viernes, 16 de septiembre de 2016


DOMINGO 

XXV T.O. (C)

EVANGELIO (Lc 16, 1-13)


En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Un hombre rico tenía un administrador y le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: ¿Qué es eso que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu gestión, porque quedas despedido. El administrador se puso a echar sus cálculos: ¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa. Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo, y dijo al primero: ¿Cuánto debes a mi amo? Este respondió: Cien barriles de aceite. El le dijo: Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe «cincuenta».Luego dijo a otro: Y tú, ¿cuánto debes? El contestó: Cien fanegas de trigo. Le dijo: Aquí está tu recibo; escribe «ochenta». Y el amo felicitó al administrador injusto por la astucia con que había procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz. Y yo os digo: Ganaos amigos con el dinero injusto, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas. El que es de fiar en lo menudo, también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo, tampoco en lo importante es honrado. Si no fuisteis de fiar en el vil dinero, ¿quién os confiará lo que vale de veras? Si no fuisteis de fiar en lo ajeno, lo vuestro, ¿quién os lo dará? Ningún siervo puede servir a dos amos: porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.


REFLEXIÓN

En el Evangelio de hoy Jesús enseña cuáles han de ser las actitudes, del que quiera ser su discípulo, ante el dinero y el uso de los bienes materiales.

La parábola del administrador resulta sorprendente, pues parece presentar como modelo a una persona que corrupta. El protagonista es un administrador que, por su mal comportamiento, va a ser despedido del trabajo. Ante el futuro incierto que se le presenta piensa en cómo hacerse amigos que le ayuden el día de mañana, cuando quede sin empleo. Con este fin modifica los recibos de los deudores de su amo disminuyéndoles la deuda. Era de esperar que el amo, al enterarse, condenará su actuación, y nos encontramos que, sorprendentemente, “el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido”

La parábola no alaba ni el derroche, ni la corrupción, ni la estafa del administrador. Jesús no hace un juicio moral sobre su conducta, que evidentemente no es correcta. Lo que alaba es su habilidad y capacidad de previsión. El administrador no es un modelo. Pero, hay una actitud en la que puede considerarse modelo. Este hombre utiliza el dinero para conseguir amigos que le ayuden en el futuro difícil que le espera. Y esa es la lección que saca Jesús: También los "hijos de la luz" deben ser previsores de su futuro, y emplear los bienes para ganarse amigos: los pobres, que un día les reciban en las moradas eternas. Jesús nos pide que imitemos la astucia de este hombre, no para asegurarnos un futuro material, sino para entrar  en el Reino de Dios.

A la parábola siguen  tres dichos cortos sobre la actitud del discípulo ante los bienes materiales y cómo usarlos correctamente. Los tres pueden resumirse en la conclusión: “Nadie puede servir a Dios y al dinero”.
Jesús nos dice hoy que el dinero y los bienes materiales -aunque sean necesarios para vivir- siempre incluyen el peligro de esclavizarnos, obsesionarnos y hacernos egoístas que olvidan a Dios y a los hombres. El seguidor de Jesús está llamado a utilizar los bienes para compartir, especialmente con los más necesitados, ellos han de ser los que nos reciban en las moradas del Reino eterno. Esa es la única rentabilidad que nos puede dar el dinero de cara a nuestro futuro eterno
Secundino Martínez Rubio 

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