ama más a los menos dignos de ser amados porque son los que más lo necesitan. Dios ama gratuitamente. Dios rechaza el pecado, pero acoge misericordiosamente al pecador; Así es Dios y Jesús, que es el rostro visible del Dios invisible, actúa como Él.

Hoy el centro de la enseñanza de Jesús  es el amor misericordioso que Dios nos tiene. El pastor que ha perdido una oveja  y  el ama de casa que perdió una moneda, representan a Dios mismo, que envía sus Hijo al mundo para buscarnos: “Pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que se había perdido” (Lc 19,10) Nuestra suerte es importante para Dios. Lo que nos afecta no lo deja indiferente.

En el judaísmo, incluido el Bautista, se recibía a los pecadores después de que se habían convertido y hecho penitencia; cuando, de alguna manera lo “merecían”.  Algo de esto también nos pasa a nosotros, creemos que Dios nos quiere si nos portamos bien, si lo merecemos. Por eso, oí a una mamá decir a su  niño “No hagas eso, que sino el Señor no te va a querer”. Que es como decir Dios te quiere solo si lo mereces. Pues, Lo nuevo de Jesús es el ofrecimiento de la salvación antes de que los pecadores hayan hecho penitencia. Lo nuevo de Jesús Dios nos quiere incluso cuando no le queremos.

En las parábolas se resalta otro aspecto: la alegría que produce a Dios la conversión de sus hijos. Lo que los fariseos no han entendido jamás es que Dios, en lugar de preocuparse por ser obedecido y respetado, está preocupado por la felicidad de los seres humanos. Los fariseos y letrados no conocen el “corazón” de Dios.

Nuestra alegría está en saber que  Dios es un Dios misericordioso, que nos ama no por nuestras virtudes, sino porque somos sus hijos; y que nos amará siempre, incluso cuando nos alejamos de Él.

Estas parábolas de la misericordia trasmiten un mensaje de esperanza; por complicada que sea la situación que está viviendo alguien, siempre será acogido por Dios.


La Palabra de Dios  hoy alimenta nuestra esperanza en el amor misericordioso de Dios y nos inspira en nuestra responsabilidad de ser presencia del amor misericordioso de Dios para todos.

Secundino Martínez Rubio

jueves, 1 de septiembre de 2016


DOMINGO 

XXIII T.O.(C)

EVANGELIO: Lc 14,25-33
E
n aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mí, no puede ser discípulo mío. Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: «Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar. ¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz. Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío.


REFLEXIÓN
Dice el Evangelio de hoy que a Jesús le acompaña mucha gente. Parece que lo normal sería que estuviera satisfecho de ello y que les diera facilidades para que no se marcharan. Pero, Jesús no es un  populista satisfecho de tener clientela y que rebaje las exigencias para que no se vayan. Con una contundencia que asombra, y sin rebajas, el Señor señala algunas condiciones para ser seguidor suyo:

1ª. Posponer a la familia: “Si alguno… no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.” Jesús es el único absoluto. Todo lo demás, por importante que sea, está subordinado a este valor central. Si alguien interpreta que seguir a Jesús exige abandonar a nuestros seres queridos, es que no ha entendido bien. Esa monstruosidad no la exige el Señor. Lo que nos pide es que valoremos a nuestros seres queridos desde Él y en Él, en quien adquieren su verdadera dimensión y sentido. Si no lo entendemos y absolutizamos la familia, es probable que suframos mucho, y la vida se encargará de enseñárnoslo.

2ª. Cargar con la cruz:Quien no lleve su cruz detrás de mí, no puede ser discípulo mío”. Hay que utilizar con cuidado el lenguaje de la cruz, porque se ha exagerado. El seguidor de Jesús no es un masoquista que busca el dolor y el sufrimiento como si fueran valores en sí mismos, independientemente del amor que los fecunda. Cargar con la cruz, además de aceptar, unidos a Cristo, los sufrimientos de la vida, es asumir los dolorosos conflictos que suscita el anuncio del Reino, que a Jesús le llevaron a la cruz asumida por amor.

3ª. Renunciar a la riquezael que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío”. Exigencia dura en una sociedad que reduce la vida buena a la buena vida. No se trata de una condena de los bienes materiales, que son creados por Dios y buenos, es una prevención para que no hagamos de los bienes el valor absoluto de nuestra vida.

Siempre que una realidad humana, por noble y valiosa que pueda ser, se convierte en un absoluto se vuelve incompatible con el Dios Absoluto. La misma familia, el placer, la riqueza… pueden convertirse en absolutos y desplazar al Único que de verdad es el Primer Valor

Con las parábolas del que  comienza a construir una torre y la del rey que pretende dar una batalla, Jesús recomienda, a quienes quieran seguirle que, antes de tomar una decisión comprometida, como es seguirle, ponderen las exigencias y consecuencias


Seguir al Señor es el único modo de encontrar vida eterna; es el único modo de vivir la salvación verdadera, la plenitud de sentido, que tanto buscamos, y que en ninguna otra parte, como en Él, podemos encontrar. Pero es exigente. El Señor recomienda pensárselo.  

Secundino Martínez Rubio