viernes, 29 de enero de 2016


DOMINGO

  IV T.O. (C)

Evangelio      Lc 4,21-30

E
n aquel tiempo comenzó Jesús a decir en la sinagoga: Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.
Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios. Y decían: ¿No es éste el hijo de José?
 Y Jesús les dijo: Sin duda me recitaréis aquel refrán: «Médico, cúrate a ti mismo»: haz también aquí en tu tierra lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaum.
 Y añadió: Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, sin embargo, ninguno de ellos fue curado más que Naamán, el sirio.
 Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba.

Comentario
En principio los oyentes de Nazaret se admiraban de las palabras de Jesús, pero al final “todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo”. Decir que Dios nos ama a todos, les parece bien, pero cuando ese todos incluye a los no judíos, o a los pecadores, a los que, según ellos, no se lo merecen, la cosa cambia; y comienzan a criticar el mensaje y a desacreditar al mensajero.
Pero, el Dios de Jesús tiene el corazón de Padre y quiere a sus hijos por ser hijos, no por sus méritos, y precisamente quiere más a los que más a los que menos lo merecen, que son los que más lo necesitan. Nunca lo entendieron, oye. Lo arrojan fuera del pueblo e intentan despeñarlo.  
Tenemos que preguntarnos si ese que predicaba Jesús, es el Dios de nuestra fe y nuestra vida: el Dios del amor misericordioso ¡Con todos! (¡¡y sin “líneas rojas”!!). ¡Ah! Y, no conviene olvidarlo, ser cristiano no es cosa fácil. Pero es una gozada. No te eches atrás. 
S. Martinez Rubio

martes, 26 de enero de 2016

RETIRO DE ORACIÓN

Una cosa es celebrar el Año Jubilar, y otra “andar de jubileo”.


 Celebra el Año Jubilar peregrinando al santuario de tu

corazón donde “secretamente solo mora"

miércoles, 13 de enero de 2016


DOMINGO 2º 

T.O. (C)

Evangelio Jn 2,1-12

Reflexión

“En Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos

Juan no habla de "milagros", a los gestos sorprendentes que realiza Jesús los llama siempre "signos". Desde ellos  hemos de comprender la misión salvadora de Jesús. En el texto de hoy el signo es la conversión del agua en vino durante una boda.  Ese es el primer signo

 El signo tiene diversos niveles de significación:

·        La Boda y la alegría: No es casualidad la primera aparición pública de Jesús sea en una fiesta de bodas. Ha llegado el tiempo de las bodas, de la fiesta, de la alegría. Con Jesús llega la fiesta con vino nuevo, el gozo del Reino. Este Cristo no se vincula a la revuelta social que defienden los celotas, ni se vincula al culto del templo  que esperaban los saduceos, no se queda en la ley como suponían los fariseos. Ni se retira  al desierto como los esenios. Este Cristo empieza en una boda, en la alegría de la fiesta con el  vino mejor. Del que todavía seguimos bebiendo.
·        Siempre decimos Las Bodas de Caná, y  el texto habla de una sola boda ¿o será que habla de más bodas? En el Antiguo Testamento, la alianza de Dios con su Pueblo se ha presentado muchas veces con la imagen de una boda. Nos lo ha recordado la primera lectura de Isaías que presenta la alianza como un verdadero desposorio: “Ya no te llamarán ‘Abandonada’…a ti te llamarán ‘Mi favorita’ (Hefzi-ba ), y a tu tierra desposada  (Beula )… Como un joven se casa con su novia, así te desposa el que te construyo”.

Quizás es que hay dos bodas, la de los novios de Caná y la de Dios con su pueblo. En ese pacto de amor, en esa Alianza antigua de Dios con su pueblo, en esa boda, faltaba el vino. Están las tinajas para las purificaciones que manda la ley. Pero vino no hay. Y aparece un nuevo pacto, una nueva alianza, una nueva boda de Dios con su pueblo. Y Jesús es el verdadero novio que ha venido a desposarse con la humanidad. Es el Hijo de Dios que ha venido a restablecer la Alianza de amor con nosotros. El convertirá el agua de la Antigua Alianza en vino bueno de Alegría.
Estamos de boda
No, no estamos Abandonados. En Jesús, Dios ha restablecido la alianza de amor con la humanidad. Y, a esta boda de Dios con la humanidad en su Hijo, todos estamos invitados. Dios ama a la Humanidad y a cada uno como un enamorado. Con un amor capaz de llegar hasta la Cruz, donde se manifestó el amor más grande. Pero mucha gente, y a nosotros también nos pasa, no nos damos cuenta que estamos de boda. Es decir, de fiesta, de alegría ¿Te lo crees? Porque mucha gente cree que esto de ser cristiano es andar a “pan y agua”. Y lo de Jesús es fiesta y con vino

