jueves, 24 de septiembre de 2015

DOMINGO XXVI T.O. (B)


Evangelio Mc 9, 38‑43. 45. 47‑48


E
n aquel tiempo, dijo Juan a Jesús: «Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros». Jesús respondió: «No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro. Y, además, el que os dé a beber un vaso de agua, porque seguís al Mesías, os aseguro que no se quedará sin recompensa. El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar. Si tu mano te hace caer, córtatela: más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos al infierno, al fuego que no se apaga. Y, si tu pie te hace caer, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida, que ser echado con los dos pies al infierno. Y, si tu ojo te hace caer, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el Reino de Dios que ser echado con los dos ojos al infierno, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga.

Reflexión
El Evangelio de hoy se abre con un diálogo entre Juan y Jesús. El asunto era que alguien, que no pertenece al grupo de los discípulos, expulsa demonios en nombre de Jesús; Los discípulos se lo quieren impedir.

Algo similar dice  la primera lectura, del libro de los Números, dos hombres,  que no son del grupo de los setenta ancianos, profetizan; Josué pide que se les prohíba hablar.

En ambas situaciones los seguidores de Moisés y los de Jesús  se oponen a que alguien, que no pertenece al grupo, ejerza carismas o dones especiales.

Moisés y Jesús coinciden en su rechazar este tipo de actitudes excluyentes, intolerantes y reconocen que la acción de Dios también se manifiesta en esas personas de fuera.

Jesús enseña que lo importante es hacer el bien, al margen de pertenencias. Ser personas tolerantes e inclusivas nos acerca al estilo de Jesús.

El argumento de Jesús tiene dos partes: El primero basado en el sentido común: “No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro”.

En el segundo la respuesta Jesús cambia la argumentación y el tono pasa a ser un tono grave y amenazante, porque lo que esta en juego es la fe de los pequeños que creen. El escándalo de los pequeños.

Escandalizar es ser “piedra de tropiezo”. Ser ocasión de que alguien se aleje  de Dios, por nuestra forma de actuar o de hablar.  Debe ser evitado como el mal más grave que pudiera sucedernos. En su comparación pasan a un segundo plano las cosas más queridas: la mano, el pie, el ojo, incluso la vida misma. La razón está en que el escándalo se convierte en la causa u ocasión para elegir lo que es contrario a Dios y a la Vida: infierno (la Gehenna).( La Gehenna era un valle cercano a Jerusalén, donde se echaba la basura de la ciudad: siempre había un fuego encendido para quemar la basura y evitar plagas. Es un símbolo muy elocuente de una vida al margen de Dios).

Actualización

Hoy la Palabra de Dios nos alerta sobre algo muy actual. ¡Cuantas veces rechazamos a gente que hace el bien "porque no es de los nuestros"!  A veces, en la Iglesia, nos creernos con la exclusiva del bien, de la verdad, de la justicia, de la salvación,  y somos propensos a excluir a las gente o porque no pertenecen a la Iglesia, o porque siendo de ella, no son de “los míos”.

El Espíritu sopla donde quiere, dice el Señor (cf Jn 3,7). Y, a veces, nosotros nos empeñamos en que sople solamente en nuestros recintos eclesiales. O en los de mi grupo, los de mi línea, los de mi tendencia…

Frente a la mentalidad exclusivista, que lleva a rechazar o a desacreditar formas distintas de actuar a las que uno sostiene, Jesús nos recuerda hoy la apertura de espíritu, el corazón católico, universal, que ni ignora las diferencias, ni confunde la unidad con la uniformidad. ” ¡Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el espíritu del Señor!”, contesta Moisés a Josué (1ª Lectura). Y Jesús a los suyos, cuando quisieron prohibirle a uno su actuación porque “no es de los nuestros”, les dijo: “No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede hablar mal de mí”.

Por eso, no es bueno vivir recelosos, condenando posiciones o iniciativas que no se ajustan a nuestros deseos y modos. No es muy propio de la Iglesia de Jesús estar siempre viendo enemigos por todas partes. Jesús nos invita, más bien, a alegrarnos de todo lo que gentes e instituciones ajenas a la Iglesia pueden estar haciendo por un desarrollo más humano de la vida. Son de los nuestros porque luchan por la misma causa: la persona y su dignidad.

Y tampoco hemos de estar recelosos y condenando posiciones con los de casa, dividiendo la comunidad entre los nuestros, los de mi grupo, de mi línea, de mi tendencia, de mi estilo… y los “equivocados” de los demás. ¡Porque escandalizamos a “los pequeñuelos que creen”!

Secundino Martinez Rubio

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