jueves, 26 de enero de 2017

DOMINGO IV T.O. (A)


EVANGELIO Mt 5,1-12a

En aquel tiempo, al ver Jesús al gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles:
Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.
Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.
Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán «los hijos de Dios».
Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa.  Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.

REFLEXIÓN

“Ciertamente todos nosotros queremos vivir felices” (San Agustín). Pero, cada uno busca la felicidad a su manera. No es fácil acertar a ser feliz. No es suficiente satisfacer los deseos para lograr la felicidad. Cuando uno ha conseguido lo que quería, descubre que, de nuevo, busca ser feliz. También es claro que la felicidad no se puede comprar. Con dinero sólo podemos comprar apariencias de felicidad.

En el Evangelio de este domingo Jesús nos hace su propuesta para ser felices. Es una equivocación pensar que el cristiano está llamado a vivir fastidiándose, de manera más infeliz que los otros. Ser cristiano, por el contrario, es  más feliz que nadie. “La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría” (FRANCISCO, E.G. n.1)

La sorprendente propuesta de Jesús, a nuestro deseo natural de felicidad, son las Bienaventuranzas, que constituyen el núcleo de la predicación de Jesús. Ese es el camino que el Señor nos señala para ser felices y dichosos y dice:
Dichosos los POBRES de Espíritu. Aquellos que asumen voluntariamente la pobreza, por solidaridad y por servicio a los demás, como Jesús.  Felices porque han encontrado el tesoro del Reino de Dios, que es suyo, dice el Señor.
Dichosos los que LLORAN: No sólo quienes sufren por los inevitables dolores de la condición humana, sino también y sobre todo, los que solidariamente hacen de las penas ajenas sus propias penas; Felices, dichosos, porque en los momentos de lagrimas y Getsemani, cuando pedimos “que pase de nosotros este trago de amargura”, el ángel de Dios será su consuelo.
Dichosos los HAMBRIENTOS de justicia: Los que tiene hambre y sed de la voluntad salvadora de Dios. Los que no se conforman con un mundo injusto y desigual; los que se apuntan a todas las causas nobles y comparten y luchan para que se comparta la mesa de la vida. Felices, porque quedarán saciados de sufriente pero gozosa alegría.
Dichosos los MISERICORDIOSOS: Los que ayudan al otro cuando menos lo merece, porque es cuando más lo necesita. Felices, porque eternamente cantarán la alegría de ser acogidos por la misericordia infinita de Dios su Padre.
Dichosos los LIMPIOS DE CORAZÓN: los de mirada transparente y corazón de niño; Felices, porque tendrán la inmensa alegría de ver a Dios, que otros no ven.
Dichosos los PACÍFICOS: los que en buscar la paz no descansan. Felices, porque sabrán lo que es ser hijos de Dios y vivir en su regazo.
Dichosos los PERSEGUIDOS por causa de la justicia Felices, porque expulsados de la amistad de quienes les persiguen, entrarán en el Reino de Dios, que es suyo, y esa será su recompensa grande.

El mundo llama felices a los ricos, los poderosos, los que tienen éxito, los que hacen ostentación de sus lujos y riquezas, los que tienen la vida resuelta y sin problemas. Jesús llama felices a los pobres, los sencillos, los limpios de corazón, los misericordiosos, los que trabajan por la paz. Jesús no desea el llanto y el sufrimiento, la felicidad no está en las lágrimas o en la pobreza, Él mismo pasó curando, consolando y liberando de todo dolor y esclavitud. Jesús llama felices a los que hacen una opción por la pobreza, la humildad y la sencillez de corazón, la compasión y la paz... Estos son dichosos porque toda su confianza la tiene en Dios, que es su mayor riqueza y alegría.

El de Jesús no es camino fácil pero es seguro que lleva a la felicidad. Todos buscamos ser felices. Cada uno busca por su camino. Las ofertas muchas. Pues…cada uno decidimos. Nos va mucho en elegir bien.

