jueves, 1 de septiembre de 2016


DOMINGO 

XXIII T.O.(C)

EVANGELIO: Lc 14,25-33
E
n aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mí, no puede ser discípulo mío. Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: «Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar. ¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz. Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío.


REFLEXIÓN
Dice el Evangelio de hoy que a Jesús le acompaña mucha gente. Parece que lo normal sería que estuviera satisfecho de ello y que les diera facilidades para que no se marcharan. Pero, Jesús no es un  populista satisfecho de tener clientela y que rebaje las exigencias para que no se vayan. Con una contundencia que asombra, y sin rebajas, el Señor señala algunas condiciones para ser seguidor suyo:

1ª. Posponer a la familia: “Si alguno… no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.” Jesús es el único absoluto. Todo lo demás, por importante que sea, está subordinado a este valor central. Si alguien interpreta que seguir a Jesús exige abandonar a nuestros seres queridos, es que no ha entendido bien. Esa monstruosidad no la exige el Señor. Lo que nos pide es que valoremos a nuestros seres queridos desde Él y en Él, en quien adquieren su verdadera dimensión y sentido. Si no lo entendemos y absolutizamos la familia, es probable que suframos mucho, y la vida se encargará de enseñárnoslo.

2ª. Cargar con la cruz:Quien no lleve su cruz detrás de mí, no puede ser discípulo mío”. Hay que utilizar con cuidado el lenguaje de la cruz, porque se ha exagerado. El seguidor de Jesús no es un masoquista que busca el dolor y el sufrimiento como si fueran valores en sí mismos, independientemente del amor que los fecunda. Cargar con la cruz, además de aceptar, unidos a Cristo, los sufrimientos de la vida, es asumir los dolorosos conflictos que suscita el anuncio del Reino, que a Jesús le llevaron a la cruz asumida por amor.

3ª. Renunciar a la riquezael que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío”. Exigencia dura en una sociedad que reduce la vida buena a la buena vida. No se trata de una condena de los bienes materiales, que son creados por Dios y buenos, es una prevención para que no hagamos de los bienes el valor absoluto de nuestra vida.

Siempre que una realidad humana, por noble y valiosa que pueda ser, se convierte en un absoluto se vuelve incompatible con el Dios Absoluto. La misma familia, el placer, la riqueza… pueden convertirse en absolutos y desplazar al Único que de verdad es el Primer Valor

Con las parábolas del que  comienza a construir una torre y la del rey que pretende dar una batalla, Jesús recomienda, a quienes quieran seguirle que, antes de tomar una decisión comprometida, como es seguirle, ponderen las exigencias y consecuencias


Seguir al Señor es el único modo de encontrar vida eterna; es el único modo de vivir la salvación verdadera, la plenitud de sentido, que tanto buscamos, y que en ninguna otra parte, como en Él, podemos encontrar. Pero es exigente. El Señor recomienda pensárselo.  

Secundino Martínez Rubio

No hay comentarios:

Publicar un comentario