viernes, 28 de octubre de 2016

DOMINGO XXXI T. O. (C)

Evangelio (Lc 19 ,1-10)


E
n aquel tiempo entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.
El bajó en seguida, y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban diciendo: -Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador.
Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor: -Mira, la mitad de mis bienes. Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más. Jesús le contestó: -Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.

Reflexión

Otra vez, el evangelio de hoy, nos habla de un publicano.  Ya sabemos que los publicanos eran personas que se ponían al servicio de los invasores romanos, para cobrar los impuestos, y además, con ello, se enriquecían a costa de abusar de sus hermanos de raza. Por todo lo cual eran considerados como pecadores, y estaban muy mal vistos.

Zaqueo,  jefe de publicanos y rico, buscó a Jesús, lo recibió en su casa y se convirtió. Búsqueda, encuentro y conversión son tres momentos por  los que pasa Zaqueo y que ilustran el proceso por el que nosotros también tene­mos que pasar, si realmente queremos recibir el amor misericordioso de Dios.

1. LA BÚSQUEDA: Zaqueo tiene interés en ver a Jesús. Pero tenía dos dificultades para conseguirlo: que era bajo de estatura y que la gente se lo impide. Pero, Zaqueo, despojándose de su propia dignidad y desafiando el ridículo, con tal de ver a Jesús, se sube a una higuera. Tampoco le importan a Zaqueo los comentarios de la gente. Hoy, también, el que quiera ver a Jesús, probablemente tendrá que romper con el ambiente que le rodea.
Lo primero es buscar a Jesús y superar las dificultades que nos impiden verlo.  Dificultades interiores: reconocer que no damos la talla. Aceptar las propias limitaciones y pecados y la renuncia a la autojustificación y a la autosuficiencia. Después las dificultades que vienen del ambiente. Hay que superar el miedo al que dirán, al ridículo. Hoy creer es ir contracorriente. Superar estas dificultades es condición esencial para el descubrimiento de Jesús como Salvador.

2. EL ENCUENTRO.  Pasó Jesús por donde estaba Zaqueo. Levantó los ojos  y le miró con simpatía y cariño, y llamó a la puerta de su corazón. «Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa». La mirada y llamada de Jesús son el principio de la salvación. Difícil escapar a la mirada y a la llamada de Jesús que pasa siempre a nuestro lado, que nos está mirando y llamando a través de sus mediaciones:
 ¿Miramos al Señor que nos mira? ¿Le abrimos cuando llama, le alojamos en nuestra casa, en nuestra vida? ¿O solo le dedicamos algún ratillo que otro?

3. LA CONVERSIÓN. Tras el encuentro Zaqueo se convierte de su vida de pecado, y su conversión le lleva a desprenderse de sus bienes y a restituir  lo que había robado. La mayor dificultad que le quedaba para alojar a Jesús en su vida. Y… llegó la salvación a su casa. Cambió el rumbo de su vivir.
¿Me creo yo que mi vida puede cambiar? ¿Me creo de verdad que, si pongo mi vida en manos del Dios alfarero, puedo ser un “baso nuevo”? ¿Qué lastre tendría que dejar?

Hoy el evangelio nos recuerda: Para Dios nadie es causa perdida

Secundino Martínez Rubio

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