DOMINGO XXIII T.O. (B)
EVANGELIO
E
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n aquel tiempo,
dejando Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del lago de
Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo, que, además,
apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos. El, apartándolo de la
gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la
lengua. Y mirando al cielo, suspiró y le dijo: Effetá (esto es, «ábrete»). Y al
momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba
sin dificultad. El les mandó que no lo dijeran a nadie; pero cuanto más se lo
mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos. Y en el colmo del asombro
decían: Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos.
REFLEXIÓN
Hemos
escuchado las lecturas propias del domingo veintitrés del tiempo ordinario y
ahora vamos a profundizar su mensaje.
La primera lectura esta tomada del libro de
Isaías. En ella Isaías se dirige a los desterrados en Babilonia, que van
perdiendo la esperanza de regresar a la patria que un día, ellos mismos o sus
padres, se vieron obligados a abandonar. Las palabras del profeta son palabras
de ánimo, de esperanza, destinadas mantener la fortaleza de los creyentes frente
al miedo. Les anuncia que Dios mismo se pondrá al frente de la liberación del
pueblo y les describe una nueva realidad
que está a punto de producirse: “Se
despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un
ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará.”
Pidamos al Señor que suscite también en
nosotros esa esperanza que tanto necesitamos cuando atravesamos las “cañadas
oscuras” de la vida y estamos hundidos, cuando lo pasamos mal, cuando sufrimos.
La segunda lectura es del apóstol
Santiago y su interpretación no admite dudas. Es clarísima. No podemos hacer
acepción de personas por favoritismo, es decir, no podemos tratar bien al que es rico y poderoso y despreciar a
aquel que no nos puede aportar nada. Y, todo esto, porque, viene a decir el
apóstol, Dios ha tomado partido por los pobres y los necesitados. Si con
alguien debemos mostrar una predilección especial es con aquellos que están siendo
“maltratados” por la vida.
El relato del
evangelio de Marcos nos ha presentado uno de los muchos milagros hechos por Jesús. En
este caso, se trata de la curación de “un
sordo que apenas podía hablar.”
La
curación muestra que con Jesús ha comenzado la era mesiánica, época de la
salvación que profetizaba Isaías:
«Entonces se despegarán los ojos de los
ciegos, y las orejas de los sordos
se abrirán. Entonces saltará el cojo como ciervo, y la lengua del mudo lanzará gritos de júbilo.».
¿Qué nos dice hoy a nosotros hoy este hecho
milagroso?
La incomunicación no es solamente el resultado
de problemas fisiológicos. Hay otros factores que igualmente condenan al aislamiento y a la incomunicación, a la
sordera y al mutismo.
·
Familias sordas y
mudas:
sin comunicación entre la pareja, entre padres e hijos, entre hermanos…En
mundos completamente diferentes. ¡aislados!
·
Inmigrantes que se sienten
extraños, que no conocen la lengua o, conociéndola, extrañan la cultura, las
costumbres, los valores… ¡aislados!
·
Gente que se siente
sola e incomunicada, aunque navegue por Internet, y esté pegada a la tele y colgada de
las redes sociales, ¡aislados!
·
Gente incapacitada, por los ruidos y
distracciones, para escuchar la voz de Dios que habla a través de los
acontecimientos. Gente que no percibe los gritos de las necesidades de sus
hermanos. ¡aislados!
·
Gente con la lengua
bloqueada, incapaz de pronunciar una palabra de acercamiento, de perdón, de
optimismo… ¡aislados!
Y… cuando rompemos la relación con Dios y con
los demás, taponamos las fuentes de la vida. Cuando vivimos aislados, dejamos
de ser semejanza de Dios, que es relación, Trinidad. «Ábrete» es el mandato del
Señor.¡Ábrete! porque recuerda: Vivir no es durar porque respiras, vivir es
otra cosa. ¡Ábrete!
S.M.R.
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