miércoles, 20 de mayo de 2015

ABRIMOS LAS PUERTAS AL ESPÍRITU

 Corren aires nuevos. En ello estamos. Con fidelidad creativa queremos  responder a los nuevos desafíos y a las nuevas oportunidades evangelizadoras.

 Buenos son esos aires. Certifican que hay vida, que estamos en camino, que no tomamos el nombre de la Evangelización en vano. Pero, además de esos aires, necesitamos “EL VIENTO RECIO” del Espíritu, y ponernos “al aire de su vuelo”. De lo contrario corremos el peligro de que se nos cuelen en casa los aires de la cultura de la imagen, de la fachada y el relumbrón, de la apariencia y el efecto que produce, la moda de la cirugía estética, de lo “light”; y nuestro esfuerzo se lo llevaría el viento.

Por eso, necesitamos el Viento del Espíritu, para cimentar nuestros proyectos en el Señor, y ponernos en obediencia a su Plan, a su Proyecto.

 Por ello, lo primero abrir las puertas al Viento del Espíritu, el “Señor y dador de vida”, el Impulso que nos mueve para no aparcarnos en la rutina, el Viento recio que nos empuja a salir del Cenáculo a la calle, la Llama que calienta nuestra comunión y nos ilumina para ver los nuevos retos evangelizadores, el Ruido que nos despierta de nuestras tranquilidades, la Fuerza que nos capacita para afrontar la cruz, compañera imprescindible de camino.

 Analizamos los retos, perfilamos el proyecto, perfeccionamos las líneas, precisamos los objetivos, soñamos el Reino, pero…, sobre todo, abrimos las puertas al  Espíritu de Amor,  que es “el alma de la Iglesia” (LG 7).  

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