viernes, 10 de octubre de 2014

DOMINGO
 XXVIII T.O. (A)

EVANGELIO
Mt 22,1-14

En aquel tiempo volvió a hablar Jesús en parábolas a los sumos sacerdotes y a los senadores del pueblo, diciendo: El Reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados encargándoles que les dijeran: «Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas y todo está a punto. Venid a la boda».Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios, los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis convidadlos a la boda. Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. [Cuando el rey entró a saludar a los comensales reparó en uno que no llevaba traje de fiesta, y le dijo: Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta? El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos]

REFLEXIÓN

1. Un amor que espera ser correspondido.

El evangelio de hoy repite el mensaje de domingos anteriores: Dios nos comunica su amor y ese amor debe hallar una respuesta de hecho en nosotros. 
Hoy Jesús compara el Reino de Dios con un rey que celebraba la boda de su hijo, los convidados no acuden a la boda y el rey manda a sus criados que inviten a todos los que se encuentren por los caminos, que son los que aceptan la invitación. Jesús les está diciendo a lo sumos sacerdotes y senadores: Vosotros sois como los primeros invitados que no quisieron acudir al banquete, os quedaréis fuera de la fiesta que Dios ha preparado para todos

2. Se casa el hijo del Rey y estamos invitados a la boda

Lo Primero que nos dice el evangelio de hoy  es que estamos de boda. Dios nos ha primereado, que dice el Papa Francisco. Ha sido el primero en amarnos e invitarnos a la fiesta de su amor. “El amor consiste no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros” (1ªJn 4, 7) Y, desde esa experiencia de amor, nuestra respuesta es una gozada y no una carga pesada. La iglesia, como hizo Jesús, debe presentarse a los hombres con la invitación gratuita de Dios y no con imposiciones y normas por delante. Dios es el que salva y él tiene la iniciativa en el amor. Si este orden no se respeta el cristianismo deja de ser la fiesta de bodas que dice el Señor, y pasa a ser un agobio. Dios nos ha invitado a la fiesta de bodas de su Hijo con la Humanidad. Estamos de fiesta. ¿Entendemos nosotros el Reino como una fiesta a la que somos invitados gratuitamente?

3. Se ruega contestación. No pongas excusas

Los primeros invitados de la parábola ponen excusas y no van a la boda, se fueron a sus tierras, a sus negocios y desprecian la invitación; están encerrados en si mismos en sus asuntos y negocios y en sus méritos. Los que se creen sin derecho, la gente de los caminos, acogen el amor gratuito de Dios, y pasan a la boda del Reino.

La lección de Jesús es clara: Todos somos invitados gratuitamente a la fiesta del Reino. Nadie tiene derechos adquiridos. La parábola nos advierte que la riqueza (“las tierras, los negocios”) y la violencia suponen un rechazo a la invitación al reino de Dios y ello nos debe hacer pensar en qué ambiciones y proyectos ocupan nuestro corazón.

4. ¡A ver que traje te pones!

 Todos somos gratuitamente invitados a la fiesta, pero ser miembro de la Iglesia, no significa, ni mucho menos estar salvado. Si lo primero es la invitación gratuita de Dios, lo segundo es nuestra respuesta. Los invitados deben asistir con el traje de boda .Si vamos al banquete sin traje de fiesta -es decir, sin una vida como la que Dios quiere para sus invitados-, también nos echarán fuera. Y no servirá de nada protestar y recordar que fuimos bautizados e íbamos a misa y demás… Porque lo único que vale ante Dios es el fruto de obras, que verifica la veracidad de nuestro amor: “hacer la voluntad del padre” (parábola de los dos hijos); “dar frutos” (Parábola de los viñadores homicidas); el “llevar el vestido de boda” (parábola de hoy) acreditan la verdadera pertenencia al grupo de invitados, al Reino.

5. Bueno, pues preguntas muchas…
 ¿Entiendo la llamada de Dios, como la invitación o una fiesta, como algo que llena mi vida de alegría, o como una carga pesada?
 ¿Acojo con gozo la invitación Dios, a la Fiesta del Reino, o creo que estoy en él por mis méritos?
 ¿Estoy aceptando la invitación, es decir estoy viviendo la fiesta del Reino, o pongo excusas? ¿Cuáles son mis excusas?
 ¿Estoy invitando a la gente a la fiesta del Reino, soy misionero de esa Buena Noticia para que nadie se pierda la boda?
                                                                        Secundino Martínez Rubio

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