jueves, 23 de marzo de 2017

DOMINGO IV DE CUARESMA


EVANGELIO Jn 9,1-41

E
n aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. (…)Escupió en la tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego, y le dijo: -Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado). El fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: No es ése el que se sentaba a pedir? Unos decían: El mismo. Otros decían: No es él, pero se le parece. El respondía: Soy yo. Y le preguntaban: -¿Y cómo se te han abierto los ojos? El contestó: Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé, y empecé a ver. Le preguntaron: ¿Dónde está él? Contestó: No sé.] Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. (Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos.) También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista. El les contestó: Me puso barro en los ojos, me lavé y veo. Algunos de los fariseos comentaban: Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado. Otros replicaban: ¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos? Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos? El contestó: Que es un profeta. Le replicaron: Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros? Y lo expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: ¿Crees tú en el Hijo del hombre? El contestó: ¿Y quién es, Señor, para que crea en él? Jesús le dijo: Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es.

REFLEXIÓN

El Evangelio presenta el relato de la curación de un ciego, en donde se contrapone hombre ciego que llega a la luz física y espiritual de la fe, mientras que los que creían ver, se hundieron en las tinieblas más profundas.
El proceso del ciego de nacimiento es una progresiva iluminación que fue recibiendo en lo relativo a la fe. Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Fue Jesús el que vio al ciego y, compadecido, quiso curarle. El nos ama siempre primero, gratuitamente.

Para curar al ciego Jesús utiliza una serie de mediaciones: la saliva, el barro, la necesidad de lavarse en la piscina de Siloé (que significa 'Enviado').  La luz de la fe es un don, un regalo, pero necesita de nuestra colaboración. El ciego colaboró y tuvo la luz de sus ojos y de la fe.

Diversas  reacciones ante la luz de Cristo

Los vecinos: La gente como siempre anda dividida. Unos, al ver al ciego que ve, dicen que es él; otros, en cambio, dicen que no es pero se le parece. La gente discute y se entretiene, pero no pasa de la curiosidad. Así no se llega a la Luz.

Los fariseos: Se resisten a la verdad, a la luz. Se pierden en discusiones. Unos no creen lo que dice el ciego, otros niegan el hecho... Todos coinciden en rechazar la evidencia, porque no cabe en su razón. Son ciegos, no quieren ver la Luz. Cristo, no los pudo curar, porque no creían necesitar la luz, y, en vez de aceptarla, se oponen a ella. Se refugian en sus tradiciones para no aceptar la novedad que trae Jesús. Qué difícil es que vean los que no quieren ver, los ciegos que presumen de ver, los que aman mucho más su prestigio y sus tradiciones que la luz nueva que trae Cristo.

Los padres del ciego: Se desentienden del asunto por miedo a los fariseos. No quieren líos. Que se lo pregunten al ciego, que ya es mayorcito. Ven la vida nueva de su hijo y participan de su alegría. Pero, se sienten incapaces de asumir el riesgo que entrañaría el declararse a favor de Jesús. No quieren meterse en líos, complicarse, el miedo a las consecuencias de sus actos impiden a muchos cristianos llegar a la fe verdadera, a la luz que es Cristo. ¿La consecuencia? Pues… andar sin luz, a oscuras.

El ciego: El vive el proceso de crecimiento de su fe en Jesús. Cuando se identifica ante los conocidos como el ciego que pedía limosna, únicamente puede decir que le dio la vista "ese hombre que se llama Jesús".Después, en el primer interrogatorio ante los fariseos, reconoce a Jesús como "un profeta", y cuando, en el siguiente interrogatorio pretenden acorralarlo afirma claramente que Jesús le ha abierto los ojos y que "si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder". Su fe llega a la última etapa cuando es el propio Jesús quien le sale al encuentro preguntándole si cree en el Hijo del hombre. La respuesta no puede ser más clara: "Creo, Señor. Y se postró ante él". Ha recorrido el proceso de la fe. Ha salido de la oscuridad. Ha llegado a la LUZ

Y esto: ¿Qué nos dice a nosotros?

Todos necesitamos ver. Quién más quién menos, estamos en una situación de penumbra o de oscuridad: dudas, soledad, desorientación, búsqueda, confusión de ideas. Pero esto, más que un pecado, es una situación y una carencia. La respuesta de Dios, a esa situación, es su Hijo. Jesús es la Luz que disipa la oscuridad, vence a la muerte, orienta y guía, comunica la verdad, conduce a la salvación y la alegría. Pero no sólo es Luz, sino también "juicio", o signo de contradicción. El ciego, que es tenido por pecador, llega progresivamente a la luz y cree en Cristo. Los fariseos, los que se creían "los justos", se van encerrando en sí mismos y en su oscuridad, en su pecado, y no aceptan a Cristo. Este es el pecado del mundo: que las tinieblas no reciben la luz. Pecado  es resistirse a la luz, no querer ver, estar contra la luz.  Ahí está el "juicio" y la división: los que no ven, llegan a ver; los que creen ver, son ciegos.
 
La luz de nuestro bautismo. En nosotros se ha encendido la luz de Cristo. En el bautismo nuestros padres y padrinos encendieron, por nosotros, una vela, una llama que era signo de la luz de Jesucristo resucitado, mientras les decían: “recibid la luz de Cristo”. En la Vigila Pascual lo renovaremos. ¿Es esa la luz que ilumina nuestro vivir y nuestro morir?

 Misioneros de la luz, iluminadores de los demás: Como el ciego dio testimonio de su fe en Cristo, a pesar de que le costó la expulsión de la sinagoga, hemos de ser TESTIGOS DE LA LUZ  frente a toda la oscuridad que hay nuestro alrededor.
Secundino Martínez Rubio




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