viernes, 11 de diciembre de 2015

DOMINGO III
ADVIENTO (C)

Evangelio Lc3,10-18

E
n aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan:  Entonces, ¿qué hacemos? El contestó: El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene y el que tenga comida, haga lo mismo. Vinieron también a bautizarse unos publicanos; y le preguntaron: Maestro, ¿qué hacemos nosotros? El les contestó: No exijáis más de lo establecido. Unos militares le preguntaron: ¿Qué hacemos nosotros? El les contestó: No hagáis extorsión a nadie, ni os aprovechéis con denuncias, sino contentaos con la paga. El pueblo estaba en expectación y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. El os bautizará con Espíritu Santo y fuego: tiene en la mano la horca para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga. Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba la Buena Noticia.

Reflexión

ADVIENTO TIEMPO DE ESPERANZA

Estamos en el tercer domingo de Adviento, TIEMPO DE ESPERANZA. El profeta Sofonías (1ª Lectura) alienta una esperanza confiada: “No temas, no desfallezcan tus manos”. San Pablo (2ª Lectura) nos invita a la esperanza alegre: “Estad siempre alegres”. Juan Bautista (Evangelio) invita a una esperanza activa: “¿qué tenemos que hacer?” La respuesta: compartir con el que no tiene

Esperanza  CONFIADA: “No temas, no desfallezcan tus manos”. (Sofonías)
 La confianza es una actitud cada vez menos frecuente. La gente quiere «amarrar» su futuro y se fía más de lo que ella hace que de lo que espera de los demás. En conjunto, la situación presente y las perspectivas de futuro no invitan  mucho al optimismo. No tenemos ninguna garantía de que las cosas vayan a ir mejor. Pero, los creyentes, sí tenemos garantía revelada de que Dios quiere salvar al mundo, a este mundo, y ese es el fundamento de nuestra confianza, que ponemos en manos de Dios superando nuestros miedos.
Hemos de sosegar nuestros temores, con confianza en Dios. Confiamos a Dios no sólo nuestro pasado y nuestro presente, sino, sobre todo, nuestro futuro individual y comunitario. Esperanza Confiada

Esperanza ALEGRE:Estad siempre alegres”.(S. Pablo)
 Estamos en  tiempos difíciles, que producen en muchos cristianos un estado de abatimiento, de tristeza. La nostalgia de lo que fue y puede que nunca vuelva. El sentimiento de decadencia, el temor a quedar reducidos a un residuo insignificante, el miedo al laicismo que expulsa de la sociedad el hecho religioso… son preocupaciones que entristecen a muchos. Podríamos decir que, en general, que es el «síndrome de atardecer», y no el «síndrome de amanecer» el que predomina en nuestro ambiente. Y, sin embargo, también hay gente, que viendo las mismas dificultades y siendo sensibles a ellas, viven su fe en alegría y paz. No son más ingenuos ni más idealistas que los demás. Pero son los que tienen razón, los que reaccionan evangélicamente ante la situación.
Porque, aunque en muchos la fe se vaya debilitando e incluso desaparezca, nada ni nadie puede ni debe arrancarnos la alegría de creer, de haber puesto nuestra confianza en Jesús, de quererle con el corazón, de sentir su presencia junto a nosotros, de sabernos habitados y sostenidos por su Espíritu, de vernos congregados en torno a su Palabra y su Eucaristía, de sintonizar con los más necesitados y gozar ayudándoles. Esperanza ... alegre

Evangelio: Esperanza ACTIVA (Evangelio)
Tres veces repite el Evangelio de hoy la misma pregunta formulada al Bautista por «la gente», por «unos publicanos» y por «unos militares». No se preguntan lo que hay que pensar, ni lo que hay que estudiar, ni  lo que hay que creer, sino lo que hay que hacer: son hombres y mujeres que se atreven a enfrentarse a su propia verdad y están dispuestos a transformar sus vidas.
¿Qué podemos hacer nosotros? El Bautista señala lo que tenemos que hacer: «El que tenga dos túnicas que las reparta con el que no tiene...; no exijáis más de lo que tenéis establecido...; no hagáis violencia a nadie,  no os aprovechéis...».

Según el Bautista, la conversión exige “aventar la parva” (saber seleccionar o elegir), “reunir el trigo” (ir a lo más importante y no quedarse en las ramas)  Es hora ya de ir a lo esencial,  de actuar. No podremos quitar todo el mal del mundo, pero podemos empezar a limpiar un poco nuestra vida. En estos tiempos tan duros, la invitación de Juan Bautista a la conversión, cobra nueva actualidad. Acoger la buena nueva de la venida del Señor conversión. Nuestros hechos nos acercan o alejan de la llegada del Señor. Ellos la hacen posible o la dificultan. Esperanza Activa.
Secundino Martínez Rubio




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