DOMINGO VI DE PASCUA (C)
EVANGELIO
Jn 14,13-29
E
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n aquel tiempo dijo Jesús a sus
discípulos: -El que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amara, y vendremos
a él y haremos morada en él. El que no me ama no guardará mis palabras. Y la
palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió. Os he hablado
ahora que estoy a vuestro lado; pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que
enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya
recordando todo lo que os he dicho.
La paz os dejo, mi paz os doy:
No os la doy como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se
acobarde. Me habéis oído decir: «Me voy y vuelvo a vuestro lado». Si me amarais
os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he
dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo.
NO DEJES DE VISITAR A DIOS
EN TU CORAZÓN.
Seguimos en el contexto de la Última Cena. El domingo
pasado recordábamos el mandato nuevo que nos dejó el Señor. Pero, para que
nuestro amor no sea ilusorio, Jesús pone un criterio concreto y preciso para
saber si le amamos de verdad: Guardar su
palabra. Tener su Palabra en el corazón y vivir conforme a ella. Esto
quiere decir "guardar su palabra". Cuando esto sucede, se inaugura un
modo nuevo de relación del hombre con Dios. Él quiere que lo busquemos en la
intimidad de nuestro ser, porque es ahí, donde Él quiere estar presente y donde
quiere habitar. Ahí, en nuestro interior, es donde secretamente solo mora. Ahí hemos de encontrarnos con Él.
La pena es que el corazón puede que sea el lugar que menos
visitamos. Tenemos la manía de buscar siempre lejos de nosotros, en vez de
buscar dentro de nosotros mismos. A veces nos sucede como decía San Agustín:
buscamos a Dios fuera de nosotros, sin descubrir que Él habita en lo mas intimo
de nuestro ser.
La vida del cristiano es una maravilla,
si es capaz de amar a Jesús y guardar fielmente la Palabra , porque esa vida,
a pesar de sus oscuridades y dificultades será, ni más ni menos, que la morada
de Dios, y por ello, morada de alegría, de serenidad, de paz…. Nos la asegura
el Señor: Que no tiemble vuestro corazón
ni se acobarde, sino, por el contrario, recibid la paz.
Guiados y alentados por el Espíritu, que nos hace comprender
y “guardar” las palabras de Jesús, hemos de recogernos y entrar dentro de
nosotros, no para ensimismarnos, sino para encontrarnos con Dios, que habita en
nuestro interior. Y, desde ese encuentro de amor, recomponer nuestro ser,
nuestro hacer y convivir. No dejes de peregrinar para encontrarte con Dios en
el santuario de tu corazón.
Secundino Martínez Rubio