viernes, 17 de octubre de 2014

DOMINGO XXIX T.O. (A)

EVANGELIO Mt 22,15-21

En aquel tiempo, los fariseos se retiraron y llegaron a un acuerdo para  comprometer a Jesús con una pregunta. Le enviaron unos discípulos, con unos partidarios de Herodes, y le dijeron: Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no te fijas en las apariencias. Dinos, pues, qué opinas: ¿es lícito pagar impuesto al César o no?
 Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús: ¡Hipócritas!, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto. Le presentaron un denario. El les preguntó: ¿De quién son esta cara y esta inscripción? Le respondieron: Del César. Entonces les replicó: Pues pagadle al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios

REFLEXIÓN

La polémica 
Con las parábolas que hemos escuchado los domingos anteriores, Jesús ha puesto en evidencia la actitud de rechazo al Reino de Dios de los representantes de Israel. La polémica ha ido creciendo y estarían indignados. En este contexto hay que situar el Evangelio de hoy.

La revancha: Una pregunta trampa
Jesús les ha venido hablando de la conversión al Reino de Dios y de la necesidad de que esa conversión se manifieste en frutos. Ellos  pretenden escapar de las exigencias de Dios que Jesús planteaba y cuyo cumplimiento exigía. Los fariseos  buscan el modo  de comprometer y desprestigiar a Jesús y le mandan a sus discípulos, junto con algunos herodianos, para comprometerlo con una pregunta  que se sitúa en el terreno de la política: ¿es lícito pagar impuesto al César o no?
La trampa que escondía la pregunta es evidente: si decía que no había que pagar el impuesto al César, se declaraba en contra de Roma, y por lo tanto lo podían acusar de subversivo. Si contestaba que sí había que pagar el impuesto podían acusarlo de ser contrario al judaísmo, porque se ponía en contra del sentir religioso del pueblo, que estaba convencido de que el único señor era Dios y no aceptaban la soberanía de Roma. Por tanto, era  una pregunta trampa, para comprometerlo.

La respuesta de Jesús
La respuesta los desconcertó, porque escapó del cerco que le habían tendido y situó el problema en un nivel más profundo. No cayó en la trampa de enfrentarse con el poder romano, sino que afirmó los derechos de Dios.
Ellos habían comenzado la pregunta adulando: “Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no te fijas en las apariencias”. Jesús comienza la respuesta diciéndole a las claras su mala intención: ¡Hipócritas!, ¿por qué me tentáis?

La respuesta de Jesús “Pagadle al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios “desborda la pregunta; Le han preguntado por un tema: el César y sus impuestos. Contesta con dos temas: el César por un lado y Dios por otro.
Jesús introduce un elemento nuevo que no estaba presente en la pregunta que le hicieron. Jesús añade el “dad a Dios lo que es de Dios”. Para Jesús, Dios y la causa del Reino de Dios son el único absoluto. Todas las otras realidades humanas no son negadas, se les reconoce su valor, pero no constituyen nunca un absoluto, no pueden ocupar el primer plano en la escala de valores para el seguidor de Jesús.
 Lo que Jesús contesta equivale a decir: vosotros os preocupáis por un problema secundario “el tributo al Cesar” y pasáis por alto la obligación principal: dar vuestra vida a Dios. Amarle sobre todas las cosas.

No irse por las ramas hipócritamente
Con frecuencia se desplaza el verdadero centro de gravedad de la cuestión religiosa “yéndose por las ramas”. Los interlocutores de Jesús querían escaparse de las exigencias de Dios, que Jesús les predicaba. Salir de ellas, trasladando el problema al terreno político, para comprometer a Jesús, fue calificado entonces de “hipocresía”. Lo fue entonces y lo es siempre. Jesús los deja al descubierto y pone de manifiesto aquella hipocresía: presentan un problema bien distinto a aquel en el que están pensando. Dicen buscar “el camino de Dios” cuando, en realidad, rechazan el único camino de Dios: Cristo con su evangelio. Que no nos pase lo mismo, Señor.

Hoy se celebra el Domund – Jornada Mundial de las Misiones, que este año tiene como lema Renace la Alegría.
El lema,  recoge dos ideas que se pretenden destacar en esta ocasión:
Renacer: el fin de la actividad misionera es ayudar a extender esta alegría, anunciando a todos la posibilidad de nacer y renacer al encuentro con Dios.
Alegría: de los misioneros que comparten con los más pobres su experiencia de encuentro con Cristo. Y de quienes reciben este anuncio y abren su corazón a él, que también acogen con alegría la Buena Noticia de la salvación.
                                                             SECUNDINO  MARTINEZ RUBIO

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