sábado, 28 de mayo de 2016
jueves, 26 de mayo de 2016
CORPUS CHRISTI
DÍA DE LA CARIDAD
Evangelio Lc. 9, 11-17
E
|
n aquel tiempo,
Jesús se puso a hablar a la gente del Reino de Dios, y curó a los que lo necesitaban. Caía la tarde y los Doce se le
acercaron a decirle: Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de
alrededor a buscar alojamiento y comida; porque aquí estamos en descampado. El
les contestó: Dadles vosotros de comer. Ellos replicaron: No tenemos más que
cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para todo este
gentío. (Porque eran unos cinco mil hombres). Jesús dijo a sus discípulos:
Decidles que se echen en grupos de unos cincuenta. Lo hicieron así, y todos se
echaron. El tomando los cinco panes y
los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los
partió y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y cogieron las
sobras: doce cestos.
Reflexión
El Corpus no es sólo fiesta de recuerdos, es
sobre todo fiesta de PRESENCIA.
Antes de morir, Jesús nos hizo entrega de su Cuerpo, de su presencia no
meramente simbólica, sino “real”,”verdadera” y “substancial” en la Eucaristía. Hay
otras presencias de Cristo, en la
Comunidad , en la
Palabra de Dios, en los pobres…Pero el Cuerpo de Cristo en el
sacramento de la Eucaristía
es el signo viviente y primordial de la presencia del Señor entre nosotros
y sólo alimentados por esta presencia podemos reconocerle y servirle en las
demás presencias.
El Cuerpo de Cristo alcanza su pleno sentido
cuando lo comemos. Pero, es distintivo de esta fiesta manifestarlo, mostrarlo
públicamente, sacarlo a nuestras calles en procesión como sacramento de su
presencia real entre nosotros. Exponer su Presencia para adorarla. Llevamos a Cristo, presente en la figura del
pan, por las calles de nuestra ciudad. Le encomendamos estas calles, estas
casas, estas gentes
Corpus
Christi: Día de la Caridad
La
Eucaristía, sacramento del Amor, pide de nosotros una respuesta de amor. No se
puede recibir el Cuerpo de Cristo y sentirse alejado de los pobres, los
sufrientes y excluidos, porque “ la mística del sacramento tiene un carácter
social, porque en la comunión sacramental yo quedo unido a todos los demás que
comulgan(…) la unión con
Cristo
es al mismo tiempo unión a todos los demás a los que el se entrega.” (Benedicto XVI)
Nace así, en torno al
Misterio eucarístico, el servicio de la caridad para con el prójimo…”
(BENEDICTO XVI, Exhortación Apostólica Sacramentum caritatis, n.
88). Por eso, Cáritas nace y se alimenta
en la Eucaristía. Dios que se entrega, se parte y se reparte es el fundamento
de nuestra entrega a los pobres. Nuestra Cáritas nace de ese amor entregado, de esa existencia
derramada.
Secundino Martínez Rubio
viernes, 20 de mayo de 2016
LA SANTÍSIMA TRINIDAD
EVANGELIO
Jn 16,12-15
En aquel tiempo,
dijo Jesús a sus discípulos: «Muchas cosas me quedan por deciros, pero no
podéis cargar con ellas por ahora: cuando venga él, el Espíritu de la Verdad , os guiará hasta la
verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os
comunicará lo que está por venir. El me glorificará, porque recibirá de mí lo
que os irá comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho
que tomará de lo mío y os lo anunciará.»
REFLEXIÓN
Fiesta de la Santísima Trinidad.
Misterio fundamental del mensaje cristiano. La síntesis del misterio es que
“Dios es amor” ( Jn 4,8 ) Dios es amor, vida
compartida, amistad gozosa, diálogo, entrega mutua, abrazo, comunión de
personas. Dios es familia.
