sábado, 7 de octubre de 2017


DOMINGO 
XXVII T.O. (A)

Evangelio Mt 21, 33-43



  
E
n aquel tiempo dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los senadores del pueblo: Escuchad otra parábola. Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje. Llegado el tiempo de la vendimia, envió sus criados a los labradores para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon. Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último, les mandó a su hijo diciéndose: «Tendrán respeto a mi hijo». Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron: «Este es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia». Y, agarrándolo, lo empujaron, fuera de la viña y lo mataron. Y ahora, cuando vuelva el dueño, de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores? Le contestaron: Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores que le entreguen los frutos a sus tiempos. Y Jesús les dice: ¿No habéis leído nunca en la Escritura: «La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente»? Por eso os digo que se os quitará a vosotros el Reino de los cielos y se dará a un pueblo que produzca sus frutos.

Reflexión

El poema de Isaías de la 1ª Lectura y la parábola de Jesús del Evangelio , ponen de relieve el cariño de Dios por su viña, por el pueblo elegido, por nosotros. En ambos casos se subraya que el hombre ha recibido mucho de Dios y debe corresponder, no con palabras sino con hechos, con frutos.

La primera lectura, del profeta Isaías, se conoce como el “canto a la viña”. Dios es un viñador que ha dedicado  su tiempo y trabajo a su viña, que es el pueblo de Israel. Un pueblo que, a pesar de los cuidados del amor de Dios, no ha dado fruto. Las palabras que el profeta pone en boca de Dios hablan de decepción, de tristeza, de profunda amargura. Son lamentos del amor herido, de un Dios viñador que no ha recibido de su viña más que frutos de injusticias e infidelidad. Dios había manifestado un amor especial al pueblo y el pueblo había respondido con asesinatos, con injusticias.

En El Evangelio hemos leído la segunda de las tres parábolas que Jesús , en la polémica sobre su autoridad,   dedicó  a la incredulidad del pueblo de Israel en general, encabezado por los dirigentes religiosos.

 También Jesús habla de una viña, de unos viñadores. Jesús no se expresa en el tono poético de Isaías, que canta las tristezas de un amor herido por la desilusión, sino el rechazo al plan amoroso de Dios. Un propietario, dice Jesús: plantó... rodeó... cavó... construyó... y arrendó su viña a unos labradores. Llegado el tiempo de la vendimia, envía mensajeros a percibir los frutos que le corresponden. Pero no lo consigue. El dueño envía, entonces, a su propio hijo, que es asesinado por los viñadores. El dueño, por eso, traspasará  la viña a otros viñadores que produzcan  frutos.

El relato contiene una serie de rasgos que trasladan las imágenes o metáforas del terreno figurado al plano real: La viña es Israel; el dueño, Dios; los arrendatarios son los dirigentes del pueblo judío; los mensajeros, los profetas y otros mensajeros de Dios; el hijo muerto, Jesucristo; y la entrega a otros viñadores, la admisión de los pueblos paganos al Reino de Dios.

Nosotros somos hoy el pueblo elegido, la Iglesia. Dios ama y cuida a su viña. Nos ama con amor entrañable.:"Con amor generoso desbordas los méritos y deseos de los que te suplican" (oración colecta). Y  Dios espera frutos. El poema de Isaías y la parábola de Jesús ponen de relieve la importancia de producir frutos. Hay que tener cuidado, ahora que planificamos y programamos la acción pastoral. El Evangelio siempre habla de frutos. Mucha gente solo habla de resultados!!! Y no es lo mismo Determinadas acciones pastorales, con un poco de dinero y un buen marketing, tienen llamativos resultados. Pero ¿frutos?

El Señor espera frutos de santidad, frutos de amor y de justicia. Espera hechos, no palabras. ¿Estoy entregándole a Dios esos frutos? ¿Estamos respondiendo, como debiéramos, con obras y de verdad, al amor entrañable del Padre Dios?

Secundino Martínez Rubio











No hay comentarios:

Publicar un comentario