miércoles, 17 de febrero de 2016

DOMINGO 

II DE CUARESMA (C)

EVANGELIO (Lc 9, 28b-36)

En aquel tiempo, Jesús cogió a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de la montaña, para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos. De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria hablaban de su muerte, que se iba a consumar en Jerusalén. Pedro y sus compañeros se caían de sueño; y, espabilándose, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Mientras estos se alejaban, dijo Pedro a Jesús: “Maestro, qué bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. No sabía lo que decía. Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía: Este es mi Hijo, el escogido, escuchadle”. Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por el momento, no contaron a nadie nada de lo que y habían visto

REFLEXIÓN

   Los discípulos están desconcertados. Jesús les anuncia su muerte y se resisten a aceptarlo. No acaban de entender qué tipo de Mesías es Jesús. En ese contexto acontece la Transfiguración, en la que Dios confirma  lo dicho en el Bautismo.

   En un ambiente de oración Jesús se transfiguró. Los discípulos accedieron a una visión más profunda de la identidad de Jesús. Dios acredita a Jesús como su Hijo Amado, cuya misión pasa por la entrega de su propia persona como estaba escrito en la Ley y los Profetas (presencia de Moisés y Elías).

  La transfiguración manifiesta el DESTINO GLORIOSO de Jesús, que fortalece la fe de sus discípulos, pero, confirma lo anunciado por Jesús: que el camino que conduce a ese destino de gloria es el CAMINO DE ENTREGA. 

   Pedro (y los demás) pretenden llegar al destino glorioso sin recorrer el camino de entrega. Y se equivoca; “no sabía lo que decía”. Pedro, los apóstoles, y nosotros, hemos de comprender mejor. Por eso la voz del cielo recomienda escuchar a Jesús. Escucharle en el monte Tabor, donde manifiesta su destino de gloria, y escudarle en el monte de los Olivos, donde asume su camino de entrega, que culmina en el monte Calvario. Pedro, Santiago y Juan que hoy quieren quedarse en el Tabor, monte de la gloria, son los que le dejan solo en el monte de los Olivos y en el Calvario, montes de la entrega.

   TAMBIÉN NOSOTROS pasamos momentos de desaliento, de dudas: ¿por qué tiene que morir el grano de trigo para que haya espiga? ¿Por qué el camino es el servicio y no la fuerza, el poder, el prestigio? ¿Por qué hay que “perder” la vida para ganarla? ¿Por qué la cruz?

   Necesitamos ponernos en contexto de oración, donde se produce la "transfiguración". Necesitamos escuchar al Hijo Amado. Y… estar alerta ante el peligro de quedarnos extasiados y querer disfrutar el destino glorioso ahorrándonos el camino de entrega


Secundino Martinez Rubio

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