jueves, 21 de mayo de 2015

DOMINGO DE PENTECOSTÉS (B)

Evangelio Jn 20, 19-23
Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. En esto entro Jesús, se puso en medio y les dijo: -Paz a vosotros.
Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: -Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.
Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: -Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos

Reflexión

Fiesta de Pentecostés.

Celebramos la fiesta de Pentecostés, que concluye el tiempo Pascual. “Pentecostés” significa cincuenta, pues esos son los días que han pasado desde que  celebramos la resurrección de Jesús.

En esta fiesta celebramos la venida del Espíritu Santo, que transformó profundamente a los primeros discípulos, Los cuales, al recibir el Espíritu Santo, pasan de ser un grupo de atemorizados y escondidos seguidores a ser una comunidad de entusiasmados anunciadores de la buena noticia. Por eso, Pentecostés es también la fiesta del nacimiento de la Iglesia.

1. La venida del Espíritu Santo

Espíritu Santo” es el nombre que designa a la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, el amor perfecto y total entre el Padre y el Hijo. Hemos  de reconocer que nuestro lenguaje es incapaz de expresar, este  misterio, el más hondo de nuestra fe.

Los discípulos vivieron la experiencia única de sentirse totalmente inmersos en el Espíritu de Dios, en su Amor. Esta experiencia de sentirse amados por Dios y acogidos en su intimidad, en su vida divina, cambió radicalmente su manera de ver, de pensar y de actuar. La experiencia de amor, (que lo digan los enamorados) cambia la vida, y la experiencia del Amor Absoluto la cambia absolutamente.

2. El nacimiento de la Iglesia:

Dice el Evangelio que los discípulos estaban “con las puertas cerradas”: aislados, recluidos,  y…”con miedo”, están acobardados, sin aliento. Pero “entró Jesús y se puso en medio” y  les dijo: “Paz a vosotros”. La paz es el regalo del Resucitado. “Les enseñó las manos y el costado”. No es una quimera, ni un fantasma, es el Señor, el mismo del Calvario. Y…“se llenaron de alegría” que es el sentimiento fundamental de la fe pascual. Es la experiencia de la Resurrección.

Y, a esa Iglesia que ha tenido experiencia de su Resurrección, le manda el Señor continuar su misión: "Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo".  Ahí nace la Iglesia, cuya identidad más profunda es ser misionera, Evangelizadora.

Pero para ser Iglesia evangelizadora, misionera por los caminos del mundo El Resucitado les comunica el Espíritu, Señor y dador de vida. "Sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo". Él es el Ruido que despierta de tranquilidades, el Impulso misionero, el Viento recio que empuja del Cenáculo a la calle, la Llama que calienta la comunión, Luz ilumina la misión, la Fuerza que nos capacita para afrontar la misión que pasará por la cruz, compañera imprescindible de camino. El Espíritu es el Alma  de la Iglesia «nos dio su Espíritu, que es el único y el mismo en la cabeza y en los miembros. Éste de tal manera da vida, unidad y movimiento a todo el cuerpo, que los santos Padres pudieron comparar su función a la que realiza el alma, principio de vida, en el cuerpo humano» (Lumen Gentium, 7).

Andamos buscando caminos de evangelización, soñando el Reino…, pero, sobre todo, tendremos que abrir las puertas al  Espíritu Santo,  que es el alma de la Iglesia (LG 7). Si nos falta su Amor, el Espíritu, no somos nada. El es Señor y dador de vida.

Secundino Martinez Rubio

No hay comentarios:

Publicar un comentario