El Amor califica la
relación de Dios con los hombres y con la creación. La Historia de la Salvación es la historia
de ese Amor de Dios, que nos creó por amor y que, cuando pecando nos alejamos
de su amor, no nos abandonó, y en la inmensidad de su amor envió a su Hijo al
mundo, que nos amó con el amor más grande, el que da la vida por los amigos.
Por eso, la Cruz
y la Resurrección
son la declaración más grande del amor de Dios.
El amor no sólo
califica la relación de Dios con nosotros, sino que define el misterio intimo
de su ser: Dios ES amor. Y, si es amor, no puede ser un solitario; Dios es
relación, comunidad de amor. Y así se nos ha revelado:
El Padre: eterno Amante. Que ama desde siempre. Fuente del amor. El Hijo: eterno Amado. Que acoge desde
siempre el amor: eterno agradecimiento. Hecho hombre, se une nosotros: por eso
el Padre, amándole, nos ama nosotros que estamos unidos a Él. Amados en el
Amado, capaces de recibir el Amor, que es la vida eterna de Dios. El Espíritu Santo: eterno Amor. Que
procede del amor del Padre y del Hijo. Es el vínculo, el abrazo, el beso de
amor entre el Padre y el Hijo. Aquel en el que el amor está siempre abierto a
darse, a “salir de si”: por eso le llamamos don de Dios, fuego que enciende en
nosotros la capacidad de devolver el amor con amor.
Dios
es Trinidad. Eterno encuentro de amor, que une a los Tres que son Uno. Esta
comunión trinitaria, salvando la infinita distancia que separa al cielo y la
tierra, es fuente y modelo de la comunidad humana que, sobre la individual
dignidad de sus miembros, y respetando la originalidad y diversidad de cada
uno, construye la unidad de todos; y cuanto más unidad, más respeto a la
diferencia (la unidad diversifica) y cuanto más diferentes, más enriquecimiento
de la unidad.
Santísima Trinidad. Eterna historia de amor narrada de manera admirable en
Secundino Martínez Rubio
jueves, 19 de mayo de 2016
sábado, 14 de mayo de 2016
DOMINGO DE
PENTECOSTÉS
EVANGELIO Jn 20,19-23
A
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l anochecer de aquel día, el día
primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas
cerradas por miedo a los judíos. En esto entro Jesús, se puso en medio y les dijo:
-Paz a vosotros.
Y diciendo esto, les enseñó las
manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.
Jesús repitió: -Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os
envío yo.
Y dicho esto, exhaló su aliento
sobre ellos y les dijo: -Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los
pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”.
REFLEXIÓN
Pentecostés
era una fiesta judía que se celebraba cincuenta días después de Pascua; en el
Antiguo Testamento también recibe el nombre de la fiesta de las semanas (Nm 28, 26 y Dt 16,9ss). El libro de los
Hechos de los Apóstoles dice que fue en una fiesta de Pentecostés, cuando el
Espíritu Santo desciende sobre la primitiva Iglesia, que estaba encerrada en el
Cenáculo
Al anochecer, encerrados y como miedo, así estaban los discípulos. A veces estamos en idéntica situación:
“Al anochecer” de las ilusiones y esperanzas, jaspeados de
tristeza, agazapados en la añoranza del pasado, en un crepuscular y negro
pesimismo, en la nube del desaliento, con aguaceros de lamentos. “Con las puertas
cerradas”, aislados, recluidos,
sin nada que decir, ni que esperar, sin “cartas de navegación”, huyendo de los
aires que corren en la calle, dimitiendo de vivir.
”Con miedo”, acobardados, sin
aliento.
“Entró Jesús y se puso en medio”. Es la experiencia de la resurrección. La noche se hizo
día. Las puertas se abrieron. El miedo salió temblando. Entró y les sonrió la
alegría. Los acobardados se llenan de audacia, los tristes de gozo, los
desencantados se entusiasman, los desunidos logran una profunda comunión.
Resucitan.
“Paz a vosotros”. El regalo del
Resucitado.
