viernes, 20 de octubre de 2017


DOMINGO XIXX T.O. (a)

Evangelio ( Mt 22,15-21)

En aquel tiempo, los fariseos se retiraron y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta. Le enviaron unos discípulos, con unos partidarios de Herodes, y le dijeron: Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no te fijas en las apariencias. Dinos, pues, qué opinas: ¿es lícito pagar impuesto al César o no?

Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús: ¡Hipócritas!, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto. Le presentaron un denario. El les preguntó: ¿De quién son esta cara y esta inscripción? Le respondieron: Del César. Entonces les replicó: Pues pagadle al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios.

Reflexión

Jesús ha puesto en evidencia la actitud de rechazo al Reino de Dios de los representantes de Israel, con las parábolas de los domingos anteriores. La polémica ha ido creciendo y estarían indignados. En este contexto se sitúa el Evangelio de hoy.

Jesús ha venido hablando de la conversión al Reino de Dios y de la necesidad de que esa conversión se manifieste en frutos. Ellos pretenden escapar de las exigencias de Dios que Jesús planteaba y  buscan el modo  de comprometer y desprestigiar a Jesús para ello los fariseos le mandan a sus discípulos, junto con algunos herodianos, para comprometerlo con una pregunta  que se sitúa en el terreno de la política: ¿es lícito pagar impuesto al César o no?

La trampa es evidente: si decía que no había que pagar el impuesto al César, se declaraba en contra de Roma, y por lo tanto lo podían acusar de subversivo. Si contestaba que sí había que pagar el impuesto podían acusarlo de ser contrario al judaísmo, porque se ponía en contra del sentir religioso del pueblo, que estaba convencido de que el único señor era Dios y no aceptaban la soberanía de Roma. Por tanto, era  una pregunta trampa, para comprometerlo.

La respuesta los desconcertó, porque escapó del cerco que le habían tendido y situó el problema en un nivel más profundo. Ellos habían comenzado la pregunta adulando: “Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no te fijas en las apariencias”. Jesús comienza la respuesta diciéndole a las claras su mala intención: ¡Hipócritas!, ¿por qué me tentáis?

La respuesta de Jesús es: “Pagad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”; Le han preguntado por un tema: el César y sus impuestos. Contesta con dos temas: el César por un lado y Dios por otro.
Jesús introduce un elemento nuevo que no estaba presente en la pregunta que le hicieron y añade el “dad a Dios lo que es de Dios”. Para Jesús, Dios y la causa del Reino de Dios son el único absoluto.
Todas las otras realidades humanas no son negadas, se les reconoce su valor, pero no constituyen nunca un absoluto, no pueden ocupar el primer plano en la escala de valores para el seguidor de Jesús.

 Lo que Jesús contesta equivale a decir: a Dios le interesan otras cosas más importantes, y ésas no se las quieren dar. Vosotros os preocupáis por un problema secundario “el tributo al Cesar” y pasáis por alto la obligación principal: dar vuestra vida a Dios, amadle sobre todas las cosas.

Con frecuencia se desplaza el verdadero centro de gravedad de la cuestión religiosa “yéndose por las ramas”. Los interlocutores de Jesús querían escaparse de las exigencias de Dios, que Jesús les predicaba. Salir de ellas, trasladando el problema al terreno político, para comprometer a Jesús, lo cual fue calificado por Jesús de “hipocresía”. Jesús los deja al descubierto y pone de manifiesto aquella hipocresía: presentan un problema bien distinto a aquel en el que están pensando. Dicen buscar “el camino de Dios” cuando, en realidad, rechazan el único camino de Dios: Cristo con su evangelio. Que no nos pase lo mismo, Señor.

DOMINGO MUNDIAL


Este domingo dirige nuestra mirada a los países de misión, a las Iglesias del tercer mundo, a la labor de miles y miles de misioneros, muchos de ellos españoles, que en tierras lejanas, están anunciando el mensaje de Jesús y colaborando en el progreso y en el desarrollo de esos pueblos. Es esta una jornada para el recuerdo, para la plegaria, para el compromiso, para la colaboración porque la realidad misionera de la Iglesia es algo que nos afecta, porque los misioneros son “nuestros misioneros”, porque el anuncio del evangelio es también cosa nuestra.

   
Secundino Martínez Rubio

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