Secundino Martínez Rubio 


lunes, 23 de enero de 2017

ENCUENTRO DE ORACIÓN
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Miércoles 25 de enero
De 18 a 19 h


Parroquia de Altagracia


jueves, 19 de enero de 2017

DOMINGO III T.O. (A)

Evangelio Mt 4,12-23
Al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan, se retiró a Galilea. Dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, junto al lago, en el territorio de Zabulón y Neftalí. Así se cumplió lo que había dicho el profeta Isaías: «País de Zabulón y país de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló». Entonces comenzó Jesús a predicar diciendo: -Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos. [Pasando junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando el copo en el lago, pues eran pescadores. Les dijo: -Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres. Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Y, pasando adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron. Recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamando el Evangelio del Reino, curando las enfermedades y dolencias del pueblo


Reflexión

En el texto del Evangelio de este domingo se distinguen tres partes: a) la presentación del momento y escenario de la predicación de Jesús: Galilea; b) el contenido del mensaje que predica; y c) la elección de los discípulos.

MOMENTO Y ESCENARIO Jesús comienza su predicación cuando Juan Bautista ha sido encarcelado por Herodes, y comienza su actividad en  la "Galilea de los gentiles" y fijando su residencia en Cafarnaún, en tierra de paganos. No se trata sólo de un cambio de residencia, la cosa tiene su mensaje teológico. Los judíos piadosos esperaban que los acontecimientos mesiánicos ocurrieran en la religiosa Judea. Bien, pues los primeros destinatarios de la predicación de Jesús van a ser los que están más necesitados de ella, y los que aún no conocen la "luz" de la revelación, porque viven en las "sombras" del paganismo. Desde aquí llegará la salvación a todos los pueblos. En medio de las tinieblas, el pueblo va a empezar a ver «una luz grande». Entre las sombras de muerte, «empieza a brillar una luz». Eso es siempre Jesús: una luz grande que brilla en el mundo. El vino para ser LUZ para los que BUSCAN en tinieblas.

EL MENSAJE de Jesús se resume en esta frase: “Convertíos, porque está cerca el Reino de los Cielos”.

Primero convertíos. Que significa: renovaos, cambiad, dad la vuelta. La conversión incluye siempre dos aspectos que no podemos separar: uno, el arrepentimiento, que implica reconocer que somos pecadores y cambiar y otro, girarse hacia Dios, abrirse a su amor, dirigirse hacia Él.

Segunda afirmación del mensaje de Jesús: porque el reino de dios esta cerca. La llamada a la conversión no se apoya en nosotros, se basa en que Dios está cerca, es decir, se nos ofrece, es una posibilidad a nuestro alcance. Dicho de otro modo: la conversión es una respuesta a una propuesta previa: la Buena Noticia  de que Dios nos ama,  y su amor es una realidad  en Jesús.

LA ELECCIÓN DE LOS DISCÍPULOS constituye la tercera parte del texto del evangelio de hoy.

Venid y seguidme. Esta es la invitación que hay que atender. Procurar estar con Jesús. Ver lo que hace. Escuchar lo que dice y entablar con él una relación personal de amistad y seguirlo. Y, según San Mateo, lo que Jesús hace es: Recorría toda Galilea, enseñando… proclamando el Evangelio, curando las enfermedades y dolencias del pueblo.
El cristianismo es, antes que nada, seguimiento a Jesucristo. Esto significa que la fe cristiana no es sólo adhesión doctrinal, ni es sólo el cumplimiento de unos ritos cultuales, sino conducta y vida marcada por nuestra vinculación a Jesús. Creer en Jesucristo es vivir su estilo de vida, animados por su Espíritu, colaborando en su proyecto del reino de Dios y cargando con su cruz para compartir su resurrección.
Infancia Misionera

“Sígueme”, es el eslogan de la Jornada de la Infancia Misionera de este año. Una jornada dirigida fundamentalmente a concienciar a los niños  de que el Señor les llama a seguirle, y de lo importante que es la ayuda recíproca entre los niños de todo el mundo. (Cfr. Gerardo Melgar. Obispo de Ciudad Real)
 La Jornada de este año, con su lema "Sígueme", incide especialmente la práctica de la vida cristiana, siguiendo el rastro de Jesús.    
Este día, también nos dice a los adultos algo muy importante: Los niños vivirán y aprenderán vivir en cristiano siguiendo a Jesús, si nos tienen a los adultos como referente imprescindible.