“Les enseñó las manos y el costado”. No es un fantasma, es el Señor, el mismo del Calvario.
Las heridas son su tarjeta de identidad. “Se llenaron de alegría” sentimiento
fundamental de la fe pascual.
"Como el Padre me ha enviado, así también os envío
yo". Enviados a llevar al
corazón del mundo la
Buena Noticia del amor de Dios. Iglesia misionera, testigos
de ese amor.
"Sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el
Espíritu Santo". A los muertos de miedo y tristeza, que han dimitido de vivir,
el Viviente les comunica el Espíritu,
Señor y dador de vida. Él es el RUIDO que despierta de tranquilidades, el IMPULSO
misionero, el VIENTO recio que empuja del Cenáculo a la calle, la LLAMA que
calienta la comunión e ilumina la misión, la FUERZA que nos capacita para
afrontar la cruz, compañera imprescindible de camino.
En este día de Pentecostés, y siempre, pedimos al Señor que venga
su Espíritu Santo, para que fortalezca
nuestra fe, para que nos haga testigos valientes de su amor en el mundo.
Secundino Martínez Rubio
sábado, 7 de mayo de 2016
DOMINGO VII PASCUA
ASCENSIÓN DEL SEÑOR
Evangelio Lc 24, 46-53
ASCENSIÓN DEL SEÑOR
Evangelio Lc 24, 46-53
“E
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n aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Así estaba escrito: el
Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre
se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos,
comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré
lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os
revistáis de la fuerza de lo alto.»
Después los sacó hacia Betania y, levantando las manos, los bendijo. Y
mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo. Ellos se
postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban
siempre en el templo bendiciendo a Dios”.
REFLEXIÓN
1.- Celebramos la Ascensión
del Señor. En el relato hay que distinguir dos cosas: el hecho en sí mismo,
que es la entrada del Señor de modo
irreversible, con su humanidad, en la gloria de Dios. Esto es lo esencial de la narración; y el modo de
describirlo que se halla condicionado por la representación cosmológica de
la época.
La Ascensión centra nuestra atención en un aspecto de la
Resurrección del Señor, su Glorificación junto al Padre. La humanidad de Jesús
adquiere su verdadera altura y dignidad junto al Padre de la gloria.
2.-La Ascensión contiene un aspecto de ausencia de Jesús que
se separa de los suyos, desaparece de la vista. Pero, el
resultado de esta separación "según la carne" no va a ser la pura y
simple ausencia. La Ascensión no es el
inicio de la ausencia, sino la inauguración de un nuevo tipo de presencia
del Señor. La Ascensión no es un
marcharse de un espacio a otro. Es una intensificación de la presencia del
Señor en nuestra realidad, sabiendo que no nos abandona ni después de
resucitado.
3.-Ya no vemos al Señor con los ojos de nuestro cuerpo, pero el Espíritu
Santo, que el Señor glorificado envía a los suyos, nos va a dar unos nuevos
ojos, los ojos de la fe, que nos permiten confesarlo como Señor presente en nuestras
vidas. Por eso los discípulos "se vuelven a Jerusalén llenos de gran
alegría".
Jesús, sentado a la derecha del Padre vive la misma vida de Dios y
ha entrado a tomar parte de su hoy
eterno que le permite estar presente de una forma nueva, con los suyos, todos
los días hasta la consumación del mundo. En la Iglesia no vivimos del recuerdo de
Jesús ausente, sino de la presencia del Señor Viviente.
4.-La Ascensión señala el final de la etapa histórica de Jesús en
el mundo, e inaugura una nueva etapa
en la que estará también presente, pero de otro modo. Somos sus testigos los
que hemos de hacerle visible. Comienza la misión
a la Iglesia. La presencia del Espíritu Santo se convierte en el inicio de
la misión encomendada a la Iglesia: Ser testigos del Señor. Iglesia misionera.
SECUNDINO MARTÍNEZ RUBIO
domingo, 1 de mayo de 2016
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