viernes, 22 de junio de 2018


NACIMIENTO DE 
SAN JUAN BAUTISTA

EVANGELIO Lc 1,57-66.80
A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y la felicitaban. A los ocho días fueron a circuncidar al niño, y lo llamaban Zacarías, como a su padre. La madre intervino diciendo: «¡No! Se va a llamar Juan». Le replicaron: «Ninguno de tus parientes se llama así». Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre». Todos se quedaron extrañados. Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios. Los vecinos quedaron sobrecogidos, y corrió la noticia por toda la montaña de Judea. Y todos los que lo oían reflexionaban diciendo: «¿Qué va a ser este niño?» Porque la mano del Señor estaba con él. El niño iba creciendo, y su carácter se afianzaba; vivió en el desierto hasta que se presentó a Israel.

REFLEXIÓN
Celebramos la fiesta del Nacimiento de San Juan Bautista,  cuya figura y personalidad está marcada por su vocación y misión. Es EL PRECURSOR, el mensajero que va delante. Él fue quien preparó la venida del Mesías. ES UN PROFETA (el que habla en nombre de Dios), y más que profeta, dijo el mismo Jesús Es el último profeta del Antiguo Testamento, que recoge la esperanza y anhelos de salvación que recorre, desde siglos, la historia del Pueblo de Israel. El alienta los rescoldos de esperanza y anuncia la necesidad de conversión para recibir a Salvador. El es, también, el primer profeta del Nuevo Testamento que señala la presencia del Salvador entre los hombres como “cordero de Dios que quita el pecado del mundo”, y los conduce al Señor facilitando el encuentro.

El Bautista cumplió con fidelidad y valentía su misión de precursor, sin detenerse ante las dificultades, y en esta misión dejó hasta su vida. Supo recoger y poner a flor de piel toda la esperanza y anhelo de salvación que estaba en el corazón de su pueblo. Ayudó con su predicación valiente a tomar conciencia del pecado, preparando, de este modo, los corazones de los hombres para recibir el anuncio del perdón. Su palabra, atenta  al vivir diario, llegaba al interior de las personas, suscitando provocación, inquietud y haciendo que los ojos se abrieran al futuro.
 FUE MEDIADOR del encuentro de las personas y el Salvador. Vivió su misión con sencillez y humildad. Al final de su misión, desaparece sin hacer ruido y lo hace con gozo, porque "conviene que él crezca y que yo mengüe".

La Iglesia, y cada cristiano, somos mediadores de la salvación, que recibimos del Señor. Por eso nos  toca aprender el estilo de mediación que vivió el Bautista

¿Somos conscientes de que nuestra misión, como la de Juan, es la de facilitar a los demás el encuentro con Jesús? ¿Cuál es nuestra postura cuando la situación se vuelve adversa? ¿Cómo llevamos a término la misión que nos ha sido confiada?
  
Es cierto que nuestra situación no es la de Juan. Jesucristo  no es "el que ha de venir" sino "el que ha venido", pero mucha gente no lo sabe, o no sabe lo que ello significa y nosotros hemos de ser sus testigos, mediadores de su presencia salvadora.

Alegrémonos en la fiesta de san Juan. Demos gracias a Dios por su testimonio y pidámosle que sepamos cumplir con fidelidad y con sencillez la misión que Él nos ha encomendado como profetas, testigos, mediadores.

 S.M.R.




















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