viernes, 12 de junio de 2015

DOMINGO XI T.O. (B)


En el evangelio de hoy, manera sencilla y clara, Jesús describe el desarrollo del Reino de Dios con imágenes tomadas de la vida agrícola de su pueblo.


La primera comparación es con un agricultor que siembra y espera. Hace su trabajo, pero todo no depende de él. El sembrador prepara la tierra y siembra la semilla y, después, la semilla  crece por sí sola sin que el labrador le proporcione fuerza para germinar y crecer. En la semilla hay algo que no ha puesto el labrador. Una fuerza que no se debe al esfuerzo del hombre. Lo mismo sucede con el Reino de Dios. Jesús nos enseña que el Reino de Dios: es esencialmente don de Dios, no acción nuestra.
¡Cómo necesitamos aprender esto! A veces pensamos que todo es resultado de nuestro esfuerzo, logro de nuestros programas, conquista de nuestros esfuerzos. También en los trabajos por el Evangelio, a veces, se nos ha colado el activismo que busca la  eficacia, el éxito inmediato, los resultados, la utilidad, el rendimiento... El Evangelio siempre habla de frutos, nosotros casi siempre de resultados y no es lo mismo.

El Reino de Dios es gracia. La vida no se reduce a actividad y trabajo. En su misterio más profundo la vida es regalo, don. El Reino es gracia que sembramos, pero el que germine y crezca, no es fruto de nuestro esfuerzo. Por ello, nuestra principal ocupación es acoger la acción gratuita de Espíritu capaz de hacer crecer nuestra existencia y respetar pacientemente sus ritmos, que no suelen coincidir con nuestras prisas.

Por eso, la actitud más propia del creyente no es la lucha y el esfuerzo, que suelen terminar en el pesimismo del que no ve sus esfuerzos compensados. Lo que el Evangelio de hoy nos pide es la espera paciente y confiada, la admiración maravillada y el gozo agradecido. Las  parábolas de hoy resaltan el contraste entre la espera paciente del sembrador y el crecimiento irresistible de la semilla.

Hemos de ser sembradores del reino de Dios en el corazón de las personas, algo pequeñito, nada de cosas espectaculares para la vanidad social de sus autores, sino  pequeño, sencillo… como un grano de mostaza. La fuerza del Señor lo hará crecer.

Estamos en un momento pastoralmente inédito. Una situación nueva que  exige una nueva siembra del Evangelio y nadie tiene la solución…. Lo que necesitamos es sembrar la semilla del Evangelio con la humildad y la confianza puesta, no en nuestro esfuerzo, sino en quien da el incremento y  puede hacer crecer la semilla de la fe en la sociedad descristianizada de nuestros días.
S.MARTINEZ RUBIO

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