viernes, 10 de marzo de 2017

DOMINGO II DE CUARESMA


EVANGELIO  Mt 17,1-9
 En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos y su rostro resplandecía como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro entonces tomó la palabra y dijo a Jesús: -Señor, ¡qué hermoso es estar aquí! Si quieres, haré tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: -Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadle. Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y tocándolos les dijo: -Levantaos, no temáis. Al alzar los ojos no vieron a nadie más que a Jesús, solo. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: -No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.

REFLEXIÓN
El evangelio presenta la Transfiguración del Señor. En un contexto de oración, con Pedro, Santiago y Juan, el Señor  se transfiguró. Es decir, se mostró la gloria plena de Jesús, el enviado del Padre. Los discípulos pudieron acceder a una visión más profunda de lo que significaba aquél Jesús humilde que les acompañaba "como uno de tantos".

Jesús y los discípulos, están pasando momentos difíciles. El Señor anuncia su muerte y los discípulos, desconcertados, se resisten a aceptarlo. No acaban de entender qué tipo de Mesías  es Jesús. Son  momentos de miedo, de duda, de tensión. Y, en estos momentos, acontece la Transfiguración, que es la confirmación de la identidad y de la misión de Jesús y constituye un apoyo de ilusión y de moral; la confirmación, por Dios Padre, de que Jesús es su Hijo amado y de que su misión pasa por la entrega de su propia persona. La transfiguración manifiesta el destino glorioso de Jesús, que fortalece la fe de sus discípulos, pero manifiesta que el camino que conduce a ese destino de gloria, es el camino de entrega. Destino de gloria y camino de entrega no se pueden separar.

Pedro se fija solamente en el destino de gloria. Pretende llegar al destino glorioso sin recorrer el camino de entrega. Pretende hacer “tres tiendas”  y quedarse en la gloría, sin recorrer el camino de entrega. Pedro, igual que nosotros, hemos de comprender mejor, y por eso la voz del cielo recomienda escuchar a Jesús: Escucharle en el monte Tabor donde se transfigura y se manifiesta su destino de gloria, y escucharle en el monte de los Olivos donde asume su camino de entrega que culmina en el monte Calvario.

Los mismos Apóstoles (Pedro, Santiago y Juan) que hoy quieren quedarse en el Tabor, monte de la gloria, son los que le dejan solo en el monte de los Olivos y en el Calvario, montes de la entrega.

También NOSOTROS, en nuestra vida cristiana, pasamos a menudo por momentos de desaliento, de dudas, de cansancio. Nos cuesta  seguir a  Jesús porque vemos que, además de ser difícil, nos complica mucho la vida, nos pide la vida misma, la entrega no de cosas, sino de nuestra persona.

-Necesitamos ponernos en contexto de oración, donde se produce esa "transfiguración". No dispersarnos en los quehaceres, no vivir volcados en las posesiones, no diluirnos en las funciones que ejercemos.
Esta Cuaresma hay que iniciar el camino de la conversión:"Sal de tu tierra”, de tus afanes, de la agitación. Haz silencio y camina hacia tu interior, recógete y ábrete a la Presencia que habita “de tu alma en el más profundo centro”.
Escucha al Hijo amado, no para saber más de él, para satisfacer la curiosidad, sino para seguirle. Confíate a su amor. El te mostrará su gloria, refirmará tu camino, fundamentará tu vida y tu muerte. Pero, hay que estar alerta ante el peligro de quedarnos extasiados y querer disfrutar el destino glorioso ahorrándonos el camino de entrega.

 Recuperados por el recogimiento en nuestro interior, donde escuchamos al Hijo amado, hemos de volver a la realidad, al mundo, a la historia, a la vida, pero ahora contemplada de modo nuevo, llena de sentido, salvada, transfigurada.

Secundino Martínez Rubio


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