jueves, 21 de abril de 2016


DOMINGO V DE PASCUA(C)



EVANGELIO
 (Jn 13,31-33a.34-35.)

C
uando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús: -Ahora es glorificado el Hijo del hombre y Dios es glorificado en él (si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará).

Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado. La señal por la que conocerán que sois discípulos míos, será que os amáis unos a otros.


REFLEXIÓN

         El evangelio de hoy se sitúa en la Última Cena, en un contexto de despedida; cuando se dejan los encargos de mayor valor. Las últimas voluntades. El Testamento. Pues en ese contexto nos deja el Señor: un mandato nuevo.

         El Señor está hablando a los suyos, a la comunidad, a nosotros. Nos pide que nos amemos como Él nos ha amado. En eso está lo nuevo, en el modo de ese amor. Un amor, gratuito, generoso, universal, incondicional; un amor que no nace de la pura simpatía, un amor sin límites. Nosotros ponemos muchos límites: limitamos el número de personas a amar, la duración de nuestro amor, la intensidad… El que Jesús pide es ¡Sin límites! Amar a todos, especialmente a los que menos lo merecen, que son, seguramente, los que más lo necesitan. Sin límites, sin condiciones, hasta despojarnos de todo, hasta gastarnos del todo, hasta darnos del todo, hasta la muerte. O sea, amar a todos, del todo y en todo. Amar como Jesús, que es encarnación del amor de Dios. ¡Claro está, un amor así, sólo con la fuerza del Espíritu podremos vivirlo!

         Ese amor mutuo, dice Jesús, será el signo, la señal, el distintivo por el que la gente ha de reconocernos a sus seguidores. ¿Nos conoce la gente por eso? ¿Cuál es el estilo de vida de nuestra comunidad? ¿Cómo son nuestras relaciones? ¿Nos conoce la gente por el amor mutuo, o nos conoce porque andamos divididos en líneas, tendencias, simpatías o antipatías, progresismos o integrismos…? ¿Se vive entre nuestros Grupos, Hermandades, Asociaciones, Movimientos, Congregaciones, Parroquias, etc., el calor del amor mutuo, o hace, en nuestra Iglesia, un frío que hiela el alma?


         Es para pensarlo. Es para preguntarnos si, con nuestra actitud, no estaremos contribuyendo que la gente no reconozca a la Iglesia como Sacramento de salvación. Porque, mucha gente, que nunca va acudir a nuestras reuniones, encuentros, convivencias, charlas, a nuestras misas etc., el único “evangelio” que va a leer es nuestra vida: “La señal por la que conocerán que sois discípulos míos, será que os amáis unos a otros”  nos dijo el Señor. Es para pensarlo. 

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