Secundino Martínez Rubio



viernes, 13 de enero de 2017

DOMINGO II T.O. (A)

EVANGELIO  (Jn. 1, 29-34)
 En aquel tiempo, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó: -Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Éste es aquel de quien yo dije: «Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo». Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel. Y Juan dio testimonio diciendo: -He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: Aquél sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con Espíritu Santo. Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.

REFLEXIÓN

El Evangelio de hoy muestra el testimonio del Bautista sobre Jesús, al que presenta como el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. Esta frase la repetimos en cada Misa, pero ¿Qué significa eso de Cordero de Dios? ¿Qué quiere decir que quita el pecado del mundo?

 Cuando un judío oye lo de CORDERO DE DIOS le viene a la mente el cordero Pascual (Ex. 12) con cuya sangre los israelitas marcaron las puertas de sus casas para evitar ser víctimas del ángel exterminador en Egipto. En recuerdo de aquel Paso liberador de Dios los judíos celebran cada año la Pascua, y en ella se sacrifica el cordero pascual, sacrificio que perdona los pecados del Pueblo judío.
La Imagen puede evocar también al personaje de Isaías 53 que se ofrece a morir por el pueblo y marcha a la muerte «como un cordero llevado al matadero», sin protestar ni abrir la boca. En cualquier caso, las palabras del Bautista, sugieren una estrecha relación con Dios y con el perdón de los pecados. Juan presenta a Jesús como el único cordero de la nueva alianza, que quita el pecado del mundo, es más importante que Juan, sobre él se ha posado el espíritu, Jesús da el espíritu en un nuevo bautismo, él es el Hijo de Dios. Es el salvador que salva, no desde la magia, ni desde el poder, ni desde el prestigio y la fuerza, sino desde el servicio entregado como “cordero llevado al matadero”.   

EL PECADO es una realidad presente en el mundo. Basta mirar alrededor para ver que: En la sociedad hay explotación, pobreza, hambre, incultura, violencia, sufrimiento de muchos inocentes,  marginación de los sin voz, los abusos, corrupción, violación de los derechos humanos.  En el ámbito de la familia se vemos frialdad, falta de diálogo y entendimiento, lucha de generaciones, desamor, infidelidad, divorcio, abortos. En el plano personal nos dominan las actitudes de soberbia, avaricia, lujuria, envidia, ansia de dominio, odio, rivalidad y venganza. También en las estructuras de la Iglesia cristalizan acciones y actitudes de pecado.

El pecado está presente entre nosotros como una verdadera esclavitud, que nos agobia cuando la percibimos y que es todavía es peor cuando ni siquiera la notamos.

Una cosa no es mala porque Dios haya decidido que sea pecado. Es, exactamente, al revés. Precisamente porque es mala y nos deshumaniza, es pecado que Dios quiere quitar del mundo. El pecado nos hace daño a nosotros mismos. Nos deshumaniza, nos encierra en la mentira, nos deja en la oscuridad, rompe nuestra relación con Dios y rompe la fraternidad con los demás. El pecado nos encierra en la soledad. Y eso es lo que le “duele” a Dios.
El problema es: ¿Cómo podremos luchar con éxito contra el mal y vencerlo dentro de nosotros mismos,  en nuestra vida y en el ambiente circundante?

El Bautista nos presenta a Jesucristo como «el que quita el pecado del mundo». No anuncia un Dios controlador implacable de nuestros pecados,  sino el Dios compasivo que esta con nosotros frente al mal. Jesús ofrece la posibilidad de salir de nuestro pecado, nos ofrece su apoyo, su salvación para librarnos del mal.

Si aún no hemos descubierto a Jesús como quien quita nuestro pecado, si no hemos experimentado su liberación gozosa, su perdón que purifica nuestro pecado, que renueva nuestra vida diaria, es que tenemos que seguir aprendiendo que el es el Cordero  de Dios que quita el pecado del mundo.

