DOMINGO XI T.O. (B)
En el evangelio de hoy,
manera sencilla y clara, Jesús describe el desarrollo del Reino de Dios con
imágenes tomadas de la vida agrícola de su pueblo.
La primera comparación es
con un agricultor que siembra y espera. Hace su trabajo, pero
todo no depende de él. El sembrador
prepara la tierra y siembra la semilla y, después, la semilla crece por sí sola sin que el labrador le
proporcione fuerza para germinar y crecer. En la semilla hay algo que no ha
puesto el labrador. Una fuerza que no se debe al esfuerzo del hombre. Lo mismo
sucede con el Reino de Dios. Jesús nos enseña que el Reino de Dios: es
esencialmente don de Dios, no acción nuestra.
¡Cómo necesitamos aprender esto! A veces pensamos que todo es
resultado de nuestro esfuerzo, logro de nuestros programas, conquista de
nuestros esfuerzos. También en los trabajos por el Evangelio, a veces, se nos
ha colado el activismo que busca la
eficacia, el éxito inmediato, los resultados, la utilidad, el
rendimiento... El Evangelio siempre habla de frutos, nosotros casi siempre de
resultados y no es lo mismo.
El Reino de Dios es gracia. La vida no se reduce a actividad y trabajo.
En su misterio más profundo la vida es regalo, don. El Reino es gracia que
sembramos, pero el que germine y crezca, no es fruto de nuestro esfuerzo. Por
ello, nuestra principal ocupación es acoger la acción gratuita de Espíritu
capaz de hacer crecer nuestra existencia y respetar pacientemente sus ritmos,
que no suelen coincidir con nuestras prisas.
Por eso, la actitud más propia del creyente no es la lucha y el
esfuerzo, que suelen terminar en el pesimismo del que no ve sus esfuerzos
compensados. Lo que el Evangelio de hoy nos pide es la espera paciente y
confiada, la admiración maravillada y el gozo agradecido. Las parábolas de hoy resaltan el contraste entre
la espera paciente del sembrador y el crecimiento irresistible de la semilla.
Hemos de ser sembradores del reino de Dios
en el corazón de las personas, algo pequeñito, nada de cosas espectaculares
para la vanidad social de sus autores, sino
pequeño, sencillo… como un grano de mostaza. La fuerza del Señor lo hará crecer.
Estamos en un momento pastoralmente inédito. Una
situación nueva que exige una nueva
siembra del Evangelio y nadie tiene la solución…. Lo que necesitamos es sembrar
la semilla del Evangelio con la humildad y la confianza puesta, no en nuestro
esfuerzo, sino en quien da el incremento y puede hacer crecer la semilla de la fe en la
sociedad descristianizada de nuestros días.
S.MARTINEZ RUBIO
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