jueves, 22 de septiembre de 2016

DOMINGO XXVI 
T.O.(C)

EVANGELIO Lc 16,19,31.

En aquel tiempo dijo Jesús a los fariseos: Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico, pero nadie se lo daba. Y hasta los perros se le acercaban a lamerle las llagas. Sucedió que se murió el mendigo, y los ángeles lo llevaron al seno de Abrahán.
Se murió también el rico y lo enterraron. Y estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantando los ojos, vio de lejos a Abrahán y a Lázaro en su seno, y gritó: Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas.
Pero Abrahán le contesto: Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro a su vez males; por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces. Y, además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que no puedan cruzar, aunque quieran, desde aquí hacia vosotros, ni puedan pasar de ahí hasta nosotros.
El rico insistió: Te ruego entonces, padre, que mandes a Lázaro a casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que, con su testimonio, evites que vengan también ellos a este lugar de tormento.
Abrahán le dice: Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen. El rico contestó: No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a verlos, se arrepentirán. Abrahán le dijo: Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto.
  
REFLEXIÓN

   El Evangelio presenta una parábola con dos personas contrapuestas: Un rico anónimo y Lázaro, el mendigo, que tirado a la puerta del rico inútilmente esperaba ayuda.

El rico es una persona anónima, (Epulón, como a veces se le llama, no es nombre es el calificativo que significa comilón). No tiene identidad por sí mismo. Se le describe  por sus riquezas: “vestía de púrpura y lino” y por su buena vida: "banqueteaba espléndidamente cada día”. No se le presenta como malvado, es sencillamente un hombre que vive en absoluto aislamiento, incapaz de darse cuenta de la existencia de los demás.

El pobre es un mendigo que, a pesar de todo, posee una identidad, un nombre: Lázaro, que significa "Dios ayuda". Busca la ayuda del rico, pero, éste ha creado un abismo de separación entre su buena vida y lo que pasa alrededor.

La situación cambia con la muerte. Lázaro recibe la felicidad. El rico, en cambio, está en medio de tormentos; desea que Lázaro le ayude. Pero, el abismo de separación que ha creado en la tierra es ya insalvable. El premio o el castigo no son resultado de una decisión arbitraria de Dios. En la otra vida recogeremos lo que sembramos ahora. Una eternidad de comunicación junto a Dios para quien fue justo y solidario, una eternidad de infinita soledad e incomunicación para quien vivió aislado en su egoísmo.

Pero, la parábola no pretende informar sobre la otra vida; la finalidad de la parábola es advertir sobre el peligro de las riquezas. Cuando se ponen como centro de la vida y no se comparten, nos deshumanizan, nos hacen indiferentes, insolidarios, nos impiden ver a los pobres tirados en los portales de la vida. Además el Señor nos advierte sobre la necesidad de convertirnos, porque no entraran en el Reino de Dios aquéllos que hayan hecho de los bienes el centro de su vida y hayan sido incapaces de descubrir su responsabilidad ante los hermanos que viven en  necesidad. El Señor nos advierte del peligro. Tomemos nota, porque…la mayoría no somos ricos, pero, me parece que aspirantes muchos.


Secundino Martínez Rubio

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