miércoles, 19 de agosto de 2015

DOMINGO XXI (B)

Evangelio Jn 6,60-69

E

n aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: Este modo de hablar es inaceptable, ¿quién puede hacerle caso? Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban les dijo: ¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del Hombre subir adonde estaba antes? El espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen. Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo:-Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede. Desde entonces muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: ¿También vosotros queréis marcharos? Simón Pedro le contestó: Señor; ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos. Y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.

Reflexión

Hoy concluye el discurso del Pan de vida, del capítulo seis del Evangelio de san Juan, que hemos venido leyendo los últimos domingos. Con él se cierra la primera etapa de la vida de Jesús. La de su ministerio en Galilea. Comenzó esta etapa con un notable “éxito”. Muchos se entusiasmaron con Jesús. Pero, al final hubo una importante “crisis” reflejada en el evangelio de hoy: Muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él”.

No es lo mismo admirar a Jesús que creer en Él. La fe es un DON del Padre. Pero, al mismo tiempo, es una  DECISIÓN que hemos de hacer nosotros. La fe es una respuesta a la propuesta de Dios, que compromete toda nuestra vida.

Hoy dice el evangelio que “muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él”. ¡Se le fue la gente del “sermón”!
Mucha gente empezó criticando las palabras de Jesús sobre el comer su carne y beber su sangre y decían: “Este modo de hablar es inaceptable, ¿quién puede hacerle caso?“. En el fondo lo que no aceptaban era que Jesús vinculara la vida eterna a la fe en él, que la supeditara a la comunión de su cuerpo y de su sangre. No aceptan el misterio de Jesús, que Él mismo expresa mediante la fórmula subir adonde estaba antes. Esto es lo duro e inadmisible. No aceptan la pretensión de Jesús de ser el Mesías, el Hijo de Dios. Quien acepta a Jesús como el enviado del Padre, como el que ha venido de arriba, no tiene por qué escandalizarse por las palabras sobre la eucaristía. Para quien no lo acepta las afirmaciones eucarísticas son duras, es decir, sencillamente inadmisibles.

Pero no sólo critican a Jesús, sino que se echan atrás, abandonan:” Desde entonces muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Así que… no parece que el sermón  terminó con mucho éxito.

Le debió afectar a Jesús ¡qué duda cabe! Después de tanto ir y venir juntos, después de tanto explicar y enseñar, después de tanta admiración y de quererlo hacer rey…, a la hora de la verdad se le echan atrás y abandonan. Y, dice el Evangelio que fueron ¡muchos!, y de los discípulos. Pero, Jesús no hizo “rebajas”. No abarató el mensaje. ¡No era posible, sin traicionarlo! Y… no sé si dolido, y hasta un poco harto, les preguntó a los DOCE, al grupo de los íntimos: ¿También vosotros queréis marcharos? Es la pregunta que se nos hace hoy a quienes permanecemos en la Iglesia, a los que seguimos a Jesús en un mundo que no le sigue.

La manifestación de Pedro, en cuanto representante de los Doce, es la versión que hace el Evangelio de san Juan de lo que conocemos como “la confesión de Cesarea de Filipo” (Mc 8,27-30 y par.). Es la rotunda confesión de fe en Jesucristo: ¿A quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos. Y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios”.

Hoy, en nuestros ambientes, los creyentes no podemos ya apoyar nuestra fe en el ambiente cultural, ni en las instituciones. La fe va a depender cada vez más de la decisión personal de cada uno. Se está pasando de un cristianismo por nacimiento a un cristianismo por elección. Mucha gente en este contexto se siente sacudida por la duda y son  bastantes los que, dejándose llevar por las corrientes del momento, lo abandonan todo. Son muchos los que se alejan.

El Evangelio nos pide una decisión: Jesús como a los a los Doce nos dice: « ¿También vosotros queréis marcharos?» ¿Qué respuesta damos a Jesús? ¿Podemos responder como Pedro?¿Cuáles son las razones por las que nos hemos quedado? 

 S. Martínez Rubio

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