 En la boda de Caná se dio cuenta la Madre de que faltaba el vino. Yo creo que este mundo cambiará cuando haya madres que se den cuenta que sus hijos tienen muchas cosas, pero “les falta el vino”. Porque en ocasiones nos falta el “vino” de la ilusión y la alegría y nos vemos ante la dificultad, como los novios de Caná. Y aunque tengamos de todo, si falta el vino de la salvación que trae Jesús, se nos acaba la fiesta, se acaba la salvación.

Hoy el Evangelio nos muestra que ni la humanidad, ni cada uno de nosotros, estamos abandonados. Que Dios nos ama y nos invita a la fiesta de su amor.  Que Jesús, el Hijo de Dios, es la presencia del Dios que nos ama con locura. Que a veces se nos acaba el vino. Pero, si hacemos lo que Jesús nos diga, si ponemos a su disposición el agua pobre y sencilla de nuestra vida, el Señor la convertirá en el vino nuevo de la alegría salvadora.
¿Cómo andas de vino?


Secundino Martínez Rubio

sábado, 9 de enero de 2016

FIESTA DEL
 BAUTISMO 
DEL SEÑOR

EVANGELIO (Lc 3,15-16.21-22.)


REFLEXIÓN

Celebramos la fiesta del Bautismo del Señor que cierra el ciclo litúrgico de Navidad. Es otra epifanía. Otra manifestación pública de lo que significa Jesús. Antes de comenzar su vida pública, Jesús acude al rio Jordán a ser bautizado por Juan y allí es proclamado ante el pueblo judío como el Hijo amado de Dios”, el “predilecto”,  cuyo estilo será el de siervo. Su vida mostrará, paso a paso, el caminar de Dios entre nosotros,

·       En primer lugar, en el Bautismo de Jesús se nos manifiesta quién es Jesús. El  Hijo amado de Dios, el Ungido por el Espíritu Santo; la Palabra de Dios que habita ya entre nosotros. El Mesías, esperado por el Pueblo de Israel, que ya ha llegado; que está en la fila de los hombres que tiene ganas de cambiar las cosas y se han apuntado al movimiento de renovación que anuncia el Bautista.

·        En segundo lugar, en el Bautismo de Jesús se nos manifiesta el modo de ser Mesías. Su estilo no será el de la fuerza y el poderío, sino el estilo del siervo de Yahvé que había anunciado Isaías: no gritará, no clamará, no voceará por las calles, traerá una nueva justicia al mundo. Estará cerca de los que se sienten rotos como cañas cascadas, apoyara a los que andan vacilantes, como velas temblorosas. Su estilo será el de Siervo: servir.

A este Hijo es al que hemos de seguir. A este Cristo es al que nosotros nos hemos unido por el Bautismo y eso significa dos cosas:

Primera: Que ese Hijo, el Amado del Padre, es el que trae la salvación. Que Él es el único Salvador de nuestras vidas rotas como cañas, vacilantes como velas, machacadas por la dureza de la vida y
 de la muerte. No hay otro nombre del que podamos esperar la salvación. A Él estamos unidos por el Bautismo y a Él hemos mirar, escuchar y seguir.

Segunda: mirar, escuchar y seguir a ese Hijo Amado, significa también que, unidos a Él por el Bautismo, estamos llamados a vivir su estilo: el del siervo. Siendo pacientes con los que vacilan, dando ánimos y apoyando a los que se encuentran rotos.
Luchando por una justicia nueva en nuestro mundo. Bajando de nuestros rangos, despojándonos de nuestras alcurnias y troníos, haciéndonos como Él humildes, pequeños, servidores, uno de tantos, acercándonos y poniéndonos en la fila de los hombres y mujeres y a su servicio. Para ello también nosotros recibimos la fuerza del Espíritu Santo, que descendió sobre nosotros en nuestro Bautismo

Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto” nos dice la voz del cielo. Éste, y de ese modo. Pidamos hoy a Dios que nos ayude:  A reconocer a Jesús como el Mesías, Hijo de Dios como el único Salvador. Que lo reconozcamos así: como Siervo.- Y que lo sigamos siendo como Él, viviendo como Él.

