sábado, 22 de diciembre de 2018


DOMINGO IV DE ADVIENTO (C)
EVANGELIO Lucas 1,39-45
En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías, y saludó a Isabel.
En cuanto Isabel oyó el saludo de María, salto la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo, y dijo a voz en grito: -¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. ¡Dichosa tú que has creído!, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.

COMENTARIO

  Hemos escuchado las lecturas del cuarto domingo de Adviento, a las puertas mismas de la Navidad.

En la primera lectura, el profeta Miqueas, ante la situación difícil que está viviendo su pueblo, se plantea una pregunta: ¿De dónde vendrá la salvación? Y responde diciendo: No vendrá de Jerusalén orgullosa  y altiva, sino de la pequeña y humilde aldea de Belén. Y esto, porque Dios, no elige para  su acción salvadora a los ricos, a los poderosos, a los importantes.... sino a los sencillos, a los humildes, a los pequeños. Belén, una aldea humilde frente a la importante Jerusalén, será la elegida para que en ella nazca el salvador de los hombres. María, humilde, sencilla, pequeña a los ojos de los hombres, será también la elegida. Porque como ella mismo dijo: “El Señor dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes”.

La segunda lectura, de la carta a los Hebreos, pone en boca de Cristo esta frase: “Tú no quieres sacrificios ni ofrendas... Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad.” Esta disponibilidad de Cristo, para que el Padre obre a través de Él la salvación, es una actitud que se repite en María: “He aquí la esclava del Señor. Hágase en mi según tu palabra.” Y es una actitud que debería asumir cada cristiano, cada comunidad. Estar disponibles para servir, para ayudar, para amar. Para que Dios ame a través nuestro, para que consuele con nuestras palabras, para que acompañe con nuestra  presencia. Estar disponibles para Dios es vivir en actitud de servicio y de entrega.

         El relato del evangelio nos ha recordado el encuentro gozoso de María y de Isabel. Esta, llena de Espíritu Santo, expresa los sentimientos que debe tener cualquier cristiano ante la presencia de Jesús y María.
Alabanza:“¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!”. María ha aceptado el plan de Dios: “he aquí la esclava del Señor”, y eso la ha convertido en madre de Jesús o, como dirá Isabel, en “la madre de mi Señor”. Ese es el motivo de alabanza.
Asombro: “¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?”. La Navidad, celebrada año tras año, corre el peligro de convertirse en algo normal. No nos asombramos de esta venida de Jesús a mí, como si fuera la cosa más lógica del mundo. Buen momento para detenernos y asombrarnos.
Alegría: “la criatura saltó de gozo en mi vientre”. el salto  de Juan en  su madre lo provocó la alegría de escuchar el saludo. La alegría la provoca la presencia de María y de Jesús.

Estos tres sentimientos: Alabanza, asombro y alegría, los inspira, según Lucas, el Espíritu Santo;  y  este es un buen momento para pedirle que los infunda también en nosotros para vivir la Navidad Cristiana.
Feliz Navidad
SMR


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