ABRIMOS LAS PUERTAS AL ESPÍRITU
Corren aires nuevos. En ello estamos. Con
fidelidad creativa queremos responder a los nuevos desafíos y a las
nuevas oportunidades evangelizadoras.
Buenos son esos aires. Certifican que hay
vida, que estamos en camino, que no tomamos el nombre de la Evangelización en
vano. Pero, además de esos aires, necesitamos “EL VIENTO RECIO” del Espíritu, y
ponernos “al aire de su vuelo”. De lo contrario corremos el peligro de que se
nos cuelen en casa los aires de la cultura de la imagen, de la fachada y el
relumbrón, de la apariencia y el efecto que produce, la moda de la cirugía
estética, de lo “light”; y nuestro esfuerzo se lo llevaría el viento.
Por eso, necesitamos el Viento del Espíritu, para
cimentar nuestros proyectos en el Señor, y ponernos en obediencia a su Plan, a
su Proyecto.
Por ello, lo primero abrir las puertas al
Viento del Espíritu, el “Señor y dador de vida”, el Impulso que
nos mueve para no aparcarnos en la rutina, el Viento recio que nos
empuja a salir del Cenáculo a la calle, la Llama que calienta nuestra
comunión y nos ilumina para ver los nuevos retos evangelizadores, el Ruido
que nos despierta de nuestras tranquilidades, la Fuerza que nos capacita
para afrontar la cruz, compañera imprescindible de camino.
Analizamos los retos, perfilamos el proyecto,
perfeccionamos las líneas, precisamos los objetivos, soñamos el Reino, pero…,
sobre todo, abrimos las puertas al Espíritu de Amor, que es “el
alma de la Iglesia” (LG 7).
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