Secundino Martínez Rubio


viernes, 6 de enero de 2017

FIESTA DEL BAUTISMO DE JESÚS


EVANGELIO (Mt 3,13-17)

E
n aquel tiempo, fue Jesús desde Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara.
Pero Juan intentaba disuadirlo, diciéndole: Soy yo el que necesito que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí?
Jesús le contestó: -Déjalo ahora. Está bien que cumplamos así todo lo que Dios quiere.
Entonces Juan se lo permitió. Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrió el cielo y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Y vino una voz del cielo que decía: -Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto

REFLEXIÓN

Este domingo celebramos la fiesta del Bautismo del Señor, que cierra el ciclo litúrgico de Navidad. Hemos celebrado el gran misterio del Nacimiento de Jesucristo y la fiesta del Bautismo del Señor, es como LA CONCLUSIÓN de la Navidad.

Antes de comenzar su vida pública, Jesús acudió a ser bautizado por Juan, en el río Jordán, y allí es proclamado como el “Hijo amado de Dios” y el enviado de Dios, cuyo estilo será el de siervo.

En primer lugar, el Bautismo de Jesús es la proclamación pública de su identidad. El Padre y el Espíritu se hacen presentes en el Jordán  y nos revelan que:
-        Jesús es el Hijo amado de Dios, el Ungido por el Espíritu Santo
-    Que  es la Palabra de Dios que habita ya entre nosotros.
-        Que es el Mesías esperado que ya ha llegado que está en la fila de los hombres. La esperanza se ha cumplido. Dios nos ha dado todo en su Hijo..

El Bautismo de Jesús en primer lugar es manifestación de esa gran noticia.

En segundo lugar, en el Bautismo de Jesús se nos manifiesta el modo de ser del Mesías. Su estilo no será el de la fuerza y el poderío, sino el estilo del siervo de Yahvé que había anunciado Isaías: no gritará, no clamará, no voceará por las calles, traerá una nueva justicia al mundo.
 Estará cerca de los que se sienten rotos como cañas cascadas, apoyara a los que andan vacilantes, como velas temblorosas. Su estilo será el de Siervo: servir.

ACTUALIZACIÓN
A este Hijo es al que hemos de seguir. A este Cristo es al que nosotros nos hemos unido por el Bautismo y eso significa dos cosas:

En primer lugar, para nosotros Jesús, el  Hijo, el Amado del Padre, es el que trae la salvación. Él es el único Salvador de nuestras vidas. No hay otro nombre del que podamos esperar la salvación. A Él estamos unidos por el Bautismo y somos hijos (adoptivos) de Dios en su Hijo Amado. A ese Hijo hemos  escuchar y seguir, porque en Él, como en ninguna otra parte hemos encontrado salvación, vida eterna (la vida del Eterno)

Segundo: escuchar y seguir a Jesús, el Hijo Amado, significa también que, estamos llamados, a ser anunciadores de la salvación de Dios y hemos de hacerlo con su estilo: el del siervo. Siendo pacientes con los que vacilan, dando ánimos y apoyando a los que se encuentran rotos. Luchando por una justicia nueva en nuestro mundo. Bajando de nuestros rangos, despojándonos de nuestros señoríos, haciéndonos como Él humildes, pequeños, servidores, uno de tantos, acercándonos y poniéndonos en la fila de los hombres y mujeres y a su servicio. Para ello, también nosotros recibimos la fuerza del Espíritu Santo, que descendió sobre nosotros en nuestro Bautismo.
  
 Secundino Martínez Rubio




jueves, 5 de enero de 2017


 EPIFANÍA DEL SEÑOR

Evangelio  (Mt 2,1-12)
Jesús nació en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes. Entonces, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: -¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo. Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó, y todo Jerusalén con él; convocó a los sumos pontífices y a los letrados del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: -En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta: «Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judá; pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel». Entonces Herodes llamó en secreto a los Magos, para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles: Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo. Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino.


