sábado, 16 de junio de 2018

DOMINGO XI T.O.(B)

EVANGELIO: Mc, 4, 26-34
  
E
n aquel tiempo decía Jesús a las turbas:
-El Reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra.
El duerme de noche, y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo la cosecha ella sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega.
Dijo también:
— ¿Con qué podemos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después, brota, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas.
Con muchas parábolas parecidas les exponía la Palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.

REFLEXIÓN

Jesús describe el desarrollo del Reino de Dios con imágenes tomadas de la vida agrícola de su pueblo.

 En la primera imagen Jesús compara la actividad del campesino con lo que ocurre en el reino de Dios. El agricultor siembra y espera; hace su trabajo, pero todo no depende de él, prepara la tierra y siembra la semilla y, después, la semilla  crece por sí sola sin que el labrador le proporcione fuerza para germinar y crecer. En la semilla hay algo que no ha puesto el labrador. Una fuerza que no se debe al esfuerzo del hombre.
Lo mismo sucede con el Reino de Dios: Jesús nos enseña que el Reino de Dios es esencialmente don de Dios, no acción nuestra. Es una llamada a la paciencia y confianza en la acción misteriosa de Dios en la iglesia y en cada uno de nosotros, renunciando a considerarnos los protagonistas de la historia, y a pensar que todo depende de lo que hacemos.

El Reino de Dios es gracia. En su misterio más profundo la vida es regalo, don. El Reino es gracia que sembramos, pero el que germine y crezca, no es fruto de nuestro esfuerzo. Por ello, nuestra principal ocupación es acoger la acción gratuita de Espíritu capaz de hacer crecer nuestra existencia y respetar pacientemente sus ritmos, que no suelen coincidir con nuestras prisas.

Lo que el Evangelio de hoy nos pide es la espera paciente y confiada, la admiración maravillada y el gozo agradecido.

En la segunda parábola Jesús compara a la comunidad cristiana, el reino de Dios en la tierra, con la semilla de mostaza; algo diminuto, pero que, al cabo del tiempo, se convierte en árbol y puede acoger a los pájaros del cielo. También está presente la imagen de un crecimiento “misterioso”, “providencial”, pero se destaca esa capacidad de albergar nuevas vidas. Una llamada a la humildad y a no desanimarse.Hemos de ser sembradores del reino de Dios en el corazón de las personas, algo pequeñito, nada de cosas espectaculares para la vanidad social de sus autores, sino  pequeño, sencillo… como un grano de mostaza.

En resumen, las dos parábolas se complementan. La primera habla del crecimiento misterioso del reino; la segunda advierte que, a pesar de su crecimiento, no debemos esperar que se convierta en algo grandioso. Pero, aunque sea modesto como el arbolito de la mostaza, podrá cumplir su misión de acoger a los pájaros del cielo.

Estamos en un momento pastoralmente inédito. Una situación nueva que exige una nueva siembra del Evangelio y nadie tiene la solución…. Lo que necesitamos es sembrar la semilla del Evangelio con la humildad y la confianza puesta, no en nuestro esfuerzo, sino en quien da el incremento y puede hacer crecer la semilla de la fe en la sociedad descristianizada de nuestros días.

DÍA DEL MISIONERO DIOCESANO

En nuestra diócesis de Ciudad Real, celebramos en este domingo el DÍA DEL MISIONERO DIOCESANO. Recordamos a los misioneros y misioneras, miembros de nuestra Iglesia de Ciudad Real, que están trabajando desde la fe, en tierras de misión, para saciar el hambre de felicidad y de pan material de las personas. Oramos a Señor por ellos y a su ayuda destinamos la colecta de hoy
          S.M.R

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