DOMINGO XXXIV T.O. (B)
Evangelio Jn 18,36-37
En aquel tiempo preguntó Pilato a Jesús: -¿Eres tú el rey de los
judíos?
Jesús le contestó: -¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho
otros de mí?
Pilato replicó: -¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos
sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?
Jesús le contestó: -Mi reino no es de este mundo. Si mi reino
fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de
los judíos. Pero mi reino no es de aquí.
Pilato le dijo: -Conque ¿tú eres rey?
Jesús le contestó: -Tú lo dices: Soy Rey. Yo para esto he nacido
y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es
de la verdad, escucha mi voz.
Reflexión
Concluimos el año litúrgico con la
fiesta de Jesucristo Rey del universo. La fiesta fue instaurada por el Papa Pío
XI el 11 de Marzo de 1925. Posteriormente se sitúo en el último domingo del año
litúrgico, de este modo, se resalta la importancia de Cristo como centro y
culmen de toda la historia universal.
El título de Rey, aplicado a Cristo, no siempre ha sido bien
interpretado. A veces, se ha presentado a Cristo como uno de lo reyes de
este mundo, con cetros, coronas, mantos, tronos, etc. Se ha mundanizado la realeza de
Cristo, lo cual no concuerda
con lo que de él nos dicen los Evangelios.
En el Evangelio de hoy Jesús afirma que
su reino "no es de este
mundo". Esta afirmación
de Jesucristo, ante Pilato, corre el peligro de ser mal entendida, haciendo de
Cristo y de su Reino algo ajeno al mundo. El contraste que Jesucristo presenta
con su frase: “mi reino
no es de este mundo” , no es
un contraste entre el mundo de la tierra y el mundo del cielo es un contraste
entre la realeza, tal como se da en este mundo, y la realeza que
Jesús vive y propone. Lo que Jesús quiere decir es que su reino no es del estilo que
en este mundo se estila. Es un contraste entre el mundo tal como lo tenemos
organizado, basado en la mentira, la muerte, el pecado, la injusticia, el
odio, la violencia, el dominio, y el Reino que Jesús propone, que no es de ese orden de cosas (= de este mundo). El Reino de Cristo
es el "el reino de la
verdad y la vida, el reino de la santidad y la gracia, el reino de la justicia,
el amor y la paz" así lo presenta el prefacio de la misa de hoy.
A veces la frase de Jesús: “Mi reino no es de este mundo” ha servido para crear una visión de
Cristo, y del cristianismo, ajenos a este mundo. Y se ha pensado que cuanto más entregado vive uno al
Reino de Cristo, menos se debe comprometer en asuntos de este mundo. Es una
falsa interpretación del Reinado de Cristo, que, no es de estilo mundano, pero no es ajeno a este mundo. Un mundo al que,
lo olvidemos, “Dios amó tanto que le entregó a su Hijo”.
Por el Bautismo los cristianos
participamos de la realeza de Cristo. “Por su pertenencia a Cristo,
Señor y Rey del universo, los fieles laicos participan en su oficio real y son llamados por Él para servir al
Reino de Dios y difundirlo en la historia. Viven la realeza cristiana, antes
que nada, mediante la lucha espiritual para vencer en sí mismos el reino del
pecado (cf. Rm 6, 12); y después en la propia entrega para servir, en la justicia
y en la caridad, al mismo Jesús presente en todos sus hermanos, especialmente
en los más pequeños (cf. Mt 25, 40).” (Exhortacion Christifideles laici n. 14)
En consecuencia: Ni la
salvación es algo que sucede sólo en el otro mundo, ni ser cristiano es
privatizar la fe y dedicarse solamente a buscar la felicidad más allá de la
muerte olvidándose de esta tierra. El cristiano vive en el mundo aunque sin
hacerse mundano porque el Reino de Cristo no pertenece al sistema injusto de
este mundo. Su realeza tiene otro origen y fundamento completamente distintos.
Su reinado no se impone con armas, poder o dinero. Es un reinado que crece en
este mundo desde la verdad y la vida, la santidad y la gracia, la justicia, el
amor y la paz; Pero, Jesús es un rey que «ha
venido a este mundo», y su reino de amor y justicia debe crecer ya en
medio de los hombres, en sus vidas e instituciones, en sus luchas y sus
problemas. En el mundo pero
sin ser mundanos.
Secundino Martínez Rubio
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