DOMINGO XXII
T.O. (B)
Evangelio Mc 7,1-8a. 14-15
E
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n aquel tiempo se acercó a Jesús un grupo de
fariseos con algunos letrados de Jerusalén y vieron que algunos discípulos
comían con manos impuras (es decir, sin lavarse las manos). (Los fariseos, como
los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos, restregando bien,
aferrándose a la tradición de sus mayores, y al volver de la plaza no comen sin
lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras
y ollas.) Según eso, los fariseos y los letrados preguntaron a Jesús: ¿Por qué
comen tus discípulos con manos impuras y no siguen tus discípulos la tradición
de los mayores? El les contestó: Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas,
como está escrito: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está
lejos de mí. El culto que me dan está
vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos. Dejáis a un lado
el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres. En otra
ocasión llamó Jesús a la gente y les dijo: Escuchad y entended todos: Nada que
entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que
hace impuro al hombre. Porque de dentro del corazón del hombre salen los malos
propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias,
injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad.
Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro.
Reflexión
La cuestión de fondo que nos plantea hoy la palabra de Dios es: cómo ha de ser la verdadera relación del hombre
con Dios.
En tiempos de Jesús el Judaísmo había impuesto un sistema de normas asfixiante. La mayor preocupación de los fariseos era el cumplimiento exacto de estas
normas. Más aún, la calidad de la relación con Dios se medía por su cumplimiento externo.
El texto del evangelio de hoy describe uno de los muchos conflictos entre los fariseos y Jesús. La
discusión versó sobre la
exigencia religiosa de purificarse con agua antes de comer. Los fariseos preguntan:
“¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen tus discípulos
la tradición de los mayores?”.
No se trataba de falta
de higiene, sino de la ausencia de Purificación
ritual que mandaba la
tradición. Se está despreciando la tradición de los mayores. Era una grave
acusación. Equivalía a decir que estaban fuera de la ley; que estaban en contra
de la voluntad de Dios, pues las normas de la tradición eran consideradas, por los
fariseos, en el mismo nivel de importancia y obligatoriedad que la palabra de
Dios. Eso era una exageración rechazada por Jesús, quien citando a Isaías
dijo:”Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición
de los hombres”.
Jesús denuncia la
religión que se reduce la relación
con Dios a cumplir prácticas
externas, sin llegar al corazón; con un texto del profeta Isaías les dice: “Bien profetizó Isaías de vosotros,
hipócritas, como está escrito: Este pueblo me honra con los labios, pero su
corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la
doctrina que enseñan son preceptos humanos. Cuando el corazón está lejos de Dios
el culto es vacío.
En el fondo de la
discusión, lo que estaba en cuestión, era la verdadera relación del hombre con
Dios. La tradición pretendía mostrar que el Dios santo exige del hombre la santidad, la limpieza del corazón y de la
conducta. Para ayudar a comprender y vivir eso, que era lo importante, se
habían establecido infinidad de normas, cuyo cumplimiento externo se llegó a
convertir en lo más importante, independientemente de la actitud interna. Eso
era y es lo grave.
Lo que une y lo que
separa de Dios. Jesús establece un
principio fundamental: la relación
con Dios es cuestión del
corazón, que representa el centro vital de la persona. Si el corazón está
ausente, si el hombre en su totalidad no se siente implicado en la relación con Dios, la simple
observancia de las tradiciones externas lo único que hacen es crear hipócritas
de cupli-miento. “Si no tengo
amor no soy nada”, que decía
San Pablo, por muchos actos de piedad o de caridad y cumplimientos que
hagamos, si el corazón no tiene amor es culto vacío.
Actualización
A la luz de esto hemos
de revisar nuestra relación
con Dios. Y hay que evitar dos
extremos: Uno, limitar la religión al cumplimiento
de unos formalismos vacíos; otro, limitar la religión al intimismo de la conciencia individual.
El cumplimiento exterior tiene su importancia. Los mandamientos del Señor son la brújula que señala el camino y muestran
los valores esenciales que deben ser tenidos en cuenta cuando tomamos
decisiones. Si nos olvidamos de los mandatos del Señor, caminaremos sin rumbo. Pero, no se puede afirmar que el cumplimiento
exterior es lo más importante, es sólo un medio, para llegar al corazón, al centro de
nuestra vida, que es lo que definitivamente importa.
La experiencia religiosa inaugurada por Jesús se inicia con un encuentro
transformador con la Palabra de Dios en la intimidad del corazón y conduce a
actuar en amor, justicia y solidaridad. Eso
es lo importante. Las normas deben ayudar a eso, pero su cumplimiento es un
medio no un fin
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Recógete. Dirígete al Señor. Repite
dentro de ti:
- Señor ¡perdóname! Perdona las ocasiones en que mi relación contigo se limita a formalismos vacíos, pero mi corazón, mi vida toda, está lejos de Ti.
- Señor Jesucristo gracias. Gracias por tu amor que me renueva y tus mandatos que me guían.
- Señor Jesús, por favor, renuévame por dentro con espíritu firme. Amén.
Secundino Martínez Rubio