jueves, 1 de diciembre de 2016

DOMINGO 2º DE ADVIENTO


EVANGELIO  Mt 3,1-12.
  
«Por aquellos días se presenta Juan el Bautista, proclamando en el desierto de Judea y diciendo: ‘Convertíos   porque   está llegando   el Reino de los cielos’. Porque éste es de quien habló el profeta Isaías cuando dice: ‘Voz del que clama en el desierto: preparad el camino del Señor, haced derechas sus sendas’. Tenía Juan su vestido hecho de pelos de camello, con un cinturón de cuero a su cintura, y su comida eran langostas y miel silvestre. Entonces acudía a él Jerusalén, toda Judea y toda la región del Jordán, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados.   Pero viendo que muchos de los fariseos y saduceos venían a su bautismo, les dijo: ‘Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la ira inminente? Haced, pues, fruto digno de conversión, y no creáis que basta con decir en vuestro interior: ‘tenemos por padre a Abraham’, porque os digo que puede Dios de estas piedras suscitar hijos a Abraham. Ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles; así pues, todo árbol que no haga buen fruto será cortado y arrojado al fuego. Yo os bautizo con agua en señal de conversión; pero el que viene detrás de mí es más fuerte que yo, y no soy digno de llevarle las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. En su mano tiene el bieldo y va a limpiar su era y recogerá su trigo en el granero, pero la paja la quemará con fuego que no se apaga’».

REFLEXIÓN

El Evangelio nos presenta a Juan el Bautista predicando en el desierto. Juan el Precursor -es decir, el que va delante para anunciar la venida del Señor-es la gran figura que domina este domingo. El es quien invita «preparar el camino del Señor», es un verdadero profeta: el que habla en nombre de Dios. Juan no utiliza un leguaje de estilo dulzarrón, lisonjero, no es un lenguaje halagador sino, más bien, austero, radical,  claro y duro.

Vive en el desierto; su forma de comer y de vestir hace de él un hombre de frontera. Uno que vive el mensaje duro que anuncia. “El más grande de los nacidos de mujer”, dijo Jesús de él. Ese es el precursor, el que delante.

El contenido central del mensaje del Bautista es la necesidad de la conversión, para acoger el Reino de Dios que está próximo a llegar: Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos”.

Para Juan, convertirse no es sólo arrepentirse, ni solo evitar el mal. Es transformar la vida total y verificar que dicha transformación produzca abundantes frutos de justicia. A unos fariseos y saduceos que acuden a bautizarse, les dice: “Dad el fruto que pide  la conversión”.

Actualización

La voz del Bautista nos llama hoy a nosotros a la conversión. "Convertíos", es decir: transformad vuestra mentalidad, cambiad la orientación de vuestra vida, reconsiderad vuestras escalas de valores, variad vuestras actitudes ante la vida.

·      Lo primero que necesitamos, para convertirnos, es descubrir, con la luz del Espíritu, que el Reino llega, que el regalo del amor de Dios ya está en el mundo. Que ese amor es único fundamento válido de nuestro vivir y nuestro morir.

·    Después, necesitamos convertirnos, reconocer que estamos lejos de ese amor, reconocernos pecadores y cambiar la orientación fundamental de nuestra vida. Volver a la casa del Amor del Padre.

·   Pero ese cambio radical, en la raíz de nuestra vida, solamente es autentico si se verifica en frutos de conversión. De lo contrario nos sucederá como a los fariseos y saduceos, que van a que Juan los bautice, pero no se convierten. Ellos, con decir que eran Hijos de Abrahán de toda la vida, pensaban que no necesitaban más. El Bautista habla de “Dar el fruto que pide la conversión”. No basta estar bautizados, ni ser “católicos de toda la vida”, hace falta un cambio radical de mentalidad y de vida y hace falta dar los frutos que pide ese cambio.

Examinemos hoy a la luz de la Palabra de Dios nuestras vidas. Que esta llamada a la conversión que hemos escuchado toque verdaderamente nuestro corazón:

- Que DESCUBRAMOS el Reino, el Amor de Dios gratuitamente ofrecido que llega en Jesús
- Que CONVIRTAMOS nuestra vida, poniendo ese amor como raíz y fundamento de nuestro vivir y nuestro morir, abandonando el pecado, la lejanía de ese Amor.  
-   Que DEMOS FRUTOS CONCRETOS DE CONVERSIÓN, hechos y actitudes.

 Secundino Martínez Rubio


No hay comentarios:

Publicar un comentario