viernes, 1 de diciembre de 2017


DOMINGO I ADVIENTO (B)

Evangelio: Mc 13,33-37

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: «Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje, y dejó su casa y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al por­tero que velara. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a media­noche, o al canto del gallo, o al amanecer: no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad!»

REFLEXIÓN

I  ADVIENTO
EL ADVIENTO no es solo un simple (aunque importante) recuerdo de un acontecimiento del pasado. El Adviento enlaza. “Pasado, Presente, y Futuro ". Cierto que el Señor VINO, (Pasado) pero VOLVERÁ (‘Futuro) y además VIENE (Presente) constantemente. Esta triple perspectiva da un contenido mas completo al Adviento, sobre todo porque invita a mirar el futuro con esperanza y a vivir el presente con intensidad.

La Primera lectura de Isaías nos sitúa en medio de la desolación de un pueblo destruido que vuelve del exilio  que, en vez de culpar a los políticos, a los banqueros,  a las instituciones, piensa que todo se debe a que Dios le oculta su rostro por culpa de sus pecados, e implora que recuerde que es su Padre, que vuelva, rasgue el cielo y baje. “Porque jamás se oyó decir, ni nadie vio jamás que otro dios, fuera de ti, hiciera tales cosas en favor de los que esperan en el".

En la segunda lectura la respuesta de Dios supera con creces lo que pedía el pueblo en la lectura de Isaías. Dios no rasga el cielo, no sale a nuestro encuentro personalmente. Envía a Jesús, y mediante él nos ha enriquecido en todo y nos llama a participar en la vida de su Hijo. Por consiguiente, añade Pablo, “No carecéis de ningún don”. Mucha gente se lamenta, a veces con razón, de las cosas de que carece. El Adviento puede ser buen momento para pensar qué cosas valoramos: si las materiales, que a menudo faltan, o las que proporciona Jesús: la certeza de que Dios es fiel, está de nuestra parte y nos mantendrá firmes hasta el encuentro final con Él.
  
El Evangelio no habla de Dios Padre ni de Jesús. Se centra en nosotros, nos invita a ESTAR EN VELA, estar atentos para descubrir y acoger a este Jesús, que viene a nuestra vida, y que vendrá al final de los tiempos. «Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento… Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad!»
Nuestra actitud es estar despiertos, en vela, sobrios, y en oración, para salir al encuentro del Señor que viene a nosotros en todas las formas:

“Jesús viene a través de su Palabra. En su Iglesia y su tradición, en los Sacramentos, especialmente en el de la Eucaristía." Jesús viene en el prójimo, particularmente en el más pobre, débil e insignificante y despreciado con quien Cristo se identifica.

El Evangelio no nos invita solamente a estar preparados para la hora de la muerte, sino a estar preparados para cada momento de la vida. No nos manda sólo estar vigilantes para recibir la llegada del Señor  al final de la vida, sino para recibirle en cada momento, para acoger cada llamada suya, cada petición, cada súplica, cada ruego que nos hace  a través de muchas mediaciones de su presencia.
Nuestra primera actitud, por tanto, es la vigilancia permanente, la atención, la espera activa. Los que están dormidos, distraídos, satisfechos, no esperan a ningún salvador. Y corren el peligro de perder la ocasión de encontrarse con el Señor, que siempre viene a nuestras vidas para ofrecer  su salvación. Pero, solamente están vigilantes los que esperan algo. ¿Esperamos nosotros algo? ¿Espera nuestro mundo algo?

Los cristianos centramos nuestra esperanza en una Persona viva, presente: Cristo. Él es la respuesta de Dios a los deseos y las preguntas hondas de nuestra vida. Sólo en Él encontramos  sentido a nuestra vida y nuestra muerte. Es importante comenzar este tiempo en una actitud de alerta, como nos indica el texto del evangelio de este domingo: ¡Velad

Creemos que sí merece la pena estar vigilantes. Que sí hay algo que esperar, mejor dicho, hay Alguien a quien esperar. Esperamos nada menos que al mismo Dios, que se hizo uno de nuestra raza y vino a compartir nuestra historia y viene cada día para abrirnos a una vida más plena y con sentido, a una vida salvada. Todo lo que espero de fuera, lo tengo ya dentro.

Secundino Martínez Rubio

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