ASUNCIÓN DE LA
VIRGEN MARÍA
Celebramos la fiesta de la asunción de María en
cuerpo y alma. Celebramos que María, una vez culminados los días de su
existencia, fue ascendida al Cielo en cuerpo y alma, esto es, en la
integridad de su ser personal.
Así lo definió el Papa Pío XII el 1 de noviembre
de 1950, cuando dijo:
“Declaramos y definimos ser dogma
divinamente revelado que la Inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen
María, terminado el curso de su vida terrenal, fue asunta en cuerpo y alma a la
gloria del cielo”.
Y
Así lo explica el Papa San Juan Pablo II:
“El dogma de la Asunción afirma que el
cuerpo de María fue glorificado después de su muerte. En efecto, mientras para
los demás hombres la resurrección de los cuerpos tendrá lugar al fin del mundo,
para María la glorificación de su cuerpo se anticipó por singular privilegio” (Juan
Pablo II, 2-julio-97).
Hoy
celebramos que María, por Jesús, vive ya la plenitud del amor que no puede
morir nunca. Y ella es imagen de la Iglesia, es la primera creyente que ha
llegado al término hacia el cual todos queremos caminar. Por eso es un modelo
para nosotros. Ella ha vivido de la fe, como nosotros.
¿Qué supone para nosotros la asunción?
1ª. La Asunción de María es un SI al
anhelo de inmortalidad que anida en el corazón humano. Soñamos en
perpetuarnos, en conseguir una dicha completa, en beber la vida a raudales, en
liberarnos del dolor y la angustia que dificultan el camino, en encontrar, en
fin, un horizonte sin nubes, claro y total. Pues bien, la Asunción de María nos
dice que la inmortalidad no es una utopía. «Cristo resucitó --dice
Pablo en la segunda lectura de hoy-- primicia de los que han
muerto». Pues, al proclamarse el dogma de la Asunción, se nos está diciendo
lo mismo: que ella está también en «esa primicia». Y, «cuando Cristo vuelva, lo
seremos todos los cristianos»-- concluye Pablo.
2ª. La Asunción es la respuesta de luz
dada a la oscuridad de la fe. El camino de María fue incierto y
desconcertante, teñido de «noche oscura». María soportó el silencio de Dios en
Belén, en Nazaret, en la vida pública, en el Calvario.
Podemos decir de ella que «estuvo al pie de la cruz» no sólo en el Calvario,
sino toda su vida. Isabel acertó cuando le dijo: «Dichosa tú porque creíste».
3ª. La Asunción es el aplauso a la
sencillez. A veces andamos presumiendo por la vida. María, criatura
de lo pequeño, anduvo por la tierra ofreciendo a Dios su sencillez, su trabajo
humilde, su servicio escondido. Y todas las «cosas grandes» que en ella
ocurrían las agradecía como don del al Señor: «El Señor hizo en mí
maravillas porque miró la humillación de su esclava
4º La
fiesta de hoy es, sobre todo, un canto de Esperanza, un canto a la vida a
pesar de la muerte. Esta realidad por la que todos tenemos que pasar, por la
que han pasado Jesús y María, no es la última palabra: "¡Demos gracias a
Dios, que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo!". El, con su
muerte, ha vencido a la muerte y, en El, todos la venceremos si somos
imitadores de María. La Primera Creyente. La mejor Hija de nuestra raza, que ya
esta en el cielo en cuerpo y alma.
La fiesta de hoy debería contagiarnos esperanza.
La Asunción es un grito de fe en que es posible la salvación y la felicidad:
que va en serio el programa salvador de Dios. Es una respuesta a los
pesimistas, que todo lo ven negro. Es una respuesta al hombre materialista, que
no ve más que los factores económicos o sensuales: algo está presente en
nuestro mundo que trasciende nuestras fuerzas y que lleva más allá. Es la
prueba de que el destino del hombre no es la muerte, sino la vida. Y además,
que es toda la persona humana, alma y cuerpo, la que está destinada a la vida
total, subrayando también la dignidad y el futuro de nuestra corporeidad.
En María ya ha sucedido. En nosotros no sabemos
cómo y cuándo sucederá. Pero tenemos plena confianza en Dios: lo que ha hecho
en ella quiere hacerlo también en nosotros. La historia "tiene final
feliz".
Secundino Martinez Rubio
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