Reflexión

Celebramos la Epifanía que significa manifestación. La fiesta  nos muestra que Dios quiere manifestarse a todos; que la salvación traída por Jesús es para todos. Los Magos de Oriente representan a todas las razas de la humanidad, para la que vino Jesucristo. No sólo para el pueblo de Israel.

El texto del evangelio nos habla de diversas actitudes ante el nacimiento de Jesús.

LOS MAGOS: Son los protagonistas del relato. No pertenecen al pueblo elegido, pero están abiertos a la llamada de Dios; saben descubrir el rastro de su presencia. No son superficiales, distraí­dos, disipados en sus quehaceres, volcados en sus posesiones. Vigilan, escuchan, buscan. Se interesan por las grandes cuestiones de la existencia, no “pasan” de lo  importante, son capaces de escuchar la voz del cielo y la del corazón. Por eso vieron la estrella.

Los Magos no están instalados. No han reducido sus horizontes a vivir lo mejor posible, a aprovecharse, a disfrutar.  Son capaces de dejar su tierra y familia, y ponerse en camino en búsqueda de lo desconocido. No están apegados o atados a cosas, lugares, personas... Son  libres y rebosantes de esperanza, capaces de dejarlo todo por seguir la llamada. Siguen la estrella a pesar de las dudas y de las pruebas del camino. La estrella a veces los dejó a oscuras y descon­certados. A veces pasa eso, que no se ve nada ni se siente nada; como si Dios se esfumara y nos abandonara por completo en la noche oscura. Los magos siguieron firmes en la búsqueda a pesar de todo, y pusieron to-­dos los medios a su alcance para superar la prueba.
 Los Magos vieron al niño. Buscaban a un rey y se encuentran con un niño pobre. Sólo desde la humildad se puede reconocer al Mesías en un niño de pueblo. La humildad nos dispone siempre para descu­brir todas las humildes manifestaciones de Dios.
Los Magos tiraron por otro camino a la vuelta. Tienen capacidad de renovación y cambio. Dios cambia siempre nuestros planes. Hay que confiar en los planes de Dios, aunque no se entienda nada. Pero es quela salvación es cosa suya, no es cosa nuestra, y él lo hace a su modo, no al nuestro. Creer es saber aceptar el «otro camino». Estar siempre disponibles,  humildes y confiados.

Otros protagonistas del Evangelio de hoy  son «LOS SUMOS SACERDOTES Y LOS ESCRIBAS DEL PUEBLO». La llegada de los Magos a Jerusalén provoca el sobresalto general. Herodes  reúne   a los Sumos sacerdotes y escribas. Son los guardianes de la religión. Representan a Dios, pero su seguridad religiosa no les permite ver al Dios de lo imprevisible. Conocen el lugar donde nacerá el Mesías, pero les trae sin cuidado. Ellos ya tienen su religión. Nunca reconocerán a Jesús.

EL REY HERODES, es otro protagonista del Evangelio de hoy. Un cruel tirano que solo ve en Jesús una amenaza para su poder y hará todo lo posible para eliminarlo.

Creo que no deberíamos reducir  a los Magos de Oriente a los simples Reyes de los regalos y de la ilusión de los niños. Quizás deberíamos imitar sus actitudes. Ellos son figura de todos los hombres y mujeres de la historia que buscan respuestas los interrogantes que la vida nos suscita. Los Magos no encontraron la respuesta a esos interrogantes en el poder Herodes, ni en la seguridad del Templo, sino allí donde menos esperaban: en un niño pobre y humilde, en un pesebre, en un niño pobre que no ha encontrado un techo para venir al mundo, uno de los que no cuentan. A este Dios, escondido en la debilidad humana, no lo encuentran los que viven instalados en el poderío y la soberbia, o encerrados en la seguridad religiosa. Se  revela a quienes, guiados por pequeñas luces, buscan incansablemente en la ternura y la pobreza de la vida.

 Ver la estrella y seguirla, abandonarlo todo y compartir, superar las dudas y buscar, capacidad de cambio y renovación, descubrir a Dios en la debilidad y la ternura. Estas son las actitudes que hemos de aprender de los Magos de Oriente.


Secundino Martínez Rubio