sábado, 14 de mayo de 2016


DOMINGO DE 
PENTECOSTÉS

EVANGELIO Jn 20,19-23
A
l anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. En esto entro Jesús, se puso en medio y les dijo: -Paz a vosotros.
Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: -Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.
Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: -Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”. 


REFLEXIÓN
Pentecostés era una fiesta judía que se celebraba cincuenta días después de Pascua; en el Antiguo Testamento también recibe el nombre de la fiesta de las semanas (Nm 28, 26 y Dt 16,9ss). El libro de los Hechos de los Apóstoles dice que fue en una fiesta de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo desciende sobre la primitiva Iglesia, que estaba encerrada en el Cenáculo
Al anochecer, encerrados y como miedo, así estaban los discípulos.  A veces estamos en idéntica situación:
“Al anochecer” de las ilusiones y esperanzas, jaspeados de tristeza, agazapados en la añoranza del pasado, en un crepuscular y negro pesimismo, en la nube del desaliento, con aguaceros de lamentos. “Con las puertas cerradas, aislados, recluidos, sin nada que decir, ni que esperar, sin “cartas de navegación”, huyendo de los aires que corren en la calle, dimitiendo de vivir.
”Con miedo”, acobardados, sin aliento.
“Entró Jesús y se puso en medio”. Es la experiencia de la resurrección. La noche se hizo día. Las puertas se abrieron. El miedo salió temblando. Entró y les sonrió la alegría. Los acobardados se llenan de audacia, los tristes de gozo, los desencantados se entusiasman, los desunidos logran una profunda comunión. Resucitan.
“Paz a vosotros”. El regalo del Resucitado.
 “Les enseñó las manos y el costado”. No es un fantasma, es el Señor, el mismo del Calvario. Las heridas son su tarjeta de identidad. Se llenaron de alegría sentimiento fundamental de la fe pascual.
"Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo". Enviados a llevar al corazón del mundo la Buena Noticia del amor de Dios. Iglesia misionera, testigos de ese amor.
"Sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo". A los muertos de miedo y tristeza, que han dimitido de vivir, el Viviente les comunica el Espíritu, Señor y dador de vida. Él es el RUIDO que despierta de tranquilidades, el IMPULSO misionero, el VIENTO recio que empuja del Cenáculo a la calle, la LLAMA que calienta la comunión e ilumina la misión, la FUERZA que nos capacita para afrontar la cruz, compañera imprescindible de camino.
En este día de Pentecostés, y siempre, pedimos al Señor que venga su Espíritu  Santo, para que fortalezca nuestra fe, para que nos haga testigos valientes de su amor en el mundo.
Secundino Martínez  Rubio

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