 Secundino Martinez Rubio

sábado, 2 de enero de 2016

DOMINGO 2º

DE NAVIDAD (C)

Evangelio (Jn 1,1-18)

E
n el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. 
La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió. 
Surgió un hombre, enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz. 
La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios. 

Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo: «Éste es de quien dije: "El que viene detrás de mí, pasa delante de mí, porque existía antes que yo"». Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la Ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.

Reflexión
La celebración de la Navidad tiene muchas fiestas con matices propios: La Sagrada Familia, Santa María Madre de Dios, Epifanía, Bautismo del Señor. Se trata de celebrar aspectos diversos del misterio inagotable de la Encarnación del Hijo de Dios.
Hoy, domingo 2º de Navidad, no tiene un tema especial. Las lecturas nos invitan a una nueva profundización del misterio central  de la Navidad. Estos días  hemos visto  el Nacimiento de Jesús fijándonos, sobre todo, en los detalles históricos en que se desarrolló. Hoy se trata  mirar en profundidad, de contemplar en hondura, el misterio de la Encarnación y su  significado.
 Jesús es la Palabra y la Palabra es Dios: así lo afirma con solemnidad el comienzo de nuestro evangelio. “la Palabra era Dios… se hizo carne y acampó entre nosotros…
Jesús es la Palabra y la Palabra es luz y vida. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres… vino a los suyos pero no la recibieron…” No podemos leer el texto del Evangelio como algo del pasado, sino dicho para nosotros hoy.

Hoy las personas buscamos luz: Los vendavales de la vida, con sus penas y pesares, apagan la lámpara de la Fe. Muchas veces andamos desorientados y caminamos  muy deprisa, pero sin rumbo y sin meta, buscando a tientas una luz que ilumine nuestro vivir ¡y nuestro morir!

Hoy buscamos vida, porque intuimos que la vida verdadera es otra cosa distinta a “ir tirando”;  a veces oímos decir eso de: “esto no es vida”,  “esto es un sin-vivir”. Sufrimos descorazonados bajo el peso del cansancio y del desaliento. Estamos llenos de cosas, pero vacíos de vida; buscamos una vida con sentido, para no caer en una vida in-sensata.

Buscamos luz y vida. Y nos dice el Evangelio que Jesús es  VIDA y LUZ. Y que vino al mundo, pero no fue recibido. Pero a los que lo reciben les da otra vida: la de hijos de Dios.
Por  eso este Evangelio de hoy nos invita:

 A DESCUBRIR la Palabra de Dios. Descubrir a Jesús que está con nosotros, que acampa entre nosotros, en las personas, en las situaciones, en la historia, en la Comunidad, en los pobres, en la Eucaristía… Descubrir a ese Dios en nuestra historia será lo primero.

A ACOGER la Palabra de Dios, dejarla nacer en nuestro interior, en el corazón, en la vida, porque a quienes la acogen les da luz y vida, los hace hijos de Dios. Hijos, no esclavos.

A ESCUCHAR la Palabra, escuchar a Jesús. De otro modo ¿A quién iremos? ¿Qué palabras escucharemos? ¿Qué voces seguiremos? ¡Si sólo Él tiene palabras de vida eterna!

A MEDITAR la Palabra, guardarla en el corazón, hacerla vida de nuestro vivir y de nuestro morir.

A ANUNCIAR  la Palabra. Decirla, confesarla, pronunciarla entre la gente, entre los hombres y mujeres que conviven con nosotros, porque la Palabra vino para ser LUZ Y VIDA para todos, y necesita testigos que, como el Bautista, la den a conocer.

Hoy le pedimos al Señor que descubramos, acojamos, escuchemos, vivamos y anunciemos a Jesús el Señor, la Palabra que se encarnó en nuestro mundo para ser luz y vida de los hombres.
 Secundino Martínez Rubio