viernes, 18 de septiembre de 2015

DOMINGO XXV T.O. (B)


Evangelio Mc 9,29-36

En aquel tiempo instruía Jesús a sus discípulos. Les decía: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará.

Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle. Llegaron a Cafarnaúm, y, una vez en casa, les preguntó: ¿De qué discutíais por el camino?

Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: -Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos. Y acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado.


Reflexión
Segunda predicción de la pasión.

El evangelio de hoy presenta el segundo anuncio de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. Como Pedro, en el primer anuncio, los discípulos no entienden o no quieren entender, siguen  con miedo y con  pretensiones de grandeza y éxito. Jesús les instruye con un niño, cuya figura acentúa lo pequeño e insignificante, para mostrar que las actitudes de humildad y servicio y acogida al pequeño y desvalido son las señas de identidad  del verdadero discípulo suyo.

Jesús anuncia su Pasión muerte y Resurrección, pero los discípulos no entienden las palabras de Jesús porque están en contradicción con lo que ellos imaginaban. Ellos se imaginaban que el Mesías, el enviado de Dios, tomaría el camino de la fuerza, del poder, del prestigio, para solucionar todo lo que andaba mal en el mundo; y Jesús les habla del camino del servicio, de la entrega, de la cruz, de morir.

Aquello no tenía sentido; era ilógico, incomprensible. Un Jesús que ha optado por un mesianismo de servicio, que tiene como única arma el amor, que se deja matar, no es lo que ellos esperan, no les convence. Ellos luchan por el poder, el prestigio, el sobresalir... y ni entienden el camino que Jesús propone, ni se atreven a preguntarle.

Mientras Jesús les habla de servicio a los demás hasta el sacrificio, ellos están enzarzados en una discusión sobre quién ocupará el primer puesto en el Reino, soñaban con el éxito, con el triunfo, con hacer carrera, y disputaban entre sí quién sería el más importante. Nada nuevo, seres humanos de carne y hueso, con las ambiciones y celos que se presentan en todos los grupos.

Jesús no les reprende por la pretensión de ocupar los primeros puestos. Simplemente ofrece un criterio y traza un camino: “Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos La condición ineludible para ser grande, el primero, en el reino de Dios, está en hacerse servidor de los demás.
  
Esto significa la condenación de la ambición humana en cuanto principio de grandeza; Es exactamente lo contrario a la inclinación natural del hombre: que los demás se pongan a nuestro servicio y cumplan nuestras órdenes ajustándose a nuestros planes.

Y acercando a un niño

La escena del niño significa lo mismo. Únicamente que en ella se acentúa lo pequeño e insignificante. La figura bíblica del niño no es símbolo de inocencia y ternura, sino de marginación e indefensión,  el signo de quien carece de grandeza, de quien no cuenta.

En contra de la pretensión de poder y dominio Jesús pone el servicio al desvalido, al que no cuenta. De ahí  que la imagen del niño señala la única forma se seguir y acoger a Jesús, de sentirnos salvados por Él, libres del sinsentido al que nos llevan las ansias de poder de prestigio, de dinero. Cristo  ha elevado a la categoría de un servicio prestado a él mismo y, en definitiva, a Dios la acogida a los pequeños e indefensos.

Aplicación

El afán de superación, el deseo de ser el primero, el anhelo de triunfo y éxito en la vida… parecen, en principio, aspiraciones legítimas del ser humano; el problema, normalmente, está en los medios que utilizamos para alcanzar esas metas. Jesús nunca dijo que no debamos aspirar a ser los primeros, antes al contrario: nos invita a serlo, pero nos señala el único camino humano y humanizador para lograrlo: el amor entregado, el servicio.





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