viernes, 2 de marzo de 2018


DOMINGO III CUARESMA (B)


EVANGELIO  Jn 2,13-25 


 En aquel tiempo se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: -Quitad esto de aquí: no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre. Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora». Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron. ¿Qué signos nos muestras para obrar así? Jesús contestó: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré. Los judíos replicaron: Cuarenta y seis anos ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días? Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús. Mientras estaba en Jerusalén por las fiestas de Pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo los signos que hacía, pero Jesús no se confiaba con ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba el testimonio de nadie sobre un hombre, porque él sabía lo que hay dentro de cada hombre.

REFLEXIÓN

El texto evangélico nos presenta a Jesús airado, enfadado y hasta violento con aquellas personas que habían convertido el templo de Dios  en un mercado y la religión en un negocio.

El Templo era la institución más significativa de Israel, llamado a ser el lugar de encuentro con Dios, casa de oración,  y Jesús lo encuentra convertido en mercado, donde reina el afán de dinero y el comercio interesado. Jesús no encuentra a buscadores de Dios sino  mercaderes y negociantes y, “haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo”. No se trata solamente de limpiar el Templo sino sustituir la realidad e idea del mismo templo. Los traficantes  no son solo los que comerciaban en el atrio, sino todos los que usan la religión con afán mercantil y egoísta. Aquí no se mercadea, viene a decir Jesús. Dios no se compra, ni se vende.

Jesús inaugura algo totalmente nuevo:

En primer lugar una nueva imagen de Dios. Frente al Dios de la ley que rechaza a los paganos, a los pecadores e impuros y bendice al pueblo elegido, a los cumplidores, Jesús anuncia al Dios de la compasión, que tiene entrañas de misericordia y acoge a todos, porque no mira nuestros meritos, sino nuestras necesidades. Esto era una revolución, rompía todos los esquemas religiosos. Lo más importante no era lo que yo le doy a Dios, sino lo que Él me da. Y el me da siempre su amor misericordioso.

Un nuevo Templo. Jesús se presenta como  el nuevo y verdadero templo, lugar de encuentro del hombre y Dios, lugar de encuentro de lo divino y lo humano. Verdadera morada de Dios entre los hombres. «Destruid este templo y en tres días lo levantaré... Pero el templo del que él hablaba era su cuerpo».

Son importantes los Templos, el altar, las ofrendas y ritos, pero no valen por sí solos para rendir culto a Dios. Lo que verdaderamente tiene importancia son las personas que acuden a ellos y el estilo o el espíritu con el que lo hacen. Si en la vida diaria no hemos encontrado a Jesucristo  en cada persona, que es templo suyo, no lo encontraremos en un templo por muy magnífico, ornamental y espléndido que allí sea su culto. Porque como decía Jesús a la Samaritana "ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis a Dios. Se acerca la hora, ya está aquí, en la que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y en verdad"(Jn 4,23)

Un nuevo culto: El culto no es cosa de ritos vacíos, sino de amor misericordioso y vida entregada. Lo dijo el mismo Jesús citando al profeta Oseas: “misericordia quiero y no sacrificios” (Mt 9, 13).

¿Vivimos nosotros esa novedad de Jesús?
·       ¿La imagen que tengo de Dios es la de la misericordia entrañable?
·        ¿Es Jesús mi nuevo templo?
· ¿He convertido mi relación con Dios en un mercantilismo espiritual?
·    ¿Me limito a ofrecerle a Dios sacrificios, que no quiere, o le ofrezco un corazón misericordioso, que es lo que espera?

S.M.R.

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