Evangelio
Mt 18, 15-20
E
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n aquel tiempo dijo Jesús a sus
discípulos: Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace
caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos,
para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no
les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la
comunidad, considéralo como un pagano o un publicano. Os aseguro que todo lo
que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la
tierra quedará desatado en el cielo. Os aseguro además que si dos de vosotros
se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del
cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en
medio de ellos.
Reflexión
El texto del evangelio, que hemos escuchado pertenece a la segunda parte
del llamado Sermón de la Comunidad de
san Mateo y presenta
dos aspectos de la comunidad cristiana:
la corrección fraterna y la union:
1. La corrección fraterna
Los seres humanos vivimos en
comunidad, Siempre estamos junto a otros: en la familia, en el
vecindario, en el lugar de trabajo, en
el supermercado... somos seres sociales y la vida humana sería imposible sin la presencia de otros seres humanos. Ahora bien, en esa convivencia inevitablemente surgen diferencias y conflictos, algunos de poca importancia
y otros más serios. También la comunidad cristiana, formada por seres humanos,
experimenta estas dolorosas situaciones y rupturas. Lo primero es Tomar consciencia de
que todos cometemos errores
Tenemos una
responsabilidad ética y moral de corregir al hermano o hermana que peca como afirma el profeta
Ezequiel en la primera lectura de este domingo (33,7-9): “Si yo digo al
malvado: ¡Malvado, eres reo de muerte!, y tú no hablas, poniendo en guardia al
malvado para que cambie su conducta, el malvado morirá por su culpa, pero a ti
te pediré cuenta de su sangre”.
Cómo
hacer la corrección fraterna? En Evangelio Jesús da unas normas sencillas y concretas sobre cómo proceder si
un hermano o hermana pecan, o sea, si surgen
conflictos dentro de la comunidad.
Jesús propone proceder gradualmente y con mucha discreción, no hay que andar
dándole de lado, poniendo morros a ver si se entera y mucho menos andar proclamando a los cuatro vientos el
problema que se vive o el fallo de nuestro hermano.
El evangelio nos propone un procedimiento
sencillo: Primero, debemos llamar “a solas” a quien queremos
ayudar a cambiar. Si el diálogo surge efecto, el asunto queda entre los dos. Si no hace caso podemos llamar a
uno o dos amigos para que la
invitación a cambiar quede corroborada por los testigos. Igualmente, si la
llamada surge efecto todo queda entre los tres y basta. Finalmente, si no escucha a los testigos, se
ha de comunicar a la comunidad
para que ésta quede al tanto de la reiterada invitación a cambiar que se le ha
hecho a la persona. Es importante el
orden: a solas, dos o tres y la comunidad. A veces se nos olvida y antes
que la persona se entere ya ha sido condenada por todo el mundo.
Pero
aquí también hay reglas del juego, y hemos de tenerlas muy en cuenta para
practicar cristianamente estos consejos de nuestro Señor. Veamos algunas de
ellas.
Primero: Quien se siente movido a hacer una
corrección ha de poner por encima de todo el amor, la compasión, la
misericordia y la ternura de Dios. Corregir a los hermanos es una forma de
expresarles nuestro amor.
Tercero: que al
corregir, hemos de ser muy respetuosos y acogedores con las personas,. Dice Jesús: “Hazle ver su falta”.
Para que este objetivo se logre, la prudencia recomienda buscar el momento y
las palabras oportunas, deponiendo todo sentimiento de agresividad. Hay que
hacerlo sin humillar, ni abochornar jamás a la persona.
Dice el Evangelio que La decisión tomada en la tierra es aceptada en el cielo. Aquí aparece la importancia de la
reconciliación y la enorme responsabilidad de la comunidad en su modo de tratar
a sus miembros. No se excomulga a la persona, sino sencillamente se ratifica la
exclusión que la persona misma había tomado públicamente saliendo de la
comunidad.
2. la Comunidad unida en la oración
En la segunda parte del
texto del Evangelio de Hoy nos dice Jesús:: “Donde dos o tres están
reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos. Lo importante es
que “estén reunidos”, no dispersos, ni enfrentados: que no vivan
descalificándose unos a otros. Lo decisivo es que se reúnan “en nombre de
Jesús”: que escuchen su llamada, que vivan identificados con su proyecto del
reino de Dios. Que Jesús sea el centro de su pequeño grupo.
Lo
que subraya el texto no es tanto la mayor eficacia de la oración en común,
frente a la oración individual, sino la importancia de que los orantes
coincidan en la intención de su oración. La escucha de la oración depende,
pues, del hermanamiento de los diversos miembros de la comunidad, de la
fraternidad.
Hoy el evangelio
nos pide ejercitarnos:Tanto en la
corrección fraterna, que requiere mucha humildad y sencillez de corazón, Como
en que nuestra oración suba a Dios
desde una comunidad verdaderamente unida en Cristo.
Secundino Martínez Rubio
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