EVANGELIO Jn 2,13-25
REFLEXIÓN
El texto evangélico
nos presenta a Jesús airado, enfadado y hasta violento con aquellas personas
que habían convertido el templo de Dios
en un mercado y la religión en un negocio.
El Templo era la institución más significativa de
Israel, llamado a ser el lugar de encuentro con Dios, casa de oración, y Jesús lo encuentra convertido en mercado, donde reina el afán de
dinero y el comercio interesado. Jesús no encuentra a buscadores de Dios
sino mercaderes y negociantes y, “haciendo un azote de cordeles, los echó a
todos del templo”. No se trata solamente de limpiar el Templo sino sustituir
la realidad e idea del mismo templo. Los traficantes no son solo los que comerciaban en el atrio,
sino todos los que usan la religión con afán mercantil
y egoísta. Aquí no se mercadea, viene a decir Jesús. Dios no se compra, ni se
vende.
Jesús inaugura algo totalmente nuevo:
En primer lugar una nueva imagen de Dios. Frente al Dios de la ley que rechaza a los
paganos, a los pecadores e impuros y bendice al pueblo elegido, a los
cumplidores, Jesús anuncia al Dios de la compasión, que tiene entrañas de
misericordia y acoge a todos, porque no mira nuestros meritos, sino nuestras
necesidades. Esto era una revolución, rompía todos los esquemas religiosos. Lo
más importante no era lo que yo le doy a Dios, sino lo que Él me da. Y el me da
siempre su amor misericordioso.
Un nuevo Templo. Jesús se presenta como el nuevo y verdadero templo, lugar de encuentro
del hombre y Dios, lugar de encuentro de lo divino y lo humano. Verdadera
morada de Dios entre los hombres. «Destruid este templo y en tres días lo
levantaré... Pero el templo del que él hablaba era su cuerpo».
Son
importantes los Templos, el altar, las ofrendas y ritos, pero no valen por sí
solos para rendir culto a Dios. Lo que verdaderamente tiene importancia son las
personas que acuden a ellos y el estilo o el espíritu con el que lo hacen. Si
en la vida diaria no hemos encontrado a Jesucristo en cada persona, que es templo suyo, no lo
encontraremos en un templo por muy magnífico, ornamental y espléndido que allí sea
su culto. Porque como decía Jesús a la Samaritana "ni
en este monte ni en Jerusalén adoraréis a Dios. Se acerca la hora, ya está
aquí, en la que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en
espíritu y en verdad"(Jn 4,23)
Un nuevo culto: El culto no es cosa
de ritos vacíos, sino de amor misericordioso y vida entregada. Lo dijo el mismo
Jesús citando al profeta Oseas: “misericordia
quiero y no sacrificios” (Mt 9, 13).
¿Vivimos nosotros esa novedad de Jesús?
· ¿La imagen que tengo de Dios es la de la misericordia
entrañable?
·
¿Es Jesús mi nuevo templo?
· ¿He convertido mi relación con Dios en un mercantilismo
espiritual?
· ¿Me limito a ofrecerle a Dios sacrificios, que no quiere,
o le ofrezco un corazón misericordioso, que es lo que espera?
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