sábado, 6 de septiembre de 2014

DOMINGO XXIII T.O. (A)

Evangelio
Mt 18, 15-20


E
n aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un pagano o un publicano. Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo. Os aseguro además que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.

Reflexión

El texto del evangelio, que hemos escuchado pertenece a la segunda parte del  llamado Sermón de la Comunidad de san Mateo y presenta dos aspectos de la comunidad cristiana: la corrección fraterna y la union:

1. La corrección fraterna

Los seres humanos vivimos en comunidad, Siempre estamos junto a otros: en la familia, en el vecindario,  en el lugar de trabajo, en el supermercado... somos seres sociales y la vida humana sería imposible  sin la presencia de otros seres humanos. Ahora bien, en esa convivencia inevitablemente surgen diferencias y conflictos, algunos de poca importancia y otros más serios. También la comunidad cristiana, formada por seres humanos, experimenta estas dolorosas situaciones y rupturas. Lo primero es Tomar consciencia de que todos cometemos errores

Tenemos una responsabilidad ética y moral de corregir al hermano o hermana que peca como afirma el profeta Ezequiel en la primera lectura de este domingo (33,7-9): “Si yo digo al malvado: ¡Malvado, eres reo de muerte!, y tú no hablas, poniendo en guardia al malvado para que cambie su conducta, el malvado morirá por su culpa, pero a ti te pediré cuenta de su sangre”.

Cómo hacer la corrección fraterna? En  Evangelio Jesús da unas normas sencillas y concretas sobre cómo proceder si un hermano o hermana pecan, o sea, si surgen conflictos dentro de la comunidad.
Jesús propone proceder gradualmente y con mucha discreción, no hay que andar dándole de lado, poniendo morros a ver si se entera y mucho menos  andar proclamando a los cuatro vientos el problema que se vive o el fallo de nuestro hermano.

El evangelio nos propone un procedimiento sencillo: Primero, debemos llamar “a solas” a quien queremos ayudar a cambiar. Si el diálogo surge efecto, el asunto queda entre los dos. Si no hace caso podemos llamar a uno o dos amigos para que la invitación a cambiar quede corroborada por los testigos. Igualmente, si la llamada surge efecto todo queda entre los tres y basta. Finalmente, si no escucha a los testigos, se ha de comunicar a la comunidad para que ésta quede al tanto de la reiterada invitación a cambiar que se le ha hecho a la persona. Es importante el orden: a solas, dos o tres y la comunidad. A veces se nos olvida y antes que la persona se entere ya ha sido condenada por todo el mundo.

Pero aquí también hay reglas del juego, y hemos de tenerlas muy en cuenta para practicar cristianamente estos consejos de nuestro Señor. Veamos algunas de ellas.
 Primero: Quien se siente movido a hacer una corrección ha de poner por encima de todo el amor, la compasión, la misericordia y la ternura de Dios. Corregir a los hermanos es una forma de expresarles nuestro amor. 
 Segundo: antes de corregir, debemos estar muy atentos nosotros para no faltar o equivocarnos en aquello mismo que corregimos a los demás; y, por tanto, el que corrige debe hacerlo primero con el propio testimonio de vida y ejemplo de virtud, y después también podrá hacerlo con la palabra y el consejo
Tercero:  que al corregir, hemos de ser muy respetuosos y acogedores con las personas,. Dice Jesús: “Hazle ver su falta”. Para que este objetivo se logre, la prudencia recomienda buscar el momento y las palabras oportunas, deponiendo todo sentimiento de agresividad. Hay que hacerlo sin humillar, ni abochornar jamás a la persona.

Dice el Evangelio que La decisión tomada en la tierra es aceptada en el cielo.  Aquí aparece la importancia de la reconciliación y la enorme responsabilidad de la comunidad en su modo de tratar a sus miembros. No se excomulga a la persona, sino sencillamente se ratifica la exclusión que la persona misma había tomado públicamente saliendo de la comunidad.

2. la Comunidad unida en la oración

En la segunda parte del texto del Evangelio de Hoy nos dice Jesús:: “Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos. Lo importante es que “estén reunidos”, no dispersos, ni enfrentados: que no vivan descalificándose unos a otros. Lo decisivo es que se reúnan “en nombre de Jesús”: que escuchen su llamada, que vivan identificados con su proyecto del reino de Dios. Que Jesús sea el centro de su pequeño grupo.

Lo que subraya el texto no es tanto la mayor eficacia de la oración en común, frente a la oración individual, sino la importancia de que los orantes coincidan en la intención de su oración. La escucha de la oración depende, pues, del hermanamiento de los diversos miembros de la comunidad, de la fraternidad.


Hoy el evangelio nos pide ejercitarnos:Tanto en la corrección fraterna, que requiere mucha humildad y sencillez de corazón, Como en que nuestra oración suba a Dios desde una comunidad verdaderamente unida en Cristo.
Secundino Martínez Rubio

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